

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
AIDA M. PEREDA
Jueves, 3 de octubre 2013, 12:09
El fantasma de don Lope García, el dueño de la Torre Salazar, parece continuar prisionero en esta edificación, que terminó convirtiéndose en su propia cárcel, y haber echado mal de ojo a todo proyecto gastronómico que se pone en marcha en su interior. Tal vez sea una especie de venganza por el mal sabor de boca que guarda desde que él y una de sus hijas bastardas, Mencía de Avellaneda, murieron en 1476 envenenados con unas hierbas espolvoreadas en su comida.
En 2004, dos años después de la rehabilitación de este emblemático monumento enclavado en el casco histórico de Portugalete, el prestigioso cocinero Pablo Urzay encendió los fogones en la planta baja. Y los mantuvo calientes durante cuatro años. Después fueron traspasados a un nuevo chef, que terminó marchándose en 2012. A pesar de ofrecer menús no aptos para todos los bolsillos dejó una deuda de 46.000 euros, que «cubrió con el aval que había depositado, el mobiliario y enseres de su propiedad que dejó a Surposa y firmando una carta de pago en donde se comprometía a abonar el resto en un año y con un 4% de interés», explicaron entonces desde el Ayuntamiento. Sin embargo, este último cocinero no está cumpliendo el acuerdo y el asunto se encuentra en trámites judiciales, advierten fuentes municipales.
En noviembre de 2012 la torre volvía a ponerse en alquiler por 18.000 euros al año. De entre las cuatro ofertas que se presentaron, el Consistorio eligió la del cocinero gallego Alan Triñanes. Discípulo de Ferrán Adriá, con quien había trabajado codo a codo en el restaurante sevillano de La Alquería, conocía bien la oferta gastronómica de la zona, ya que solía visitar con frecuencia Bizkaia. Pretendía trasladar un modelo de «gastrobar abierto y moderno» que fusionase la cocina tradicional con la moderna en «miniplatos muy elaborados y de gran calidad que permitiesen comer bien por menos dinero».
15.000 euros al año
Con esta filosofía de nueva cocina a precios populares conquistó el paladar de la Corporación y el de los portugalujos, a los que se les hizo la boca agua vislumbrando una hilera de platos de tataki de salmón con guacamole, pavía de merluza con salsa romescu y algas o vieiras con ajoblanco y vino tinto. Sin embargo, el nuevo local no abrió sus puertas el pasado febrero, tal y como estaba previsto. Según explican desde el Consistorio, el joven chef se ha echado para atrás y ha ido alargando los plazos hasta mayo, cuando ha decidido rescindir el contrato por «motivos personales».
Frustrado de nuevo el proyecto, el Ayuntamiento abre el plazo de licitación para alquilar el local, cuya renta ha descendido a 15.000 euros anuales. Esta vez ha querido ampliar las opciones de negocio y permitirá a los arrendatarios implantar un restaurante, una cafetería, un bar o un local mixto que aúne las tres actividades. Ahora solo queda esperar para descubrir cuál será el menú.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.