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Martes, 23 de octubre 2012, 04:33
El veredicto electoral del pasado domingo confiere al PNV y a su presidente Iñigo Urkullu la máxima responsabilidad en la conducción política de Euskadi durante los cuatro próximos años. Pero la encomienda que recae sobre el vencedor no exime a las demás formaciones representadas en el Parlamento de la cuota de obligaciones que han contraído tanto con su respectivo electorado como con el ineludible compromiso democrático de atender al interés común de una sociedad plural. La ventaja obtenida por la candidatura jeltzale imposibilita esta vez que en el pleno de designación de lehendakari se postule un candidato distinto a Urkullu si no es a título testimonial. Será un momento idóneo para verificar si el reconocimiento de quien obtuvo una victoria neta lleva a los demás grupos parlamentarios a atender a la pauta que establezca el hoy presidente del EBB o prefieren significarse frente a su inevitable designación. Se tratará de la primera oportunidad que tenga la segunda fuerza del Parlamento vasco, EH Bildu, para mostrar sus cartas. Si opta por presentar a su propia candidata a lehendakari para someterse a la consideración de la Cámara querrá decir que necesita reivindicar su autenticidad y anunciará el encarecimiento de su precio a la hora de entenderse con un PNV gobernante. Más allá del gesto procedimental, sería el contenido del hipotético discurso de Mintegi lo que condicionaría la eventual sintonía entre los propósitos de Urkullu y las exigencias de la izquierda abertzale. Es EH Bildu quien decidirá sobre el papel que desea representar al comienzo de una legislatura en la que la normalidad deberá ser sinónimo de responsabilidad también para la izquierda abertzale. Pero será a Urkullu y al PNV a quienes corresponda actuar en consecuencia ante el 'programa' que pudiera avanzar Mintegi si éste implicase orientar la legislatura hacia los objetivos con los que la izquierda abertzale trata de legitimar su propio pasado. Claro que la disposición jeltzale para sortear la competencia en el seno del campo nacionalista en pos de complicidades trasversales depende de la actitud que muestren las dos formaciones que han salido peor paradas de los comicios del domingo, PSE-EE y PP. Estos dos partidos serían consecuentes con el veredicto electoral retirándose a un segundo plano del protagonismo político. Pero el hecho de que en la última legislatura se comprometieran a corregir el rumbo de la política vasca hacia una paz en libertad y a evitar los excesos de la confrontación identitaria les obliga a asumir algo más que la cuota que en otras circunstancias les hubiese correspondido en la gobernabilidad de Euskadi.
Catarsis socialista
El más que decepcionante resultado obtenido por las respectivas organizaciones socialistas en los comicios autonómicos de Galicia y Euskadi fue en gran medida efecto de la extrema debilidad del PSOE y, al mismo tiempo, será la probable causa de una crisis mayor. La 'tierra de nadie' a la que la convocatoria anticipada de elecciones por parte de Artur Mas parece abocar al PSC añade dificultades a la recuperación de un PSOE más ausente que activo en la política española. La situación por la que atraviesa el PSOE es grave y preocupante para la realización efectiva de la democracia como un sistema que procure la alternancia en el gobierno. De ahí que no sirvan las soluciones ordenadas desde el aparato partidario, la búsqueda precipitada de un líder salvador ni la apertura de un debate etéreo para la refundación de la socialdemocracia española. El PSOE se ha ido adentrando en un callejón sin otra salida que concederse el tiempo suficiente como para reconvertirse a fondo asumiendo, incluso, un papel inferior al asignado por el modelo bipartidista de la democracia parlamentaria.
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