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FERMÍN APEZTEGUIA
Miércoles, 15 de junio 2011, 11:30
Otra vez el verano. Otra vez piernas hinchadas, sensación de pesadez, calambres y hormigueos. Vuelve la amenaza de las varices, que parecen estallar, y la irremediable sensación de cansancio con que el calor abrasa a las personas con problemas de circulación de la sangre. Un horror que padece la mitad de los ciudadanos, aunque no todos por igual. Son uno de cada cinco hombres y hasta el 80% de las mujeres. El verano, sin embargo, también puede convertirse para todos ellos en un auténtico balneario. «La playa es una fuente de salud para el riego sanguíneo», advierte Enrique Samaniego, jefe de servicio de Angiología y Cirugía Cardiovascular del hospital Oncológico de San Sebastián.
«Las varices acaban estropeando la piel de las piernas. De ahí que aparezcan úlceras, que la dañan aún más», detalla el experto. El Sol, «tomado directamente y sin protección», se convierte en verano en un auténtico enemigo del riego sanguíneo. «Pero en la playa podemos encontrar grandes beneficios para nuestra salud», afirma el especialista, que partipará hoy en el foro Encuentros con la Salud de EL CORREO para hablar de 'Verano, calor y circulación sanguínea'.
Refrigerar las venas
Lo más beneficioso para favorecer el retorno de la sangre venosa es, según Samaniego, pasear por la orilla del mar mojándose los pies, allí donde la superficie de la arena es lisa y «lo bastante dura y lo bastante blanda como para que la huella quede marcada por completo». Tiene su lógica. Con cada una de estas pisadas, la sangre de la planta del pie se exprime de tal modo que sale impulsada por las venas profundas de la pantorrilla, con la misma intensidad con que la empujaría un latido del corazón. «Cuando caminamos normalmente, con nuestro calzado de todos los días, sólo pisamos con el arco anterior del pie y el talón», describe Samaniego. El ejercicio de andar contrae, además, los músculos de la pantorrilla, lo que también favorece la circulación.
Al caminar por la orilla del mar, cada golpe de sangre que asciende de los pies al corazón ha sido refrigerado previamente por el agua fresca, lo que aumenta el tono de las paredes venosas. Las venas tienen en su interior unos anillos musculares que se dilatan por efecto del calor.El refresco que les proporciona el golpe de la ola que viene y va hace que se contraigan; y al disminuir su calibre, la sangre circula a más velocidad. «Cuanto más comprimes una manguera, a más presión sale el agua», pone Samaniego como ejemplo.
Los paseos deben realizarse antes de las doce del mediodía y después de las cuatro de la tarde. No sólo porque el sol directo perjudica a las venas varicosas, sino porque la práctica de ejercicio en las horas de más calor es contraproducente. «Aumentas la deshidratación y obligas al corazón a un mayor esfuerzo. A esas horas, los rayos infrarrojos, no ya los ultravioleta, actúan en profundidad sobre las células del organismo. El daño -concluye- es mucho mayor que el posible beneficio».
Lo ideal para favorecer la circulación es terminar el paseo metiéndose en el agua hasta la cintura y «caminando cuatro pasos hacia un lado y cuatro hacia otro». Según Enrique Samaniego, la sangre se activa por la diferente presión a la que se encuentra el agua a la altura de los pies y de la cintura. «De este modo, estoy cuidando las varices, fortaleciendo las venas y propiciando, además un ligero masaje de abajo a arriba que favorece también el riego sanguíneo».
Bicicleta y natación
Para quien no vaya a la playa, el especialista donostiarra asegura que puede lograrse un efecto similar con duchas en las que se combine el agua fría con la caliente y ejercicios que permitan reducir la diferencia de altura que hay entre los pies y el corazón, que es de lo que depende la presión de las venas.
La «postura ideal» para conseguirlo es permanecer sentado dejando los pies sobre un banco más bajo, pero hay otras formas más saludables, como la práctica de la bicicleta estática y la natación. «Hay quien cree que lo mejor es tumbarse con los pies sobre cojines, pero menor presión que cero no tiene sentido. Si duermo con los pies altos, el paquete abdominal presiona hacia arriba mi diafragma y disminuye mi capacidad respiratoria. Tampoco hay que pasarse», concluye Enrique Samaniego.
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