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ROBERTO RIVERA
Viernes, 30 de septiembre 2011, 04:33
Cuentan, porque está escrito y el texto ha acabado convirtiéndose en una glosa inmortal, que Antonio Machado resucitó a través de la poesía «al olmo viejo, hendido por el rayo/ y en su mitad podrido (...) ¡El olmo centenario en la colina/ que lame el Duero!» al que «con las lluvias de abril y el sol de mayo/ algunas hojas verdes le han salido». Cuentan, y es bien cierto, que aquel esperanzador canto versado por el creador andaluz trasladando al reseco tronco la situación provocado por el choque de las dos Españas, acabó haciendo realidad el «milagro de la primavera», el que tinta de verde los ojos de quienes creen en él.
Y dicen ahora que el paso de otro río, el que dibuja meandros por las viñas de Tondon, ha acabado reeditando el poema por otoño y en el abrazo del Ebro por obra y milagros de once artistas plásticos que se encontraron un día en la morada de Carlos Rosales y concibieron la posibilidad de librar de la quema los despojos de otro olmo hecho leña para la chimenea. Ni el pintor jarrero estaba por la labor, ni el resto desaprovecharon la oportunidad de mostrar al mundo la capacidad redentora del arte.
Ángel Achútegui, José Carlos Balanza, Rosa Castellot, Óscar Cenzano, Loli Fernández, Juan Ramírez, Demetrio Navaridas, Félix Reyes, Teresa Rodríguez, Bernardo Sánchez y el propio Rosales asumieron el reto de prolongar la existencia del árbol transformando cada uno de sus trozos en una pieza única que entronca con el resto en una exposición metafórica e inédita, la que se inaugura mañana, día de resurrección y gloria, en la galería del Ayuntamiento de Briñas que trata de ganar con ello consistencia.
'Once miradas, un bosque', titulan los carteles que la anuncian para los próximos meses, a propuesta de Troncal, fusión de conceptos, disciplinas, técnicas y propuestas completamente diferentes, pero perfectamente compatibles en el fondo.
La propuesta, sorprendente en sí misma, ya ha suscitado la curiosidad de los propios creadores que llegaron al punto de partida, esta semana de encuentro, interesados en conocer cómo habían reinventado sus compañeros cada uno de los leños sujetos a este ingenioso proceso de redención colectiva.
Piezas multiplicadas para acoger a las palabras que conforman el poema de Machado dentro de un impresionante jeroglífico; ramas que se abren como una oración; algunas estructuradas en un ejercicio de prolongación espacial; referencias nítidas al sueño del tronco; un sólo que acaba englobando las imágenes de un colectivo atado a su creación; ejemplares de los que surgen como un grito de cobre cada uno de los males que diezman la naturaleza... El olmo vive y, créanlo, ha dado mucho de sí.
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