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Opinión

Entre Merkel y Durán

TONIA ETXARRI

Miércoles, 16 de febrero 2011, 10:18

Primero fue Angela Merkel y todo el 'gran hermano' europeo quienes emplazaron al presidente de gobierno a enderezar la ortografía de su política económica. Y ahora, en casa, en el Congreso y el Senado, los nacionalistas de CiU abanderados por Durán i Lleida y apoyados por el PNV, le han dado un empujón para que empiece a definir su política en materia energética. Pocas promesas electorales le quedan ya por incumplir al presidente Zapatero. Después del viraje forzoso que tuvo que dar a la reforma laboral, apremiado por la UE, se ha venido aferrando a su visión romántica sobre las centrales nucleares (ez, eskerrik asko). Por «coherencia con el programa con el que se presentó como candidato», asegura un íntimo colaborador.

De su gobierno, Rubalcaba, Salgado, Sebastián, Garmendia o Blanco, unos años después de haberse quedado prendados de las desalinizadoras de la exministra Narbona, se han ido percatando de la necesidad de distribuir los huevos en varias cestas. Las centrales nucleares, probablemente no sean nuestra salvación pero no nos va a quedar más remedio que optar por un sistema combinado de energía nuclear más la renovable.

La indecisión de Zapatero en esta materia había provocado un vacío tan ostensible en su acción de gobierno que el fantasma de las centrales nucleares se le ha ido colando a la mínima oportunidad. No sólo con el cierre de Garoña, que se da ya por amortizado. En torno a los cementerios nucleares, por ejemplo. El de Ascó. Su lugar en el mapa apareció en el momento más inoportuno para el expresidente de la Generalitat, José Montilla, que afrontaba su campaña electoral y tuvo que decir entonces , mientras el ministro Sebastián buscaba quien quisiera tener cerca un almacén nuclear, que él no estaba en contra de la energía nuclear pero que no la quería en su jardín catalán. Un pánico escénico compartido en aquella ocasión por CiU.

Y el último hueco por donde se volvió a filtrar la sombra alargada de esta energía fue en la negociación entre el gobierno y los sindicatos que, en una de las operaciones de marketing más torpes que se recuerdan, una de las partes contó que la ampliación de la vida de las centrales estaba siendo 'moneda de cambio' . Y, de repente, como por arte de birlibirloque, el debate de la jubilación se vio contaminado por un caos nuclear.

Las convicciones medioambientales son bien acogidas pero muchos de nuestros políticos se resistían a subir al tren de la modernidad porque no querían admitir que, desde la catástrofe de Chernobil, la técnica y la ciencia han avanzado mucho, que las centrales nucleares ya no son lo que eran y que un país como España que presenta una fuerte dependencia exterior de la energía eléctrica, casi un 85 por ciento, tiene pendiente ese gran debate. CIU, con el apoyo del PNV, ha logrado, y es de justicia reconocerlo, dar un toque de modernidad en la política energética de nuestro país. Larga vida a las centrales nucleares, que, sin duda, tendrán que ir combinadas con las renovables. Un complejo menos. Felipe González venia predicando en el desierto hace ya un par de años. Pero como él ya no gobierna, le resulta más fácil admitir que ha tenido que cambiar de opinión.

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