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A. SANTOS
Sábado, 29 de enero 2011, 03:47
Uno de los etarras más sanguinarios, el exmiembro del comando Donosti Valentín Lasarte Oliden, cumplirá los 370 años de cárcel a los que está condenado cerca del domicilio familiar después de haber sido trasladado recientemente a la prisión alavesa de Nanclares de Oca. Según fuentes penitenciarias, quien participara en siete asesinatos -entre ellos, los de los empresarios José María Olarte y José Antonio Santamaría, el que fuera jefe de la lucha antiterrorista Enrique Nieto y los políticos vascos Gregorio Ordóñez (PP) y Fernando Múgica (PSE)- ha roto formalmente con la banda terrorista y se ha hecho acreedor de beneficios penitenciarios.
Lasarte Oliden ha firmado, según la Administración central, la carta con los cuatro puntos que el Ministerio del Interior exige para conceder a los etarras una mejora en su régimen carcelario. El preso ha aceptado, según confirmaron esas fuentes, rechazar la violencia, pedir perdón a las víctimas, afrontar las millonarias indemnizaciones que le fueron impuestas y colaborar con la Justicia. Ha sido acercado a Euskadi desde la cárcel cántabra de El Dueso. En Nanclares compartirá prisión y patio con otros 20 exetarras que han firmado el mismo escrito de repudio de la violencia armada.
Natural de San Sebastián, de 47 años, el histórico terrorista ha dado muestras de disidencia desde 2009, trece años después de que fuera detenido por la Ertzaintza cuando lideraba el comando Donosti. Interno entonces del centro penitenciario de Villabona, en Asturias, Lasarte fue uno de los primeros reclusos de la banda que solicitó un trabajo remunerado dentro de prisión, algo que prohibían expresamente las directrices de la organización terrorista. Prestó servicio en el economato de la cárcel, por lo que la Administración le dio de alta en la Seguridad Social y le retribuyó con 250 euros mensuales, de lo que le descontaban una parte para hacer frente a las indemnizaciones que tiene pendientes.
De ser uno de los activistas más conocidos de ETA por su crueldad y compartir andanzas con otro histórico militante, Javier García Gaztelu, 'Txapote', pasó a ser repudiado por una parte de sus compañeros de armas. De hecho, algunos presos alineados con la postura oficial fueron trasladados de módulo para evitar que presionaran a Lasarte e Iñaki Rekarte, otro de los reclusos que había pedido trabajar en el centro penitenciario, con el fin de hacerles cambiar de opinión. El colectivo de internos expulsó oficialmente a Valentín Lasarte de la organización el 4 de enero del año pasado, pese a que el propio etarra había hecho público su abandono de ETA y, por extensión, de ese frente. Desde la cárcel de Villabona suscribió una misiva en la que mostraba su rechazo expreso y apostaba por que la banda pusiera fin a su actividad.
En su historial figura una sanguinaria lista de atentados. Lasarte ejemplarizó durante años el prototipo de eficaz terrorista. Camarero del bar que su familia regentaba en la Parte Vieja de la capital guipuzcoana, el ahora arrepentido comenzó su actividad delictiva en 1993, señalando al empresario José Antonio Santamaría. Un año después pidió una pistola a los responsables de ETA.
Fabricó su propia arma
Quería integrar un comando y comenzar a asesinar. Hasta tal punto tenía ansiedad por ser protagonista de un atentado, y no un mero colaborador, que meses después, cuando descubrió a José María Olarte -otro empresario al que debía vigilar- cenando en la misma sociedad en la que su familia celebraba un cumpleaños, no dudó en ir al bar de sus padres a coger un arma que él mismo había fabricado artesanalmente para dispararle una bala en la nuca.
En los tres años que transcurrieron hasta su detención por parte de la Ertzaintza, Lasarte dejó numerosas víctimas. Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica Herzog, el brigada Mariano de Juan Santamaría, el sargento de la Policía Municipal Alfonso Morcillo y el policía nacional Enrique Nieto... Incluso ya en la cárcel se le relacionó con el asesinato de Emilio Olaciregui, un vendedor de bicicletas a quien el entorno terrorista acusó falsamente, y con el fin de «atemorizar a la sociedad», de haber efectuado la llamada que propició el arresto de Lasarte , que por entonces estaba incluido en la lista de etarras más buscados.
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