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El holandés Slagter heló al Giro con su caída en la polémica etapa de ayer, saldada con varias contusiones y un pómulo fracturado. :: EFE
«No soy ciclista de ciclocross»
CICLISMO

«No soy ciclista de ciclocross»

Contador critica que «no merece la pena» tomar tantos riesgos y el Giro anuncia que revisará el descenso de tierra de Crostis

J. G. P.

Jueves, 12 de mayo 2011, 10:25

Más que cruzar la meta, los ciclistas parecían huir de ella. Como de un bombardeo. Y hablaban con vocabulario de batalla. Alberto Contador e Igor Antón coincidieron en una frase: «He salvado el día». Habían esquivado los proyectiles. No como el joven holandés Tom Slagter. Su cuerpo, tieso en el suelo durante unos segundos a diez kilómetros de la meta, desencajó a todo el Giro. ¿Otra vez? El cadáver de Wouter Weylandt, fallecido en una caída el lunes, sigue presente. Esta vez, no. Slagter, trasladado en ambulancia al hospital de Orvieto, 'sólo' tiene un pómulo roto y una ristra de contusiones. Eso sí, heló la carrera. Alargó el brazo para coger una botella de agua de manos de un auxiliar del Euskaltel y tocó sin querer con su rueda delantera la trasera del ciclista anterior. Voló. Y aterrizó en seco. Su tropezón fue en un tramo de asfalto. Contador y Antón, con su crítica al unísono, se referían a los kilómetros de tierra. «No soy ciclista de ciclocross», protestó a voz alzada el madrileño.

«Esto no merece la pena», prosiguió. «Con cosas así te juegas que se produzcan caídas. Y luego el resultado de la carrera puede quedar desvirtuado». Tenía cara de alivio, de haber salido indemne de un susto tremendo, el que le provocó Nibali en el descenso de tierra. «Me ha apretado, pero con la ayuda de los demás le hemos cogido». Ya sabe lo que le espera.

Igor Antón subió con Contador el puerto de Fighine y también la cuesta final de Orvieto. Juntos y coincidentes: «Parecía una carrera de ciclocross. Supongo que es bonito para verlo por televisión y para el espectáculo, pero es muy peligroso». Ha descontado una etapa hostil. Como David Arroyo, segundo en el pasado Giro pese a haber sido víctima de una etapa similar (Montalcino) en aquella edición. «Lo peor es antes de llegar a los tramos. La tensión. Todos queremos entrar delante y todos no cabemos». Cuestión de física. Mientras Arroyo lo contaba, pasaban al lado Oroz y Mínguez, dos ciclistas del Euskaltel molidos a golpes por la zanja de tierra blanca. Igual que Millar, el líder caído. Sangre y polvo sobre el maillot rosa.

Y cerca también, Lastras, irónico, recordaba una frase de Ángelo Zomegnan, el director del Giro: «Al que no le guste, que no venga». Más ironía: «Mira, hoy, como había tramos de tierra, he llevado este bote con líquido antipinchazos. Si pinchas, lo metes con una jeringa en el tubular y puedes seguir adelante. Ya ves, ahora que están prohibidas las jeringuillas en este deporte...». Las voces de los ciclistas se han unido contra el peligro de este Giro. Ayer, Zomegnan anunció que van a revisar el descenso de tierra del Crostis, el tremendo puerto que espera a los ciclistas en la decimocuarta etapa. «La seguridad de los corredores es prioritaria», dice.

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