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DAVID GUADILLA
Lunes, 1 de agosto 2011, 12:23
Dos días después de que José Luis Rodríguez Zapatero anunciase el adelanto electoral para el 20 de noviembre, Iñigo Urkullu avanzó ayer que el PNV tiene la intención de ser tan decisivo los próximos cuatro años como lo ha sido durante esta legislatura, en la que se ha convertido en el principal soporte del presidente del Gobierno. El máximo responsable del Euzkadi buru batzar se cuidó mucho de desvelar sus cartas. No aclaró si el destinatario de su mensaje era el PSOE o el PP, pero con todas las encuestas augurando un triunfo de Mariano Rajoy, sus palabras sonaron a advertencia a los populares. Urkullu fue claro. Los objetivos del PNV de cara a los comicios generales son «evitar las mayorías absolutas en Madrid» y «lograr un nuevo estatus político para Euskadi».
El presidente del EBB hizo estas declaraciones durante los actos de San Ignacio, día en que se fundó el PNV en 1895. Se trata de una fecha simbólica que, al igual que el Aberri y el Alderdi Eguna, los dirigentes peneuvistas suelen aprovechar para reforzar el discurso más nacionalista del partido. Urkullu intervino en el 'hall' de Sabin Etxea tras participar en una ofrenda floral al fundador del PNV en los cercanos Jardines de Albia en Bilbao.
En este contexto, y rodeado por los principales cargos de la formación y un centenar de simpatizantes, Urkullu quiso fijar las líneas maestras de su partido para un futuro próximo. A escasos cuatro meses de las generales, subrayó que las mayorías absolutas en el Congreso «siempre son nefastas» para Euskadi. El presidente del PNV es consciente de que la «influencia real» de su partido se reduce de forma exponencial si el PSOE o el PP llegan a los 176 diputados. Si no alcanzan esa cifra, la situación cambia radicalmente, como se ha visto durante los mandatos de José Luis Rodríguez Zapatero. Su debilidad parlamentaria ha sido aprovechada por el PNV. A cambio de aprobar sus Presupuestos, ha logrado cerrar el traspaso de un alto número de transferencias y debilitar la imagen de Patxi López al frente del Ejecutivo autónomo. Algo similar ocurrió durante la primera legislatura de José María Aznar, cuando el expresidente del PP necesitaba los votos de los nacionalistas vascos en Madrid.
Sin embargo, Urkullu no se limitó a exponer un simple objetivo electoral, que resumió en «conseguir un grupo vasco con capacidad política». También presentó las condiciones que tendrá la futura negociación. Recordó que esta legislatura ha sido «la del Estatuto y la del Concierto económico. «Hemos conseguido inversiones, subvenciones y más autogobierno», recalcó durante su intervención. Pero tras mirar al pasado y recalcar que «hemos sido capaces de completar el actual texto autonómico», avanzó que, concluida esa etapa, «ahora vamos a ser capaces de lograr un nuevo estatus político para Euskadi». «Este es el objetivo del PNV», enfatizó Urkullu, que en reiteradas ocasiones ha subrayado que el vigente Estatuto de Gernika no es la meta final de su partido.
En febrero del año pasado, por ejemplo, ya especuló con la necesidad de un nuevo marco político. En un masivo acto en el BEC, planteó la necesidad de reformar el actual Estatuto para poder incluir el derecho a decidir. La novedad es el contexto. Porque el PNV saca de nuevo su perfil más soberanista tras el éxito electoral de Bildu y a la espera de la posible victoria de Rajoy.
Tras enseñar su lado más pragmático en Madrid, el PNV tiene que demostrar a sus votantes que no abandona sus esencias, sobre todo, para evitar que la coalición soberanista le coma terreno entre los sectores más abertzales. Pero con cautela. En las elecciones del 22-M, salió mejor parado el discurso más centrado en la gestión de Iñaki Azkuna o José Luis Bilbao que el más radical de Joseba Egibar, que intentó jugar en el mismo terreno que Bildu.
Críticas al lehendakari
Y en la búsqueda de la centralidad, el PNV mira al PP. Una victoria por la mínima de Rajoy permitiría a los jeltzales rentabilizar al máximo el poder de sus diputados. Lo que hizo ayer Urkullu, basicamente, fue advertir al presidente de los populares de que el precio que deberá pagar no será bajo. Durante los últimos meses, el líder del EBB se ha esforzado en tender puentes. En enero se reunió con Antonio Basagoiti; en marzo, con el propio Rajoy en Madrid. Aunque difícil, todo es posible: Aznar pactó con Xabier Arzalluz en 1996. Otra cuestión es si el PP estará dispuesto a ceder demasiado en un tema como el derecho a decidir, que hasta la fecha ha sido un anatema.
Urkullu también aprovechó su intervención para referirse a otros dos temas: ETA y Patxi López. Aquí ofreció pocas novedades. A la banda le volvió a exigir su desaparición y que «reconozca el dolor causado».
Aunque valoró los pasos dados por la izquierda abertzale y la novedad que supone que por primera vez hayan presentado un estatutos «legales» en los que han aceptado «las reglas y el marco de juego», insistió en que «tienen que aceptar las condiciones morales de este nuevo tiempo». «Esta es la condición política que la izquierda abertzale y que Bildu tienen que aceptar e imponer. Con la espada de Damocles de la violencia, su legitimidad política se cuestiona», manifestó.
Al lehendakari, una vez más, le dedicó duras críticas. «Ha perdido usted la iniciativa y la confianza. Afronte la tribulación y haga mudanza», le espetó al dirigente socialista. Urkullu sostuvo que el Gobierno del PSE «no funciona» y que la desconfianza que tienen los vascos hacia el Ejecutivo, según los últimos datos del Euskobarómetro, «no se debe a la crisis económica», tal y como señalan los principales dirigentes del Gabinete. «Es la incapacidad del Gobierno para responder a la crisis lo que provoca esta desconfianza», afirmó Urkullu.
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