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Así quedó uno de los cascos de la Ertzaintza. /E.C.
«Estuvimos a punto de sacar las pistolas»
Incidentes con hinchas radicales en las gradas de Anoeta

«Estuvimos a punto de sacar las pistolas»

Un agente herido en los disturbios relata cómo dos de sus compañeros pudieron «morir pisoteados y apaleados»

YOLANDA VEIGA

Martes, 1 de enero 2013, 17:34

Para Carlos, el partido acabó en 20 minutos, los que tardó en salir del agujero en que se convirtió el sábado la curva sur de Anoeta, un infierno de humo rojo y golpes. Del campo al hospital con el dedo meñique casi roto y contusiones en la rodilla, el tobillo, el codo... Pero él solo notaba que le temblaban las piernas. Y se acordó de que tenía que llamar a su mujer porque no iba a poder llegar a casa a las once, como le había dicho -a los hijos ni palabra-.

Carlos es el nombre ficticio de uno de los 14 ertzainas que el sábado resultó herido en los disturbios de Anoeta, durante el partido entre la Euskal Selekzioa y Bolivia. Tiene para dos semanas de baja y se hace de cruces por la «suerte» que corrió. «Había 800 personas tirándonos a diez metros de distancia bengalas, piedras, sillas, botellas... Nos metimos en una boca de lobo, vi peligrar mi vida».

Ya desde la furgoneta, a 50 metros del estadio, vigilando las entradas 20, 21 y 22, comprobaron que «el ambiente estaba bastante caldeado». «Y en el dispositivo solo había ertzainas de comisaría, una brigada de refuerzo y nosotros, dos furgonetas de antidisturbios, cuando a otros eventos se han mandado dieciocho».

Con el pitido inicial, las primeras bengalas cayeron al campo. «Los ertzainas que estaban dentro, que no llevaban escudo porque no les dejaron meterlo, identificaron a siete personas, a los que les puede caer una multa de 2.800 euros. Y empezó la batalla campal». Entonces entraron ellos, 14 'beltzas' con porras, pero «sin escopeta porque desde el 'caso Cabacas' hay una norma que se ha establecido de no meterlas. Fuimos con una equipación absolutamente insuficiente para lo que encontramos».

En la planta uno les recibieron con «insultos» y en la segunda Carlos se encontró «el mayor caos» de su vida y eso que ya son 23 años de carrera, 17 como 'beltza'. «La gente destrozaba las sillas, arrancaba trozos de cemento, nos tiraban bengalas, volaba de todo. Ni veíamos ni oíamos porque los petardos nos dejaron sordos. Pedimos refuerzos, pero no llegaron». Subieron a la tercera planta y entonces emprendieron la retirada porque se vieron «vendidos». «Nos acorralaron, tenía cincuenta personas viniendo a por mí, me sacaron el casco hasta la nuca. Lograron coger a dos compañeros y, si no regresamos a sacarles de allí, mueren pisoteados y apaleados, como si esto fuese Zambia. Estuvimos a punto de sacar las pistolas».

Fuera del campo empiezan las preguntas: «¿Por qué la empresa de seguridad encargada no hizo bien el cacheo? ¿Por qué el mando era un cabo cuando en eventos de este tipo se pone a un inspector?». Y Carlos las dirige «al jefe de la comisaría de Donostia». Ayer revivió el episodio por televisión. «Pero somos poco importantes. Que peguen a policías parece que está dentro del sueldo».

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