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FERMÍN APEZTEGUIA fapezteguia@elcorreo.com
Martes, 15 de noviembre 2011, 08:14
La noticia se produjo hace casi 40 años y aún hoy sigue despertando el interés del público. Un avión con 45 pasajeros en el que viajaba un equipo de rugby uruguayo se estrelló en los Andes en pleno invierno. El aparato se dio por perdido, sus pasajeros por muertos y la búsqueda se suspendió. Pero sólo habían fallecido 12 de los ocupantes. Las lesiones sufridas, la falta de alimentos y un alud acabaron después con la vida de otras 17 personas. Las 16 restantes sobrevivieron gracias a una enorme fuerza de voluntad y «a la decisión unánime de alimentarnos con los cuerpos de los compañeros muertos». Uno de ellos, Gustavo Zerbino, relatará hoy la experiencia a las 19.30 horas en el Palacio Euskalduna de Bilbao, en una charla que forma parte del ciclo 'Diálogos de Ética, Humanismo y Ciencia', que organizan el hospital de Basurto y Caja Laboral.
- ¿Qué recuerdo, por encima de todos, guarda de aquellos 73 días?
- El de un amor incondicional. La nuestra no fue una tragedia, sino una historia de amor, solidaridad y vocación de servicio.
- La supervivencia, ¿fue tan dulce como la pintó Disney?
- La película 'Viven' tiene unos efectos especiales muy buenos y permite contar qué pasó allí a un mundo, como el de hoy, que no lee. La historia está bien relatada, pero después de 73 días en la montaña parecía que regresábamos de un fin de semana. Perdimos 45 kilos de media. Al filme le faltan sentimientos y el carácter latino, que se moviliza por el corazón.
- ¿Todo vale para sobrevivir?
- No. Nosotros queríamos vivir; y la vida es hacer lo correcto por motivos correctos y con dignidad. Quedarse quieto significaba morir.
- (...)
- Una de las decisiones que tuvimos que tomar fue difícil porque precisaba romper tabúes psicológicos, físiológicos, religiosos y culturales. Nos planteamos alimentarnos de los amigos muertos y fue muy difícil aceptar que era la única posibilidad. Lo discutimos y no tomamos la decisión hasta que todos estuvimos de acuerdo. Al día siguiente, era lo más normal del mundo. Es increíble la capacidad de adaptación del ser humano.
- Usted fue de los primeros en defender la idea de comer carne humana. ¿Cuestión de liderazgo?
- El liderazgo verdadero es la acción. La parálisis no soluciona nada. Lo importante fue tomar la decisión de que queríamos vivir. El mundo nos había abandonado, nos había dado por muertos y habían decidido regresar cuatro meses después a recuperar los cadáveres. Nos preparamos para lo peor esperando siempre lo mejor.
- ¿Cuál es el secreto para gestionar bien la adversidad?
- El peor enemigo del hombre es uno mismo. Mente, cuerpo y espíritu han de estar en sintonía.
- ¿Se llega a superar algo así?
- Todo se supera, siempre que lo intentes. La esperanza es como una alfombra mágica capaz de llevarte donde quieras. Nosotros no nos proyectábamos más allá de 24 horas. Si en el día cero, hubiéramos sabido que permaneceríamos allí 73 días, la mente se hubiera negado y habríamos tirado la toalla.
- ¿Qué le dijeron los familiares de las víctimas mortales?
- El señor Valeta, un médico, nos agradeció que hubiéramos ido 45 y regresado 16. Arturo Nogueira, padre de otro compañero fallecido, dijo que estaba muy feliz de que su hijo hubiera vuelto con nosotros. Nos trataron con mucho cariño y amor. Vivimos en el mismo barrio. Nos vemos todos los días y compartimos una fundación que ahora trabaja por la donación de órganos.
- Uno de los mineros de Chile que permanecieron atrapados 69 días bajo tierra ha contado que llegaron a plantearse el canibalismo...
- ...Eso es mentira. Yo fui a Chile a apoyarlos y para el día 17 tenían comida y comunicación por vídeo, radio, teléfono. Para plantearse comer a un compañero hace falta que alguien haya muerto. En Chile sobrevivieron todos.
- Hay quien le acusa de utilizar la tragedia para hacer caja.
- Lo trágico es vivir una tragedia. Lo único que tengo para compartir es mucha alegría y mucho amor. No me importa lo que digan de mí.
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