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MARÍA ZÁRATE
Lunes, 10 de septiembre 2012, 15:51
Cerca de un millar de ecologistas participó ayer en la marcha anual contra la central nuclear de Santa María de Garoña, que como cada año partió desde la localidad burgalesa de Barcina del Barco y finalizó en las mismas puertas de la planta. Pero el ambiente que se vivió en esta ocasión fue bien distinto al de las 32 manifestaciones anteriores: botellas de cava, música, bailes y mucha diversión protagonizaron la protesta. Y todo porque están a punto de lograr su «ansiado» objetivo.
La decisión anunciada días atrás por Nuclenor -compañía gestora de la central y propiedad de Endesa e Iberdrola al 50%- de dejar pasar el plazo para solicitar al Gobierno la renovación del contrato de explotación ha puesto en marcha la cuenta atrás para el cierre de la central. 2013 puede significar el «agur definitivo a Garoña», tal y como reclamaban ayer los manifestantes.
Pocos minutos después de las 12.30 horas, la Coordinadora contra Garoña dio el pistoletazo de salida a la marcha, apoyada por el PNV y en la que tomaron parte representes de diversos grupos ecologistas y partidos políticos, como Ezker Batua y Equo Euskadi. Además, hicieron acto de presencia el diputado de IU, Gaspar Llamazares, y el director de Greenpeace en España, Mario Rodríguez Vargas. Los asistentes debieron hacer frente al intenso calor reinante en el norte de Burgos, que en ningún momento acalló sus consignas.
Al grito de «los neutrones para los Borbones» y «no tenéis cerebro, estáis matando el Ebro», un grupo de manifestantes equipados con máscaras antigás y embutidos en buzos blancos lideró el cortejo festivo. Abría la marcha una pancarta con el lema 'Garoña cierre ya y todas las demás'. Testigos mudos de la manifestación fueron los vecinos de Barcina del Barco, que la vieron partir entre sonrisas y caras de desinterés.
«¡Nunca antes ha habido tanta gente!», se sorprendió un animado manifestante al comprobar la «masiva» asistencia. Entre ellos se encontraba Ernesto Sangroniz. Ni el viaje desde Amorebieta -solo en coche-, ni sus 80 años le amilanaron a la hora de desplazarse hasta Burgos para exigir la clausura de la central. Pero tal vez por haber participado durante décadas en protestas antinucleares, aún no las tiene todas consigo sobre el futuro de Garoña. «Ésta no va a ser la última marcha. El problema lo tenemos encima y hay que hacer algo hoy, porque mañana puede ser demasiado tarde y nos puede explotar en la cara», advertía rotundo el activista. Los cerca de 600 puestos de trabajo que se perderán con la clausura de la planta no son para él una excusa. «Que les indemnicen a todos y que se vayan a descansar, que ya suficiente radiactividad tendrán los pobres», añadió Sangroniz.
Al final del recorrido, en las puertas mismas de la central, los activistas brindaron con cava por «la salud del Valle del Ebro y de sus pueblos y por el futuro. ¡Garoña descanse en paz!», gritaron. La convocatoria finalizó con la lectura de un comunicado en el que los organizadores denunciaron el «chantaje al que las grandes eléctricas quieren someter al Gobierno». «Le culpabilizan del cierre en vez de reconocer que no les compensan las fuertes inversiones que deben afrontar en una central tan destartalada», criticaron.
«La decisión de no solicitar la prórroga descubre dos mentiras habituales de Nuclenor y del 'lobby' nuclear: que Garoña es segura y que la energía nuclear es barata», añadieron entre los aplausos de los presentes. De lejos, ya dentro del perímetro de la planta, una decena de trabajadores de la central escuchaban atentos sus palabras.
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