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J. GÓMEZ PEÑA
Lunes, 11 de abril 2011, 10:05
A Jonathan Hivert no le esperaba nadie en la meta de la Klasika de Amorebieta, de la carrera con nombre de estación: el gran premio Primavera. Claro: 'hiver' significa 'invierno' en francés. Y después de una semana de verano, a todos sorprendió la llegada de Hivert, ganador al sprint ante el vizcaíno David López y el belga Nick Nuyens. Los dejó congelados. Apareció de repente, como un alud. No se había dejado ver en ninguno de los tres pasos por Montecalvo. Allí resistió las arrancadas de Igor Antón, en duelo a carne viva con Intxausti. Mientras las dos perlas del ciclismo vasco cruzaban bofetadas a pedales, Hivert hibernaba al fondo del grupo. Sólo tenía una opción: el sprint. Y como nadie lo evitó, Hivert puso su frío apellido a la Primavera.
La peor lluvia es la que apenas cae. Unas gotas tras días de calor convierten la carretera en un cristal. Aceite. Los ciclistas salieron como si huyeran: 47 kilómetros en la primera hora. Iban y volvían a Amorebieta, ciñendo curvas y botando sobre ese campo minado de badenes que tachona las carreteras. Brinca el pelotón y se cae. Mikel Nieve casi se pierde el billete al próximo Giro. Fue un susto. Su clavícula aguantó el impacto. A otros, como al ruso Shalunov -ganador del pasado Memorial Valenciaga- la carrera se les fue en esos patinazos. Lluvia ácida.
Luego, el cielo se entreabrió. Algo de luz. Algo de primavera. Y, al fin, una escapada: la de Bizkarra (Orbea), Rosendo (Andalucía), Vilela (Onda) y Ryabkin (Caja Rural). Les sirvió para llevarse los aplausos de la primera subida a Montecalvo. La Klasika estaba detrás: en las miradas de reojo que se echaban el Euskaltel, que tensaba el arco de Antón, y el Movistar, que barajaba tres cartas: la baza escaladora de David López, el as del talento de Intxausti y la velocidad de Ventoso.
En eso, ya en el segundo paso por Montecalvo, brotaron un montón de colombianos. Morenos, menudos, agresivos. Y muchos: Quintana, Chalapup, Cano, Atapuma... Su equipo tiene nombre de lema: Colombia es Pasión. Así corren. También elevaron la temperatura del tercer viaje por Montecalvo. Ahí, el Movistar perdió a Ventoso. Ya no les servía el sprint. Tampoco a Antón. El escalador de Galdakao activó la subida. Ágil. A punto para el Giro. Sólo Quintana e Intxausti soportaron su ráfaga. Antón e Intxausti dejaron en esas curvas que tantos duelos han visto la imagen que marcará 'Primaveras' del futuro. Suena bien: a aplausos, piques y emoción. A ciclismo.
Paciencia
El descenso, ya casi seco, juntó a una quincena. De repente, casi abajo, la lluvia insistió. Como Txurruka, que se lanzó en compañía de Lastras hacia el ascenso final a Autzagane. Otra vez un Euskatel y un Movistar. Ciclismo telefónico. «Antón tenía que haber arrancado en Autzagane, pero como iba Txurruka por delante se ha frenado», contó Gorka Gerrikagoitia, director del equipo naranja. Fue Nuyens, el reciente vencedor del Tour de Flandes, el que probó. Le sobra músculo y experiencia, pero le faltó temple. Se suicidó. En cambio, entre esa quincena de elegidos latía agazapada la esperanza de Hivert. Silenciosa y letal.
Si Montecalvo no había podido con él, ya nadie lo haría. «Sabía que en la recta final pegaba el viento en contra. Había que tener paciencia». La tuvo. Apretó el resorte en el momento justo, mientras a sus rivales los barría el aire. Por la izquierda, casi sin querer, David López remontaba a los dorsales agotados y se colocaba segundo. «Será que ahora soy esprinter», bromeó en la meta. No esperaba ya ese puesto. Ni la Primavera a un francés de apellido invernal.
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