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:: JOSÉ IBARROLA
De mayor quiero ser clarividente
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De mayor quiero ser clarividente

Rechazada la solución de la clarividencia ideológicamente motivada, ¿qué nos resta? Asumir que, digan lo que digan los tribunales sobre Bildu, lo mejor que podemos hacer es aceptarlo como la única solución prudente y adecuada

J. M. RUIZ SOROA

Sábado, 30 de abril 2011, 05:39

Si hay algo que este humilde opinante envidia en este momento es la pomposa clarividencia de que hacen gala, de un lado y de otro, casi todos los partidos, grupos o personas que opinan públicamente sobre Bildu, esa coalición electoral compuesta por dos partidos políticos legales (Eusko Alkartasuna y Alternatiba) y un sin número de independientes proporcionados por (y proporcionales a) la izquierda abertzale.

Unos tienen claro, absolutamente claro, que una agrupación electoral así compuesta, avalada por dos partidos plenamente legales, de la que forman parte un montón de personas independientes sin vinculación fuerte ni patente con ETA-Batasuna, debe poder presentarse a las elecciones sin dificultad y que impedirlo sería una violación clamorosa del derecho constitucional a la participación política, salvo en aquellos casos concretos y puntuales en que pudiera demostrarse más allá de toda duda la vinculación de un candidato concreto con el complejo-Batasuna que fue ilegalizado. Esta es la clarividencia en su variedad progresista y nacionalista, inspirada sobre todo por el optimismo de la voluntad.

Otros, los de la clarividencia conservadora, consideran no menos evidente que la coalición electoral Bildu ha sido diseñada una vez más por ETA-Batasuna como enésimo intento para sortear la ilegalización de ese complejo. Son los mismos, eternamente los mismos, se pongan la etiqueta que se pongan y digan lo que digan, dice el pesimismo de la experiencia. Que rechacen la violencia o que aspiren a un futuro de actuación exclusivamente política no cambia nada, porque están contaminados por su nacimiento más que por su conducta, cree la derecha.

¡Afortunados clarividentes! ¡Envidiables seguridades! ¡Maravillosa ideología, que permite ver claro allí donde los demás mortales vemos sólo confusión! ¡Hasta el lehendakari López tiene claro que si Eusko Alkartasuna avala la coalición tiene por fuerza que ser legítima, pues nunca un partido legal y democrático podría pactar con ETA o colaborar en su estrategia (Lizarra aparte, claro)!

Me parece a mí que la realidad política de la etapa del fin del terrorismo es por sí misma desordenada y borrosa, y que este es un principio que no debería nunca olvidársenos a la hora de analizar lo que sucede. Porque tan confusa es la realidad que su definición puede escapar a las categorías lógicas ordinarias, como me temo que sucede en este caso. ¿Está ETA-Batasuna detrás de Bildu? Sí y no, ambas cosas al mismo tiempo. No es ETA la que ha diseñado ella sola la operación electoral, pero sí es patente que la permite y anima, que tal operación forma parte de un proceso de adaptación del terrorismo a una nueva situación y a una nueva estrategia. ¿Rechazan la violencia los candidatos de Bildu? Sí, aunque sea con las fórmulas estereotipadas y perifrásticas diseñadas por Batasuna. ¿Desea realmente la izquierda abertzale participar en el proceso democrático al margen de cualquier acción violenta y rechazando ésta? Sí, aunque sin perder el capital simbólico de la violencia pasada. ¿Está la izquierda abertzale intentando incorporarse al proceso democrático normal? Parece claro que sí. ¿Está ETA de acuerdo con ello? Respuesta también afirmativa. Pongan ustedes orden lógico y jurídico en este caos. La confusión no puede ordenarse, sino sólo describirse: ETA está adaptándose a un nuevo escenario (un tiempo nuevo, dice) en el que deja de operar como actor violento aunque no desaparece ni se disuelve, y en el que la izquierda abertzale asume, con su complacencia lejana, el timón de su propia estrategia política, que pasa por distanciarse tanto en la teoría como en la práctica de la propia ETA. Por fin tenemos a un brazo político abertzale que es independiente del terrorismo y lo rechaza, aunque lo hace de acuerdo con ese terrorismo devenido letárgico. Narrado de manera más ilógica todavía, al igual que ETA fue capaz en el pasado de crear su propio movimiento pacifista, que lo fue, es ahora capaz de tolerar y amparar a su propio movimiento antiterrorista. Absurdo, claro está, pero ¿dónde está escrito que la realidad no pueda ser absurda? A corto plazo, en el momento que estamos viviendo en que el terrorismo intenta reconvertirse en otra cosa, conviven a la vez realidades y tendencias contradictorias: independencia y dependencia, cambio y conservación, nuevas ideas y viejas rémoras, lo que quiere nacer y lo que no quiere morir.

Y entonces, ¿qué propone usted? Porque, a la postre, la política consiste en dar respuestas claras a situaciones borrosas, y hacerlo casi siempre con información y comprensión insuficientes. Rechazada la solución de la clarividencia ideológicamente motivada, ¿qué nos resta? Pues creo que nos queda sólo la apuesta de Pascal, es decir, jugar toda nuestra confianza al único resultado que nos beneficia en todo caso, incluso si nos equivocamos. Esa apuesta se llama en este caso Estado de Derecho: y consiste en hacer un acto de fe y asumir como si fuera un axioma indubitado que, digan lo que digan los tribunales en este caso, lo mejor que podremos hacer es aceptarlo a priori como la única solución prudente y adecuada. O lo que es lo mismo, fiar más en lo que nos constituye como demócratas que en nuestra particular forma de clarividencia.

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