El fantasma es un vivo

Cazadores de sombras: Ciudad de hueso' es un cuento. Un cuento más o menos fantástico en la linea de la destrozataquillas serie 'Crepúsculo', donde la heroína, una chica típicamente americana, ve cómo su monótona vida sufre un violento giro de 180 grados cuando conoce a un joven encapuchado con poderes paranormales. Lo forzado de tan disparatada premisa argumental, da al traste con los visos de credibilidad que la película pudiera atesorar, calcada de otros títulos de semejante premisa argumental, destinada a alborotar las plateas de medio mundo ocupadas por un entusiasta público adolescente.

Actores de nuevo cuño son los encargados de interpretar a tan fantasmales personajes, con la 'terrenal' Lily Collins y el 'andrógino' Jamie Campbell Bower al frente del reparto, dispuestos ambos a crear una cómplice corriente de simpatía con los potenciales espectadores de la película. Se trata de unos personajes estrambóticos, respaldados por un efectista mecanismo visual, orientado hacia un truquista desenlace, que deja la puerta abierta a nuevas entregas, siempre y cuando el éxito comercial sonría a los responsables de esta engolada fábula juvenil, que avanza sin tubo de escape.

Curiosamente, 'Cazadores de sombras: Ciudad de hueso' toca, aunque sea de refilón, la teoría del 'ánima' preconizada por Carl Jung -el alma femenina, que sirve como medio de comunicación ('medium') entre el hombre y los aspectos más profundos de su inconsciente-, con el amor como elemento catalizador de todo el asunto. Narrado todo ello de forma muy aparente y superficial, con la intención de no liar demasiado al personal, por lo general poco dispuesto a hacer un esfuerzo extra en la contemplación del espectáculo. En resumidas cuentas, lo único positivo de la cinta es la constatación de que todo todo tiene su lado ridículo. Búsquenlo y lo encontrarán.