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ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL
Sábado, 12 de abril 2014, 02:56
Francisco volvió a condenar ayer el escándalo de la pederastia en el clero, y no es la primera vez, como ya lo hicieron en su día Juan Pablo II o Benedicto XVI. Pero le dio dos matices novedosos. Uno, personal, al pedir perdón por primera vez por lo ocurrido, como sus predecesores. Otro, de apreciación, inédito en el Vaticano, al darle una entidad cuantitativa al fenómeno, aunque fuera con un adverbio: «Me siento interpelado a hacerme cargo de todo el mal que algunos sacerdotes, bastantes -bastantes en número, no en comparación con la totalidad-, hacerme cargo de pedir perdón del daño que han hecho por los abusos sexuales de los niños».
Puede parecer irrelevante, pero hasta ahora todos los pronunciamientos de Juan Pablo II y Benedicto XVI se movían en el terreno de lo abstracto y de los adjetivos. A la hora de las cifras predominaba la defensa y siempre se aseguraba que los casos denunciados eran un porcentaje mínimo del total de sacerdotes. Pero para Francisco son «bastantes», aunque no deje luego de añadir ese matiz.
Bergoglio hizo esta reflexión improvisando en español en un discurso ante una delegación de la Oficina Internacional Católica de la Infancia (BICE). No aparecía en el texto preparado, pero el Papa quiso insistir en el asunto: «La Iglesia es consciente de este daño; es un daño personal y moral de ellos, pero hombres de Iglesia. Y no vamos a dar un paso atrás en el tratamiento de estos problemas y a las sanciones que se deben poner. Debemos ser muy fuertes, con los chicos no se juega». En otro discurso, también ayer, calificó el aborto de «delito abominable».
Estas palabras llegan a los dos meses del duro informe del Comité de los Derechos de la Infancia de la ONU, que criticó el secretismo del Vaticano en el escándalo. La Santa Sede encajó mal la crítica y, de hecho, Francisco pareció replicar a la polémica en una entrevista en el 'Corriere della Sera'. Dijo que la pederastia se daba en muchas esferas sociales pero que la Iglesia es «quizá la única institución pública en haber reaccionado con transparencia y responsabilidad, nadie ha hecho más, y sin embargo la Iglesia es la única atacada».
Le valió de nuevo críticas de las asociaciones de víctimas de los abusos. Después incluyó por primera vez a una víctima, la irlandesa Mary Collins, de 66 años, en un organismo vaticano contra el fenómeno, una nueva comisión que velará por la protección de la infancia.
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