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J. G. PEÑA
Domingo, 22 de mayo 2011, 05:37
Alberto Contador se subió a un helicóptero al poco de bajar del podio. Ni rueda de prensa dio. Ya pagará la multa. Corría, volaba para descansar. La etapa de hoy sale 200 kilómetros de montaña más allá. Se libró de tres o cuatro horas de autobús, del atasco, el frío y la granizada. Pero se olvidó algo: su bicicleta, la más ligera, la que cambió a 60 kilómetros de la meta porque es la que mejor escala. Durante un rato, la bici estuvo allí sola, al lado de la de Igor Antón. Máquinas. Testigos de un día histórico en la biografía de un equipo único, sostenido por el aliento de la afición vasca: el Euskaltel-Euskadi. El equipo de las tres cimas: el Zoncolán de Igor Antón en el Giro se suma a la cumbre de Abantos en la Vuelta y la de Luz Ardiden en el Tour, las dos firmadas por Roberto Laiseka. Unidos.
En 2001, Igor Antón era un crío sin bozal. Convenció a sus padres para llevar la bicicleta a Luz Ardiden. Quería subir como los mayores, como Armstrong y como Laiseka. Sus padres escalaron en coche; él a pedales. «Agarré un melocotón tremendo». Llegó apajarado. Pero con ojos de sobra para ver a Laiseka festejar la primera victoria de etapa del Euskaltel-Euskadi en el Tour. Compartió la alegría desde la cuneta y luego se dio cuenta de que había perdido las llaves del coche. Susto. Al final, las recuperó y la familia pudo volver. Nadie lo sabía, pero aquella tarde de calor pirenaico había empezado el relevo: de Laiseka a Antón.
Todo comenzó con Laiseka. «Eskerrik asko, Roberto», le dijo Miguel Madariaga, presidente de la Fundación Euskadi, en un acto público en la Diputación de Vizcaya cuando el ciclista vizcaíno colgó la bicicleta. Una caída en el Giro le había machacado la rodilla derecha trece temporadas después de su debut. «Gracias, Roberto». Y él, el 'viejo cascarrabias', soltó las lágrimas que sostenía encasquilladas. Acababa de ingresar en la leyenda del equipo.
El pionero
Laiseka es el primer símbolo del conjunto vasco. El pionero: fue el primero en subir a un podio el maillot del Euskadi. Y tuvo una curiosa manera de hacerlo: él, un escalador, ganó los sprints especiales del Trofeo Navarra 1994. También fue el primero en lograr una etapa de peso, en Abantos, en la Vuelta a España 1999. «Hoy he demostrado que puedo estar entre los grandes», soltó en aquella rueda de prensa. Aquel triunfo rescató al equipo de una situación crítica. El proyecto se disipaba entre deudas. Laiseka lo sostuvo con sus dos brazos en alto al cruzar la pancarta del puerto madrileño.
A él también correspondió abrir la cuenta en el Tour. En 2001. En la última etapa de montaña, la que acababa en Luz Ardiden. En el sitio justo, escoltado por una hilera de aficionados vascos, el coro para el mejor día de su vida. Hacía el calor que tanto le gustaba. Armstrong y Ullrich venían por detrás, a lo suyo, a la lucha por el Tour. Laiseka, hablando solo entre jadeos, iba delante con las costillas marcando el maillot naranja, el color aquel día de la montaña. Ante toda su hinchada. Arriba, al llegar, no dejó de gesticular. Plenitud. El ciclista antiguo, el que no se entrenaba si llovía, el que nada quiso saber de pulsómetros o casco, premiaba a un equipo tan singular: de cantera.
«El tiempo ha pasado muy rápido. Parece que sólo han sido un par de años», dijo Laiseka al retirarse. La suya es una historia a la contra. Dominó la Bira cuando todos hablaban de Mikel Zarrabetia. Pasó al campo profesional tarde, cuando ya nadie apostaba por él. «Si no sale el Euskadi, no paso». El Euskaltel ha sido la única casa de Laiseka y de Antón, su único maillot. Dijo Nietzsche que «los grandes, como las montañas, se comunican por las cumbres». Laiseka, desde Abantos y Luz Ardiden, habló ayer con Igor Antón, el chaval que andaba a vueltas por el Tour en 2001 y que ayer completó la colección de cromos del Euskaltel-Euskadi: ya tiene etapas en el Tour, la Vuelta y ahora el Giro. Las tres grandes resumidas en Laiseka y Antón.
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