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Jesús Eguiguren, Patxi López y Marcelino Iglesias, secretario de Organización del PSOE. :: TELEPRESS
Al PSE se le descolocan las piezas
POLÍTICA

Al PSE se le descolocan las piezas

La evolución de la izquierda abertzale se confirma como la cuestión que más puede poner en peligro la alianza con el PP Su apuesta por un discurso con matices propios sobre el final de ETA choca con el PSOE y el PP

DAVID GUADILLA

Domingo, 20 de marzo 2011, 03:52

El pasado 12 de enero Patxi López modificó su agenda para realizar un viaje no previsto. A media mañana abandonó Vitoria rumbo a Madrid. Su destino: La Moncloa. ETA había decretado dos días antes un alto el fuego «permanente, general y verificable». A la capital de España también se desplazó el consejero de Interior, Rodolfo Ares. Durante cerca de tres horas se reunieron con José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Los cuatro coincidieron en que el camino hacia la paz avanzaba, pero que había que mantener la «firmeza». Sin embargo, el lehendakari también trasladó a sus interlocutores que veía necesario introducir «matices». Hablar de «esperanza». Que el mensaje que se oía en Madrid no podía ser el mismo que se escuchaba en Euskadi. Sobre un mismo fondo, el PSE tendría margen de maniobra.

No era sencillo. Se trataba de hacer equilibrios complicados: aguantar la presión del PP nacional sin romper el pacto en Euskadi, evitar divergencias de calado entre el PSOE y los socialistas vascos, manejar los diferentes ritmos que hay en el PSE, demostrar a la izquierda abertzale que hay una cierta receptividad a su mensaje, no ofender a las víctimas... Todas las piezas tenían que estar en su sitio. Y varias se han descontrolado.

Fue a raíz de la presentación de Sortu el 7 de febrero cuando el PSE y el propio López ahondaron en su planteamiento. Se insistía en que Sortu tiene que dar más pasos, pero la puerta de la legalización quedaba abierta.Y en estas apareció Zapatero. El castillo de naipes empezaba a ser zarandeado. En una comparecencia en el Congreso, el presidente proclamó la pasada semana que, «con ETA viva», la nueva marca de la izquierda abertzale tendrá serias dificultades para estar en las urnas. La frase se entendió como una elevación del listón: ya no valía con que Sortu se desmarcase del terrorismo, sino que la banda tenía que desaparecer. Nadie en La Moncloa desmintió esta interpretación.

Desacuerdo con Zapatero

Correcta o no, López demostró que no estaba de acuerdo. En una entrevista publicada hace justo siete días dijo que ambas cuestiones no tenían por qué estar vinculadas. El miércoles, en el Foro ABC en Madrid, insistió y recalcó que no se puede poner condiciones nuevas a Sortu «cuando nos conviene».

Para entonces una nueva pieza había entrado en juego: Jesús Eguiguren. El lunes por la noche, el presidente del PSE llama al lehendakari para informarle de que ha enviado un artículo a la prensa. Que no sabe cuándo se publicará, pero que trata sobre la legalización de Sortu. A López le recorre un sudor frío. Teme que su «amigo», con el que mantiene una estrecha relación, le vuelva a meter en un lío. No sería la primera vez. La primavera pasada ya tuvo que desautorizarle en el Parlamento, aunque meses después rompió el protocolo en un acto público para salir en su defensa. Así es su relación.

El texto aparece al día siguiente. Carga contra el PP, pide la legalización de Sortu y critica a Zapatero por su «falta de valentía». A López no le gusta porque acelera los ritmos previstos y porque genera un frente interno al arremeter contra el presidente. A muchos socialistas -fuera y dentro de Euskadi- tampoco les convence. A otros sí. Ese mismo día hay Consejo de Gobierno. El lehendakari escribe de su puño y letra la declaración que luego leerá Idoia Mendia. En ella se dice que la postura del Ejecutivo la marca el lehendakari, no Eguiguren. Horas después, el PSE dice en un comunidado que comparte «en lo sustancial» las reflexiones de su presidente, salvo las críticas a Zapatero.

La bola engorda el miércoles. Aparece otra entrevista de Eguiguren. En ella carga contra Mendia -«debe tener un respeto al presidente del PSE»- y contra la dirección de su formación -«soy el presidente del partido y no estaba informado de ese comunicado»-. Saltan algunas alarmas. Se suceden las llamadas y los 'sms'. Eguiguren admite a sus compañeros y a la propia Mendia -con la que mantiene una «excelente relación»- que cuando le hacen las preguntas no había leído ni la declaración del partido ni había escuchado a la portavoz. Tampoco que el autor era el propio López. Que se había guiado por los titulares. Ese mismo día, Eguiguren llama a Zapatero para darle explicaciones. Después se declara «fan» suyo. La segunda pieza queda bajo control.

El mosqueo del PP va en aumento. En Madrid, los dirigentes nacionales -Esteban González Pons y Dolores de Cospedal, sobre todo- cargan con extrema dureza contra López y Eguiguren. Los populares vascos frenan la ofensiva. «Se van a decir muchas cosas, pero yo solo juzgaré al lehendakari por sus acciones», sostiene Basagoiti. Y es entonces cuando el castillo queda al borde del colapso.

El vaso de agua

Porque de las declaraciones se pasa a los hechos. El grupo parlamentario del PSE decide registrar una proposición no de ley en la que se habla de «momento esperanzador» y «celebra» el giro de la izquierda abertzale, pero añade que «el Parlamento vasco desea que Sortu se halle en condiciones de evidenciar que puede ser una formación política legalizada». Demasiado para los populares. Se encienden las luces rojas. El PP exige su retirada. Por primera vez en dos años, el pacto que permite a López ser lehendakari está en peligro y se demuestra que la evolución de la antigua Batasuna es la cuestión que más posibilidades tiene de hacer crujir la alianza.

Los socialistas hablan de «tormenta en un vaso de agua»; los populares, de «gota que colma el vaso». En cualquier caso, y para que el agua no se derrame, las llamadas vuelven a sucederse y el PSE «aparca» la resolución. ¿Por qué presentaron los socialistas una propuesta para luego retirarla? En teoría, para adelantarse al PNV, que iba a registrar una similar. Altos cargos del partido admiten que fue un error de bulto, «de principiante», una precipitación. «A algunos les puede la ansiedad», sostiene uno de ellos. Un miembro del 'aparato' recalca que, «de todo lo ocurrido, lo más grave con diferencia ha sido esto». Un cargo público vizcaíno matiza: «Presentarla fue un pequeño error, retirarla uno mayor». Porque ha dejado la imagen de un PSE controlado por el PP.

Tres circunstancias que por separado no hubiesen ido más allá provocan una reacción en cadena. La apuesta de los socialistas vascos por marcar distancias con Madrid, de reforzar el liderazgo del lehendakari, se tambalea. La izquierda abertzale ha valorado los pasos del PSE, el PP ha rebajado su enfado y todo es reconducible. Pero el PSE admite el daño causado. Alfredo Pérez Rubalcaba pidió el viernes que cese el ruido sobre Sortu y «evitar discrepancias que no ayudan». No es tan sencillo. Un día antes, Eguiguren explicaba con una gráfica frase cómo es el PSE: «No hay discrepancias, lo que ocurre es que somos un poco anárquicos en las declaraciones».

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