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TXEMA IZAGIRRE
Domingo, 5 de diciembre 2010, 03:55
Por segundo día consecutivo, el hall de salidas del aeropuerto de Loiu fue un enorme caos. A pesar de que en todo el día sólo despegó un vuelo, miles de personas se desplazaron hasta la terminal con sus equipajes. La esperanza es lo último que se pierde, venían a decir. Miles de pasajeros frustrados y enfadados, que mendigaban cualquier tipo de noticias sobre sus vuelos, sin fortuna alguna. Hasta la tarde aguardaron sentados o tumbados en cualquier lado. Servían las maletas, mostradores, escaleras o el frío suelo. El puente vacacional saltó hecho trizas para una mayoría, mientras que otros improvisaban planes vacacionales alternativos en un día con 85 cancelaciones, que afectaron a más de 8.500 ciudadanos.
Muchos de ellos repetían la misma jornada tediosa del viernes, otro desesperante 'día de la marmota', condenados a revivir la misma escena. Otra vez se vieron grandes aglomeraciones frente a los mostradores de las compañías aéreas, mientras los paneles repetían invariablemente las palabras 'retrasado' o 'cancelado' hasta que, a las cinco y veinte de la tarde, hubo un rayo de esperanza: a esa hora comenzó a embarcar el pasaje del primer avión que partió con viajeros hacia Palma de Mallorca. A medianoche aterrizaron sendos aviones procedentes de Fráncfort y Lisboa. Hoy se espera que, poco a poco, 'La Paloma' recupere la normalidad: a las 6.50 horas está programada la salida de una aeronave con destino a la capital portuguesa. A partir de ahí, la evolución de la jornada dependerá de la capacidad de las aerolíneas para recuperar sus vuelos y de las condiciones del tráfico. Al igual que en el resto de los aeropuertos, será muy difícil que, al menos hasta mañana, puedan cumplirse las conexiones programadas.
«¡Joder , cómo está esto! ¡Hasta los topes! ¡Impresionante!», soltó ayer Alfredo Jiménez al llegar a la terminal. La estampa era lamentable: niños, jóvenes y mayores compartían hartazgo sentados en el suelo o sobre sus equipajes, mientras decenas de personas mataban el ansia contenida fumando en el exterior o hablando por teléfono móvil. Aunque la mayoría eran vizcaínos, también se desplazaron hacia Loiu muchos pasajeros desde Guipúzcoa, Álava, Navarra, Burgos y Cantabria.
Pese a que la indignación se podía mascar, el comportamiento de todos los congregados fue ejemplar. «Es impresionante. Nadie ha gritado ni ha habido una palabra más alta que otra y no se ha registrado ninguna incidencia», comentaron dos vigilantes. Los auxiliares de servicios Gorka y Sergio no dieron abasto ante las constantes preguntas. «La gente viene desesperada, pero se nota que está bien informada. Saben a qué se debe esto y se quejan, pero también se hacen a la idea de lo que pasa», comentaron.
Todos los que tenían billetes estaban resignados, conscientes de que volar era una quimera. En ese estado se encontraba un padre cántabro, que esperaba sentado en el suelo leyendo junto a sus dos hijas. «He traído el libro 'Las cartas de Groucho' -el bigotudo de los hermanos Marx- para ver si me animo algo con este panorama. Estoy deseando que nos cancelen el vuelo para que nos dejen en libertad», comentó. «Me parece increíble que haya personas con tan poco conocimiento y tanto poder como para generar un perjuicio tan grande a tantísima gente», criticó.
El sonido de fondo era un murmullo general constante, de decenas de conversaciones cruzadas, que sólo cesaban cada vez que sonaba la megafonía. Hasta la tarde lanzaron mensajes desalentadores: «Air Nostrum informa que, debido a causas de fuerza mayor, por la huelga de controladores, quedan cancelados todos los vuelos hasta mañana a las ocho de la mañana». «¡Qué se le va a hacer! Por lo menos así podremos tomar un café tranquilas, oye!», le soltó entonces la bilbaína Pilar a su amiga con admirable resignación.
Dos agentes de pasajeros admitieron el caos. «Más que nada, estamos informando y cogiendo reclamaciones. La gente tiene claro qué pasa y lo están asumiendo. Tenemos destinos superturísticos y no ha habido ningún extranjero que haya venido a preguntarnos nada», admitieron.
Platós de TV improvisados
Con la huelga sorpresa, hasta el parking del aeropuerto cambió de aspecto. Tres camiones con parabólicas enormes emitían las señales televisivas, mientras cámaras y presentadoras improvisaban su particular plató en el pasillo de la primera planta. Delante había tres patrullas de la Ertzaintza y la carretera de acceso era un hormigueo constante de taxis. «Acabo de llevar a dos personas y me han dicho: 'déjanos en Bilbao, que así desayunamos tranquilamente a ver si se nos pasa la mala leche, que tenemos que volver a las dos de la tarde'», comentaba José Moreno.
Este taxista de Santurtzi, que hace rotaciones en el aeropuerto desde hace más de una década, admitió que nunca había vivido nada parecido. «Un caos así no lo he visto nunca. Vaya panorama, la gente ahorrando para irse de puente y resulta que se encuentra con el viaje y el hotel perdidos», reflexionaba.
Los negocios de la terminal sacaron provecho de la aglomeración. A muchos les dio por comprar golosinas o prensa en la tienda de Aeroshop, cuyo lema 'Dulces vuelos' para nada se cumplió en Loiu. «Esto es de locura. La gente viene que parece que se acaba el mundo. Hemos agotado todos los periódicos y tenido que pedir más», dijo María José, la dependienta. La barra de la cafetería también estaba a rebosar. «Desde las cinco y media de la mañana hay más trabajo que nunca. Se ha vendido el doble de todo porque muchos se aburren y vienen a tomar algo», admitió el encargado del turno de mañana. Las compañías de teléfonos también sacaron buen rendimiento; los móviles echaban humo. «¡Qué vas a hacer! En algo hay que matar el tiempo y hay que tener informada a la familia», rió la bilbaína Yolanda Ruiz después de mantener una larga charla telefónica.
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