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El Fandi da un pase con el capote a su segundo. :: EFE
Carácter de El Fandi
SOCIEDAD

Carácter de El Fandi

Blanco de agravios, el torero granadino responde con honradez y profesionalidad

BARQUERITO

Sábado, 28 de mayo 2011, 04:47

Una ensalada de toros de cuatro casas: cuatro del hierro anunciado de Las Ramblas, que fueron de su padre y de su padre; un toro de José Vázquez que completaba la corrida; y tres sobreros: uno de Vázquez, devuelto por claudicar; otro, de los Ortigao Costa, que se soltó sin divisa, fue el más enclenque de cuanto va de feria y acabó volviendo a corrales porque se desinfló; y un tercero, de José Luis Iniesta, que hizo cuarto tris y fue, por cierto, el toro de la tarde.

El Cid había firmado la corrida de Las Ramblas y cambió para bien la moneda, porque el toro de Vázquez tuvo nobleza antes de rajarse, porque no le hizo sufrir y porque el toro de Iniesta descolgó con calidad y nobleza. Fue el mejor de los nueve. A ese impensado golpe de teatro y fortuna correspondió El Cid con entrega. Excelente el estilo. Abusó de los capotazos de brega y doma, que mortifican al toro que sea. Corrido, el toro cobró un buen puyazo primero, se movió de bravo en banderillas y estuvo en la muleta enseguida. Listo, El Cid abrió sin pruebas: de largo, casi en los medios y dando al toro viaje a querencia, con la zurda y mano baja, engaño por delante. Perfecto.

Mejor la primera tanda que la segunda y la segunda que la tercera, porque en el primer muletazo se metió el toro y El Cid lo acusó. Abrir tanta distancia no fue el mejor remedio. Al menor tirón, perdía el ritmo. Luego lo recomponía, porque El Cid abrochó con la idea de asentarle. Con la diestra se abrió en exceso, pero se columpió él mismo más que el toro, que vino por fuera y rebrincado. Fue faena de más a menos. Se quedó con la miel en los labios todo el mundo. Incluido el toro de José Luis Iniesta, que nunca había lidiado en las Ventas uno a su nombre y que se soltó sin divisa.

El Cid tuvo de cara ese toro y el favor de su gente. Por ser él, y sólo por eso, el toro más birria de toda la feria, el segundo sobrero de los Costa, se jugó sin una sola reclamación. Si ese toro le toca a otro, queman la plaza. El Fandi fue, esta vez blanco de toda ira. Protestaron el primero de sus dos toros que, escarbador, frenado y algo revoltoso, no fue sencillo. La respuesta de El Fandi fue admirable: salir por todas en el otro turno, con un quinto serio y remangado.

Una larga cambiada en tablas, seis lances de salida de temple, dos pares de banderillas comprometidos y una faena de muleta que dio de sí lo mismo que el toro, que no tenía golpe de riñón y miraba al volverse. Una estocada extraordinaria, de las mejores, y dejándose llegar el pitón de cruce hasta los alamares del chaleco. El Fandi volcó a favor el ambiente. Parecía imposible. No le dejaron salir a saludar los mismos que habían ido a los toros sólo para asarlo.

Entrega y firmeza

Con la hierba en la boca, llamado para una sustitución en San Isidro dos semanas después de la confirmación de alternativa, el mexicano Arturo Saldívar pisó plaza con firmeza y entrega. El toro más chico e inocuo de los cinco sorteados; el más grande, un casi mastodóntico cinqueño ya al borde de la edad reglamentaria. Áspero, parado, a la espera, a porrazo limpio, este sexto, que miraba por encima de los engaños, le dejó entretenerse bastante menos que el tercero.

Pero con los dos se quedó muy quieto. Dos veces se trajo atrás en semicírculo al sexto, y eso fue machada y milagro. Estuvo muy de verdad con el tercero. O sea, muy valiente. Improvisando y sorprendiendo. Sin redondear: es torero nuevo.

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