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MARÍA JOSÉ CARRERO
Lunes, 25 de junio 2012, 09:02
«Me cuesta respirar, me cuesta respirar. Era lo único que podía decir... No se ocuparon de él». A Pilar Castro le tiembla la voz cuando recuerda las últimas palabras que cruzó con su marido. Han pasado quince meses y se llena de dolor cuando recrea la escena. Esteban Aguirre, un vecino de la localidad vizcaína de Zalla, de 39 años, murió durante su traslado en ambulancia desde Castro Urdiales al hospital de Laredo.
El 18 de marzo de 2011, Pilar recibió el alta en Cruces tras una intervención quirúrgica. En vez de ir a su domicilio habitual, la pareja se dirigió a su segunda residencia en Castro Urdiales para que ella pasara allí la convalecencia. Hacia las dos de la madrugada del día 19, Esteban despertó a su esposa. «Estoy mal, me cuesta respirar», le dijo. Pilar llamó al 112. Minutos después acudió al domicilio una ambulancia con cinco sanitarios: cuatro chicos y una chica.
«Cuando llegaron a casa, Esteban estaba sentado en la cama. Apenas podía respirar. Lo hacía por la boca. Le pusieron una inyección. Luego, yo le ayudé a vestirse porque no se tenía en pie, y apoyado en uno de los chicos, bajamos a la ambulancia. Me pidió que llamara a su hermana», detalla. Una vez dentro de la ambulancia, le tumbaron en una camilla a y le ataron. «Atrás íbamos él, uno de los sanitarios y yo. Delante, los otros tres chicos y la chica».
El domicilio de Esteban y Pilar en Castro se ubica a la salida del pueblo, en dirección a Laredo. Para su sorpresa, el conductor no cogió la autovía en esa dirección, sino que decidió ir en sentido contrario, como si se dirigiera a Bilbao. «Atravesó todo el pueblo, para dejar a dos de los de la ambulancia en el centro de salud de Cotolino», recuerda con dolor Pilar. Y no es para menos, este ambulatorio está en la otra punta de su casa.
Actuación negligente
En dirección, por fin, al hospital, ella sentía que Esteban se iba. «Pero el enfermero o quién fuera que iba atrás junto a mí, no hacía otra cosa que rellenar papeles y hablar con el conductor. Me pidió la tarjeta sanitaria... pero no se ocupaba de él para nada. 'Me cuesta respirar', decía. No sé en qué momento le veo con los ojos vueltos y la boca abierta. Le tiré de la bata al que estaba allí para que hiciera algo... Pero para mí que ya estaba muerto». En este punto del relato Pilar necesita parar. El dolor sigue siendo tanto... que la ahoga.
Lo que vino a continuación no lo tiene claro. «Perdí la noción de todo. Solo lloraba. No sé cuándo llegamos a Laredo. Allí me metieron en una sala con alguien y luego un médico me comunicó el fallecimiento... No se ocuparon de él. No hicieron nada por él. Lo dejaron morir en la ambulancia», repite Pilar sin consuelo.
Transcurridos algo más de dos meses del fallecimiento, la viuda de Esteban decidió denunciar lo ocurrido. Para ello, el abogado bilbaíno Carlos Gómez Menchaca, que la representa, planteó una reclamación de daños y perjuicios al Servicio Cántabro de Salud. En su requerimiento, el letrado consideró que «el tiempo perdido al no realizar un traslado directo al hospital, cuando se estaba ante un caso típico de urgencia cardíaca, mermó las posibilidades de superar la crisis. En definitiva, que se privó al paciente de la oportunidad de supervivencia». Por ello, reclamó una indemnización de 150.000 euros.
El 'caso Esteban Aguirre' no ha llegado a ser juzgado. La Administración cántabra ha aceptado la negligente actuación de su personal de Castro Urdiales y ofrecido a la viuda una compensación de 56.000 euros. Pilar Castro ha aceptado la cantidad para evitar un pleito con una sucesión de interrogatorios que le harían revivir una situación que ya la ha marcado de por vida.
- ¿Satisfecha con la respuesta del Servicio Cántabro de Salud?
- El sentido de mi reclamación era acreditar la responsabilidad de las personas que intervinieron en el traslado de Esteban. Yo no quería el dinero. Lo que quería era su vida.
- ¿Y por qué quiere hacerlo público?
- Para que quienes se dedican a esto se tomen en serio su trabajo. Espero que los cinco que acudieron en la ambulancia se lo piensen más cuando tengan que hacer un traslado. El Servicio Cántabro de Salud ha admitido que se actuó mal.
Este reconocimiento no es un consuelo para la joven. «Teníamos la vida por delante. Estábamos pensando en tener hijos... No hicieron nada por el».
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