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FERNANDO PESCADOR
Jueves, 25 de noviembre 2010, 09:00
Al fin llegó la multa por las vacaciones fiscales. Tras una semana de zozobra en Euskadi, desde que la portavoz del comisario Almunia advirtiera que la sanción estaba al caer después de un larguísimo proceso que se ha prolongado diecisiete años, ayer habló el Gobierno de la UE. Y lo hizo alto. A 38 millones de euros asciende, por ahora, la multa que el Ejecutivo de los Veintisiete quiere imponer a España por no haber recuperado las diputaciones las ayudas fiscales a cambio de inversiones que concedieron a varios centenares de empresas -alrededor de 300- a lo largo de los 90, mediante un mecanismo de apoyo considerado contrario a la competencia comunitaria en una histórica sentencia de la Corte de Justicia de Luxemburgo pronunciada el 14 de diciembre de 2006.
La sanción, sin embargo, podría ser muy superior si el Tribunal, la intancia a la que corresponde ahora decidir a requerimiento de la Comisión Europea, asume plenamente los planteamientos de esta institución y las autoridades vascas siguen sin atender sus exigencias. El procedimiento, según cálculos de las instituciones de Euskadi, puede prolongarse más de dos años y hasta entonces no sería «efectivo» el 'castigo'. El recurso introducido ante la Corte pide una multa de 25.817,40 euros por cada día transcurrido entre el pronunciamiento de los magistrados en 2006 y la fecha de la nueva sentencia que ahora se reclama -de ahí los 38 millones-, más 236.044,80 euros por cada día que medie entre el futuro fallo de la Justicia de la UE y el momento en el que la situación denunciada por el Ejecutivo de Bruselas sea plenamente corregida. No cabe recurso al pronunciamiento del Tribunal de hace cuatro años, luego el desentendimiento de las exigencias comportaría la multiplicación de la multa a pagar.
Lo que la Comisión reclama -y lo viene haciendo desde julio de 2001, cuando falló contra el régimen vasco de incentivos a la inversión-, es que las diputaciones recuperen las ayudas otorgadas en base a ese esquema, y que podrían alcanzar los 750 millones. Es la suma de 587 millones correspondientes a las deducciones por inversión -el 45% del importe de los activos- y a las vacaciones fiscales, que suponían la exención de los beneficios por un período de diez años. Los 163 millones restantes corresponderían a la figura conocida como las minivacaciones, que otorgaba una exención progresiva de los beneficios durante los cuatro primeros años de vida de las empresas de nueva creación. A juicio de la UE, las instituciones forales apenas han recuperado el 10% de las ayudas. El mecanismo fue derogado en 2000.
La 'doctrina Ardanza'
Cree la Comisión que las autoridades vascas no han atendido sus demandas de recuperación de las ayudas. Por ello, y al amparo de la legislación en vigor, reclama del Tribunal que revalide su fallo de 2006, como sin duda sucederá, y que imponga las sanciones exigibles, que cifra en las multimillonarias cantidades. «El objetivo no es imponer multas, sino servir de incentivo para obtener una recuperación rápida de las ayudas ilegales por parte de los beneficiarios», dijo Amelia Torres, portavoz de Competencia. «Cuanto antes se recuperen, menos habrá que pagar».
Como la Comisión no fue ayer más explícita, aún no se sabe qué territorio es el más incumplidor y cuáles son las empresas que deberían devolver el dinero -los detalles se conocerán en algo más dos meses, según las diputaciones-, aunque se ha filtrado el malestar comunitario con los incumplimientos en sectores considerados sensibles, en especial la siderurgia y la agricultura, circunscrito este caso a bodegas de Rioja alavesa. La 'factura' se ha mandado al Gobierno de España porque la interlocución es entre estados y no entre regiones, pero las diputaciones tendrán que compensar a Madrid por la multa, previsiblemente vía Cupo. Algunas, como la de Guipúzcoa, han admitido que las empresas podrían reclamarles porque fueron las instituciones forales las que les decían que actuaban conforme a la ley.
La sentencia de 2006 no es la única negativa que los sucesivos regímenes vascos de incentivación han cosechado en las diferentes instancias comunitarias. Responden, todos y cada uno de ellos, a una filosofía que detalló en 1993 el entonces lehendakari Ardanza en una entrevista publicada por 'Actualidad Económica'. En ella, acusaba al Gobierno central de actuar con cierta «apatía» ante las necesidades de reactivación económica de Euskadi. Advertía, por ello, que las autoridades vascas pondrían en marcha todos los recursos que el autogobierno ponía a su alcance para convertir a la comunidad «en un lugar atractivo para invertir» ( ), en «un paraíso empresarial».
Aquella política se ha saldado con el fracaso. Chocó, primero, con los intereses de la Administración del Estado y, después, con Bruselas, que, sin discutir la autonomía normativa en materia fiscal, reprochó abiertamente a las autoridades vascas rebasar las especificaciones del Mapa Regional de Ayudas admisible. Aquel ciclo se cierra ahora, y no de una manera precisamente elegante.
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