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MARTA PECIÑA
Domingo, 19 de diciembre 2010, 03:43
El txakoli alavés toma cuerpo después de tres décadas de esfuerzo por elaborar un producto de calidad que el mercado acepta de buen grado. Pero no llega solo. Está acompañado de sus empinadas laderas, de sus paisajes, de la Sierra Salvada que protege los viñedos, de sus gentes y, sobre todo, de su gastronomía y de un rincón donde dormir tras una larga caminata por los senderos de la Tierra de Ayala.
«El potencial paisajístico y medioambiental de la comarca es indiscutible». La presidenta de Aiaratur, la asociación que promueve el turismo en la zona, Leire Orueta, ratifica los datos que aportan cada temporada las oficinas repartidas por Llodio, Amurrio, Artziniega, Quejana, Orduña y Orozko. «Ahora viene mucha gente para hacer senderismo. Queremos que también conozcan la oferta enológica y gastronómica que tenemos». Todavía queda trabajo por delante. Orueta se esmera «para que las bodegas que aún no se han incorporado lo hagan en breve y podamos trabajar con la denominación de origen Bizkaiko Txakolina y no sólo con la bodega de Orduña, que es la más cercana a nuestra zona. El objetivo final es convertirnos en algo similar a la ruta del vino de la Rioja Alavesa».
Lo cierto es que ya una treintena de establecimientos se han sumado al primer recorrido del txakoli que arrancó hace pocos días. La excusa fue la entrega de diplomas a los restaurantes, hoteles, casas rurales y oficinas de turismo que han seguido el curso para lograr el nivel de calidad que les exige su pertenencia a la ruta.
El trabajo ha sido largo, pero en junio se empezaron a ver los primeros frutos, cuando Acevin, la asociación de ciudades del vino, admitió al txakoli alavés como socio. «Es un mecanismo de proyección», insiste Orueta.
El objetivo es «vender la comarca». En ese punto, todos los miembros están de acuerdo. Se han planteado una estrategia de colaboración entre todos. «Para nosotros, el resto de restaurantes y hoteles no son nuestra competencia. Se trata de que entre todos se lo pongamos fácil al cliente, que se sienta cómodo aquí y ofrecerle un contenido a su visita: monte, gastronomía, naturaleza». Ángel Sanmamed, del hotel Los Arcos de Quejana, trabaja desde hace años en esa línea, «potenciando los productos de la tierra».
Las bodegas
Para las bodegas, abrir sus puertas de par en par a las visitas supone un cambio en su rutina diaria, dedicada al cultivo de las vides y la elaboración del txakoli. Sin embargo, todas las experiencias que se han realizado en ese sentido han tenido una calurosa acogida. Sin ir más lejos, Beldui Txakolina de Llodio ha recibido este año la visita de 458 personas para conocer sus instalaciones. José Ortúzar, de Artomaina Txakolina, apuesta por «abrir canales de venta distintos de los habituales y, para eso, las visitas a las bodegas son fundamentales», recuerda.
Como bodeguero, Ortúzar tiene claro que «nuestra prioridad es el txakoli, pero la ruta se ha diseñado como un 'anzuelo', porque cuando la gente nos visita se queda entusiasmada con la gastronomía y los hoteles que tenemos por aquí». Lo tiene tan claro, que cuando las visitas llegan a la bodega, lo primero que hace es enseñarles el viñedo. «Tenemos el salto del Nervión enfrente y la Sierra Salvada», apunta. La visita continúa por la bodega, explicando el proceso de elaboración y termina en la sala de cata. «Lo que queremos es que los que nos visitan, se enamoren de Ayala».
No sólo se trata de llenarse los ojos de un paisaje cautivador. También hay que comer y en eso, los visitantes tienen la calidad garantizada en los establecimientos de la zona. Eso sí, los negocios hosteleros que han entrado en esta iniciativa turística tienen que exhibir su distintivo y, además, hacer gala del producto. Por eso, los restaurantes lo tienen que incluir en su carta de vinos y ofrecer algún plato en el que se utilice como ingrediente principal.
«Nosotros elaboramos desde hace años un chorizo al txakoli que no tiene nada que ver con el que se hace a la sidra y a la gente le encanta», aclaró Miguel Ángel Muguruza, del agroturismo Guzurtegi, muy cerca del pantano de Maroño, otra referencia que merece la pena visitar. No se queda ahí la oferta. La merluza en salsa de Arabako Txakolina está para chuparse los dedos. Muguruza es un entusiasta de la idea. «Nosotros tenemos en la Sierra Salvada nuestro referente comarcal y el txakoli es algo más que añadimos a nuestra oferta, que nos permitirá ser un poco más conocidos», señala.
Amplias cartas
Ángel Sanmamed también ofrece en su carta pollo de corral al txakoli y sorbete de zizahori (un tipo de setas) con txakoli. Los clientes que contratan los servicios del hotel de Quejana desde la página web «reciben una botella porque aprecian mucho que les ofrezcas este tipo de productos». En su cabeza bullen las ideas y ya planea promociones para realizar visitas nocturnas a las bodegas, como las que ha organizado este verano la instalación de Beldio.
Para Josu Ortúzar, de Artomaina Txakolina, «es difícil distinguir un txakoli alavés de otro vizcaíno o guipuzcoano. Nuestro rasgo distintivo es el lugar en el que estamos».
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