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Urgente El padre y el hijo arrollados por un coche cuando iban en bicicleta en Calpe son vascos
Gina Lollobrigida y Javier Rigau posan a la entrada de una fiesta en Mónaco. /AP
¿Matrimonio a la italiana?
POLÉMICA DEL 'GIGIBOY'

¿Matrimonio a la italiana?

Javier Rigau no se plantea divorciarse de Gina Lollobrigida porque «antes hay que arreglar muchas cosas»

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 9 de febrero 2013, 10:20

La Lollo, más rosa que nunca, bien puede decir 'il mio marito'. Y se lo puede decir a Javier Rigau, su marido español, con el que se casó por poderes el 29 de noviembre de 2010, con pleno consentimiento y tras organizar ella misma una boda secreta al estilo de la primera que celebraron Sofía Loren y Carlo Ponti en 1957 para esquivar a la prensa... Esta es la versión de Rigau sobre el rocambolesco matrimonio del que la célebre actriz italiana ahora abomina. Mientras Gina, a sus 85 primaveras, brama «no estamos casados» y acusa al catalán (35 años más joven) de estafa, él desde Barcelona defiende la legalidad de una boda que, según afirma, planearon entre la Lollo y sus abogadas y para la que le otorgaron un poder especial.

Si Gina se sube por las paredes, Javier está que trina. Las declaraciones a la prensa de la que él llama «mi esposa» le tienen completamente indignado. Es todo raro, muy raro... Porque ¿qué hacen casados dos que no se ven ni conviven? Rigau intenta aclararlo en una conversación mantenida con esta periodista. Afirma que se ven a menudo, todo lo que su «intenso trabajo» se lo permite; que coge el avión más que el coche, que hace unas tres semanas estuvo en Roma visitando a Gina, la cual, añade, habría reclamado su presencia con gran insistencia. Sostiene el catalán que la boda se celebró como la culminación de un plan largamente acariciado. «Hemos vivido tantas cosas juntos... Llevamos 28 años de relación y nos hemos querido mucho». Y que la idea de casarse por poderes partió, según él, de la propia Gina, para evitar que la noticia llegara a oídos de la prensa.

Sin embargo, Lollobrigida ha desatado una batalla mediática al acusar a Rigau de haber utilizado un poder que ella le firmó para celebrar una boda a sus espaldas, con la futura y aviesa intención de heredarla. Rigau contraataca afirmando que el matrimonio se celebró con capitulaciones y separación de bienes y que, en caso de fallecer uno de los cónyuges, el otro no tendría derecho a nada. Y dicho esto, insinúa (o más bien proclama abiertamente) que su patrimonio es muy superior al de su anciana esposa. Que mientras él tiene «hoteles, aparthoteles, parkings, pisos en alquiler, acciones y dos residencias geriátricas», Gina no produce dinero desde hace muchos años. Que la supuesta mansión de la actriz en Montecarlo «es un modesto apartamento en el edificio Perigord II», y que él mismo habría estado haciendo aportaciones económicas (siempre según su versión) a su pareja hasta que descubrió que Gina estaba siendo «totalmente manipulada».

El 'gigiboy' de Gina

¿Y quién manipula a Gina? Javier Rigau sospecha del 'chico de los recados', un jovencito sin apenas estudios, procedente del mundo del circo, al que la actriz utilizaba como ayudante en sus exposiciones fotográficas. El 'gigiboy', el que colgaba los cuadros y traía los cafés, es ahora por lo visto el que corta el bacalao en casa de Gina. El que la ha alejado de su hijo Milko, «una maravillosa persona», según el catalán, y de su nieto Dimitri, que ahora mismo no puede entrar en casa de su abuela. Ese joven con nombre de príncipe monegasco y apellido de compositor de tangos, Andrea Piazzolla, al que Gina solía tratar a gritos, es ahora (siempre en versión de Javier Rigau) el responsable de que el entorno habitual, casi histórico, que rodeaba a la actriz haya desaparecido, desde su administrador a su abogada, pasando por Alma, su fiel empleada doméstica a la que por lo visto la estrella italiana también ha despedido.

Con un claro sustituto en el corazón y en la mente de Gina, lo lógico sería que Rigau pidiera el divorcio. Pero no. El hombre que se autoproclama el 'segundo marido' de la Lollobrigida no está tan enfadado como para querer separarse de ella. Admite, a regañadientes, que si Gina le presenta la demanda acabaría accediendo, aunque advierte que «antes hay que arreglar muchas cosas» (no especifica cuáles dado que, según él, no habría reparto de bienes) y que su matrimonio además «es indestructible, porque se celebró -afirma- por la iglesia». Total, que si rara fue la supuesta boda... la presunta separación se adivina realmente insólita.

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