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Andy Schleck sonríe durante un momento de la etapa de ayer. :: EFE
Medio año ciclista, medio año feliz
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Medio año ciclista, medio año feliz

Andy Schleck, un talento natural que no vive en exclusiva para el deporte, demostró ayer que aspira al Tour

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 10 de julio 2011, 04:40

En una gota de tierra europea llamada Luxemburgo entran medio millón de habitantes. Y cuatro Tours. François Faber fue el primero en ganarlo, en 1909, frente a la nieve y el frío. Nicolas Frantz, el coloso, lo hizo suyo en 1927 y 1928, cuando fue líder desde el principio al final y, tras sufrir una avería, corrió los últimos cien kilómetros de una etapa sobre una bicicleta de señora. El tercero es más cercano, Charly Gaul, el ángel volador que venció en el Tour de 1958. No está mal para un país casi invisible en el mapa.

Dicen que los luxemburgueses no tienen complejos, que son bravos. Ricos y duros. El menú tradicional es a base de sopa de judías, morcilla negra, pescuezo ahumado con habas y tarta de ciruelas regada con cerveza. Un combustible contundense. De ahí se alimentaron sus tres vencedores del Tour. Ahora hay un ciclista que parece llamado a ser el cuarto, Andy Schleck. Pero no ha comido lo mismo. «Antes de venir al Tour siempre le pido a mi madre que me ponga sus patatas fritas», confiesa. Su vicio. Prohibido en el plato de los aspirantes al Tour.

Andy es así. Un chaval distendido. «Es un modelo de profesional desde marzo a septiembre», cuenta Maxime Monfort, compañero en el equipo Leopard. Medio año para el ciclismo. ¿Y el resto? El pequeño de los Schleck se evade. Necesita desconectar del estrés, la tensión y la competitividad. «Así luego es capaz de llegar al 110 por cien al Tour», argumenta Monfort. Hasta ayer, hasta que respondió a las sacudidas de Contador en Superbesse, había dudas de eso. En la cuarta etapa, en aquel duro kilómetro del Muro de Bretaña, Contador le arañó ocho segundos. Schleck perdió el primer asalto en el combate psicológico. «¿Dónde estaba Andy ese día?», se pregunta Bernard Hinault. Y niega con la cabeza. No es su corredor; prefiere a Contador, un depredador como era él. Uno que siempre está.

En el Leopard, en cambio, pidieron calma. Kim Andersen, su director, le defendió: «Es en la montaña donde Andy debe estar bien. No hay razón para no confiar en él». El Leopard es un proyecto luxemburgués creado por un multimillonario para lograr el quinto Tour.

«Andy tiene talento, pero perder esos ocho segundos no es un buen síntoma», sentenció Alain Gallopin, que ahora dirige el RadioSchack y que antes fue director de los Schleck y de Contador. Puede compararles. Schleck es un superdotado. En su primer Giro, con 21 años, acabó segundo. Y segundo ha terminado en dos Tours. El talento siempre sale. Pero, en ocasiones, es una rémora. Ser ciclista y bueno ha sido tan fácil para él que quizá no ha adquirido el hábito de la disciplina. En eso no se parece a Contador, un campeón que exprime su clase hasta la última gota. Dice un periodista luxemburgués que si «Andy fuera tan riguroso en la preparación como su hermano Frank, ya habría ganado dos Tours». Pero no lo es. En la pasada Vuelta a España, su entonces director, Bjarne Riis, le echó de la carrera por dedicar las noches a las bebidas con hielo, las chicas y las discotecas. Y él, el joven ciclista, responde: «Me entreno duro, pero me gusta disfrutar de la vida».

Andy, diferente

Es su elección. Andy es como es. Vive a 200 metros de la casa de sus padres, en la misma calle que Frank y pegado al apartamento de su compañero de equipo y amigo Jacob Fuglsang. Juntos pasan horas jugando a 'Guitar Hero', un juego de música que está de moda entre los usuarios de videoconsolas. Cosas de chavales. El invierno de Andy es para pescar, cazar y jugar con su sobrina, la hija de Frank. «Pasa más tiempo con ella que su propio padre», cuenta Johnny Schleck, el viejo gregario de Ocaña.

Sabe que Frank es el serio y que Andy es distinto. «No me gusta desayunar tanto por las mañanas. Pero me esfuerzo para comer una tortilla de queso y mucho arroz». En la habitación de los hoteles siempre está con Frank. Hermanos y confidentes. En 2010, cuando Frank se cayó al inicio del Tour, le echó de menos. Es su bastón. Un gesto les basta. El pequeño se siente protegido por el mayor.

Van pegados hasta que llegan al autobús del Leopard. Entonces, Andy ocupa su butaca al fondo. Al lado de Cancellara y O'Grady, su colegas de farra nocturna. Ellos se encargan de la música. Cañera. A Andy le va 'King of Leon'. Así arranca hacia las salidas del Tour. A la noche se reúnen en torno a un botella de vino y charlan. En cuadrilla. «Una copita no hace ningún daño, al revés, es bueno para la salud y la moral», dice Andy Schleck, que ayer regresó al Tour. Volvió a ponerse a la par de su verdugo, de Contador.

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