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A. SANTOS
Martes, 24 de mayo 2011, 04:57
Guipúzcoa se ha convertido en feudo de la izquierda abertzale. Casi todo el territorio. Además del aplastante triunfo de Bildu en las Juntas Generales, la coalición independentista tiene asegurado el gobierno de, al menos, la mitad de los ayuntamientos. De los 88 municipios, 44 estarán en sus manos porque disponen de la mayoría absoluta. En otra docena de localidades han sido la fuerza más votada, pero deberán alcanzar pactos con otras formaciones para no verse desplazados del poder.
Ninguna otra sigla se asoma, ni de lejos, al poder de la izquierda abertzale. PNV, Aralar y PP solo tienen garantizado un consistorio, aunque los jeltzales son primera fuerza en otros cuatro y la formación de Aintzane Ezenarro en una más. El PSE tiene que pactar para conseguir otros 4 ayuntamientos. El resto quedarán en manos de agrupaciones locales.
La antigua Batasuna demuestra su poderío en enclaves que han sido suyos por tradición, como Mondragón, Hernani, Pasaia -su triunfo ha sido arrollador aquí y un serio revés para el proyecto de puerto exterior-, Astigarraga, Lezo, Oiartzun y Zizurkil. Pero también se ha impuesto en localidades de mayor raigambre peneuvista como Azpeitia, Bergara o Lazkao. En total, en este territorio dispondrán de 442 concejales. Muy lejos del PNV, que se ha quedado en 188 ediles, doce menos que en 2007. Y a años luz del PSE, que tiene 96 ediles, 41 menos que hasta ahora. De la izquierda abertzale son más del 40% de los representantes locales.
Los jeltzales reconocían ayer los malísimos resultados que han cosechado en Guipúzcoa. Para su consuelo solo les queda mirar a Hondarribia, Orio y Aia, joyas de la corona nacionalista. Para los socialistas, el dulce se saborea en Eibar, Irún, Zamarraga y Lasarte-Oria, aunque en ninguno de ellos cuenta con mayoría absoluta. En ese último municipio, el PSE apenas nota la marcha de su antigua alcaldesa Ana Urchueguia.
Lío en las Juntas
El meollo de la cuestión en este territorio histórico reside, sobre todo, en las principales instituciones. Juntas Generales y Ayuntamiento de San Sebastián tienen 'locos' desde el domingo a los responsables de las principales fuerzas. Con Bildu ganadora, la cuestión es descubrir si el resto se pone de acuerdo para desplazar a la izquierda abertzale. Cuestión de hacer números y llegar a acuerdos, aunque sobre la mesa el panorama parece complicado. El PNV aspira a hacerse con el palacio foral, pero para ello debería sumar sus 14 junteros a los diez del PSE y a los cuatro de Aralar, con el fin de adueñarse de la mayoría absoluta y desplazar a una izquierda abertzale establecida en 22 representantes.
A cambio, Joseba Egibar tendría que escuchar durante cuatro años las acusaciones de la coalición, que a buen seguro le reprocharían la alianza con los 'españolistas' para sacar del poder a la fuerza más votada. En contra juegan también las malas relaciones que mantienen el presidente del Gipuzku buru batzar y Miguel Buen. Solo la posibilidad de que los socialistas obtuvieran, a cambio, la Alcaldía donostiarra podría convertir en compañeros a quienes hasta ahora eran enemigos.
Ambas formaciones deberán analizar qué es lo que han hecho mal en estos últimos cuatro años. Los jeltzales siguen siendo la segunda fuerza del territorio, pero caen en cerca de 9.000 votos. Los socialistas bajan del primer al tercer cajón, desplazados por la ola de Bildu y la debacle de José Luis Rodríguez Zapatero en el Estado. En el camino se han dejado la nada despreciable cifra de 17.000 papeletas.
Llamativo es también el retroceso de Aralar. En 2007, en coalición con Ezker Batua, consiguió 33.600 votos. Ahora ambas formaciones por separado apenas han superado las 15.000 papeletas, 13.600 para el partido de Aintzane Ezenarro.
Todos quedan muy lejos de Bildu que, con sus más de 119.000 apoyos, ha roto todos los registros. No es la primera vez que la izquierda abertzale es la fuerza más votada del territorio, pero sí con una diferencia tan notable. Los 47.000 votos respecto del PNV, sumados todos los ayuntamientos, y los 39.000 en las elecciones a las Juntas Generales evidencian que los guipuzcoanos quieren algo diferente de lo que le estaban ofreciendo los partidos.
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