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ANJE RIBERA
Martes, 29 de mayo 2012, 13:58
Las palabras de Esperanza Aguirre previas a la final de la Copa del Rey siguen en la caja de resonancia. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha pasado de defensora del Príncipe ante la pitada de las aficiones del Athletic y el Barça a defendida después de convertirse en blanco de las iras de decenas de miles de personas que se agolparon en el Vicente Calderón. El Gobierno y el PP salieron ayer en apoyo de Aguirre culpando de los insultos que recibió a los ejecutivos vasco y catalán, a los dirigentes de los clubes y hasta al propio presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar.
Madrugó la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, para, a través de un programa de radio, acusar a Patxi López y Artur Mas de alentar los ataques a Esperanza Aguirre. Cifuentes consideró «intolerables» los insultos «a una alta autoridad como es la presidenta de la Comunidad» y exigió las disculpas de los gabinetes de Vitoria y Barcelona. «Estaban allí presentes y, aunque no eran los responsables, no estaría de más que llevasen a cabo una muestra de apoyo hacia quien ha sido anfitriona del partido». Porque a la delegada le resultó «penoso y doloroso escuchar los insultos» contra Aguirre, aunque ésta no acudiera finalmente al campo.
Desde el Gobierno regional fue el vicepresidente y portavoz, Ignacio González, quien consideró «lamentable que, tres días después de los insultos, nadie haya salido a condenarlos». En su opinión, los ataques a la presidenta madrileña «es evidente que estaban preparados dentro de la agresión, una vez más, a los símbolos de España».
González señaló que la pitada debería haber provocado que «tanto los dirigentes de ambos clubes como los de la Federación Española de Fútbol y los de las comunidades autónomas de los equipos que se enfrentaban hubieran hecho un llamamiento para que eso no se produjera porque es su obligación».
«En primera página»
Por el bando socialista fue el portavoz en el Ayuntamiento de Madrid, Jaime Lissavetzky, quien asumió el papel de defensor. Pero no de Aguirre, sino de Villar. Tras recordar que tuvo relación profesional con él en los siete años que estuvo al frente de la Secretaría de Estado para el Deporte, señaló que el dirigente deportivo bilbaíno «no tiene culpa de que hubiera pitadas e insultos» en el campo.
En cuanto a la presidenta madrileña, Lissavetzky quiso matizar que «a nadie le gusta que se pite a nadie», pero añadió que «quizá» las declaraciones que Aguirre hizo antes del partido «amplificaron» lo que sucedió después y «lo pusieron en primera página».
Tomás Gómez, líder del partido socialista madrileño, fue más allá y apuntó que la actitud del PP «huele» a un intento de «distraer la atención» para «no hablar de los recortes ni de los ajustes».
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