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«La farsa es imponer una lengua que no es la nuestra»
CULTURA

«La farsa es imponer una lengua que no es la nuestra»

El autor de 'Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras' ha hablado hoy en el Aula de Vocento en Bilbao Jesús Laínz denuncia la manipulación política del idioma

GERARDO ELORRIAGA

Martes, 10 de enero 2012, 00:50

«La gran farsa consiste en pretender imponer a la población una lengua que no es la suya y ni siquiera de los dirigentes que la impulsan», denuncia Jesús Laínz, autor de varios libros sobre el nacionalismo vasco y catalán. El ensayista crítica el concepto oficial de normalización lingüística que existe en nuestra Comunidad Autónoma. «La normalidad es lo que se ve en la calle», aduce. «¿Cómo se puede establecer algo que no es lo cotidiano desde hace años?». El escritor ha sido el protagonista de un nuevo encuentro del Aula de Cultura de la Fundación Vocento, que ha tenido lugar este lunes, a las ocho de la tarde, en el Salón El Carmen de Bilbao, y que abordará la manipulación lingüística con fines políticos.

El conferenciante asegura que se ha usado el euskera como un instrumento político para conseguir un país independiente, fenómeno que tiene su antecedente en Irlanda. «En el siglo XIX el gaélico ya estaba en desuso y se recuperó para convertirla en prueba de la nación irlandesa, pero cuando la obtuvieron se olvidaron de él». También alude a Pompeu Fabra, responsable del 'Diccionario general de la lengua catalana', a quien achaca la recuperación de un idioma que no se hablaba. «Rescató el que se hablaba en la Edad Media y añadió vocabulario de otras lenguas romances para apartarlo del castellano», explica. «Así que hoy está lleno de palabras que parecen francés o italiano». A su juicio, el proyecto de Sabino Arana implicaba una ingeniería lingüística aún mayor. El autor afirma que el gran defensor de la identidad vasca la adulteró al falsificar el idioma. «Inventó muchas palabras», alega y aporta, a ese respecto, la aparición de una onomástica ahistórica. «Se crearon nombres que son disparates, pero, claro, queda feo llamar Jaime o Juan».

Laínz, autor de 'Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras' (Ediciones Encuentro), menciona el caso del término Euskadi, que define como disparate semántico. «Viene a ser algo así como el bosque de los vascos», indica». Los carlistas siempre se opusieron y en el Congreso de Estudios Vascos de 1918 incluso hubo enfrentamientos al respecto». El ensayista se refiere al intento de los sectores abertzales por recuperar el vocablo 'Euskalherria', usado tradicionalmente para referirse al territorio de uso del vascuence, según explica. «Aunque, curiosamente, ETA significa Euskadi ta Askatasuna».

Discriminación positiva

El euskera fue introducido en la educación como lengua vehicular y luego se favoreció de la discriminación positiva. «Hoy casi nadie se escolariza en castellano, a pesar de que es el idioma materno de la mayoría», lamenta y acusa al nacionalismo por esta imposición y al PSOE y PP por permitirlo. «Han demostrado un miedo reverencial, sufrir el complejo de que si se oponen son fachas e, incluso, han asumido las mismas reivindicaciones en el País Vasco, Cataluña y Valencia». El nuevo escenario político surgido del fin de la violencia permite una discusión que antes resultaba imposible, a juicio del conferenciante.

«Ahora existe la posibilidad de poner sobre la mesa ese planteamiento ideológico que parecía incontestable», sugiere y apuesta por una visión más cercana a la realidad, observarla y no pretender crearla. «La lengua es una forma de comunicación, no una herramienta política», señala y recuerda la existencia de 198 países y 3.000 idiomas. «Es aceptable conservar y potenciar un idioma, que es patrimonio cultural, pero no imponerlo. Hay que dejar a la gente en paz».

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