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EL CORREO
Lunes, 6 de junio 2011, 20:56
EL CORREO cerró ayer su edición con lágrimas en lugar de tinta. Antonio Guerrero Troyano, maestro de periodistas, un histórico de este diario, al que dedicó sus 40 años de actividad profesional y que dirigió entre 1990 y 1993, y sobre todo un amigo de esta casa, murió a los 79 años tras ser sometido a una intervención quirúgica en el hospital de Cruces. Falleció mientras aguardaba a cumplir en los próximos días su ilusión de asistir a la procesión de la Virgen del Carmen en la malagueña Teba, localidad que le vio nacer en diciembre de 1931 y que le nombraría hijo predilecto. Un título por el que siempre sintió especial orgullo y que compartía con premios como la Distinción de Honor de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, concedida en 2008 por su «dilatada y brillante trayectoria y méritos profesionales».
Antonio Guerrero poseía la mirada grande y limpia de los reporteros. Sentía predilección por este género. El País Vasco al completo, que recorrió palmo a palmo, puede vislumbrarse en sus crónicas. Por una de ellas seguirá aquel baserritarra de Larrabetzu que tenía un gallo amaestrado y que el Gobierno de Estados Unidos se llevó a su país para adiestrar perros lazarillo. Un buen reportaje, dicen, es el que se adentra más allá del cerebro hasta tocar el corazón, el que se convierte en música; y, en ese sentido, él poseía el don de la escritura sinfónica. También el de la intuición. Durante una Vuelta Ciclista que organizaba EL CORREO, y en connivencia con el pastor del Gorbea, advirtió que nevaría en mayo. Y la carrera hubo de pararse por unos copos como cerezas.
Pisó por primera vez EL CORREO en 1953 como estudiante en prácticas. Un año más tarde, tras finalizar sus estudios en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, se incorporó de forma definitiva a la Redacción. Notas, informaciones, sucesos, esquelas... Desempeñó todas las labores de un diario de la época -entonces un oficio artesanal, aunque tan adictivo, o más, a como lo sigue siendo hoy- con el brillo del que su amplísima cultura impregnaba a sus textos, hasta convertirse en el redactor-jefe más joven de la prensa española con 23 años.
Su profesión le llevó entre 1959 y 1960 tierra adentro con la misión de modernizar 'El Correo de Zamora', sin desvincularse de este diario. Volvió de allí y, en 1961, ocupó el cargo de subdirector de EL CORREO. Compaginó su infatigable labor en el periódico, del que fue 'alma mater' durante décadas, con el desempeño de tareas directivas en la Asociación de la Prensa de Bilbao -que presidió entre 1969 y 1976-, en la Federación Española y en 'La Hoja del Lunes', que dirigió entre 1970 y 1976. De la mano de Antonio Barrena, convirtió EL CORREO en el líder indiscutible de la prensa vasca en los convulsos años de la Transición.
La imagen que encabeza esta página refleja al que fuera nuestro director entre 1990 -cuando sucedió a Barrena, con el que colaboró estrechamente- y 1993, año en el que fue sustituido por José Antonio Zarzalejos. Es la fotografía de un hombre que observa, que escucha, humilde, dispuesto al consejo. Sus ojos están llenos de contenido. Habla con la mirada, con el gesto. Transmite reflexión, experiencia, sabiduría... Le llamábamos, y con total razón, 'el Maestro'.
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