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POLÍTICA

Carta a Cristina y Rosa

JOSU PUELLES GARCÍA

Miércoles, 24 de noviembre 2010, 10:25

Antes de nada expresar mi respeto por las actitudes mostradas por ustedes al personarse en el acto político (porque de eso es de lo que se trataba) de homenaje a Brouard y Muguruza. Actitudes y pensamientos que no comparto en absoluto, aunque en sus conciencias quedará el acudir a un acto político de legitimación ideológica del terrorista, que es en lo que se convierten estos homenajes. Actos con presencia de personas que apoyan y justifican la injuria, la calumnia, la amenaza y finalmente el asesinato de sus maridos y que, aún hoy, continúan haciéndolo en los mismos términos al colectivo al que pertenecían. Actos en los que se sigue justificando políticamente sus asesinatos. No estoy ni me siento indignado. No, estoy preocupado, muy preocupado por observar cómo parte de esta sociedad ha racionalizado el discurso argumentativo de la legitimación terrorista hecho desde la política. Y ustedes son un claro ejemplo de lo expuesto. No tanto por acudir en apoyo a esos familiares, sino por los conceptos utilizados en la argumentación para justificar su presencia.

Arguyen que todas las víctimas somos iguales ante el dolor y el sufrimiento padecido por la pérdida de un ser querido. Efectivamente, todas las víctimas nos igualamos en esos conceptos. Igualdad que debe quedar reflejada en el tratamiento que un Estado de Derecho ha de ofrecer y dar a todas ellas. Pero ser iguales no es sinónimo de ser lo mismo y, menos aún, de llevar implícito el deber de estar unidos socialmente, cuando, todavía, la banda terrorista ETA se encuentra en activo y cuando su masa sociológica, a la que pertenecen esos familiares, sigue justificando y legitimando los motivos por los que fueron asesinados Montxo y Joseba.

El discurso legitimador del terrorismo nunca se ha basado en la dicotomía sufrimiento-reconocimiento de las víctimas. Racionalizan y asimilan que es contra la violencia contra la que hay que luchar y no se percatan de que la violencia terrorista no se legitima tampoco en la dicotomía violencia-paz. J. M. Ruiz Soroa lo expone con claridad en su reflexión 'Qué significa deslegitimar el terrorismo'. Por lo tanto, reducir la batalla hermenéutica del significado de las víctimas a los conceptos del dolor y el sufrimiento no es deslegitimar la violencia.

Hablan de que las diferencias ideológicas no importan en estos casos de desmesura solidaria y apelan al diálogo como instrumento de resolución. ¿Diálogo con quién? ¿Sobre qué? ¿Y para qué? En democracia el diálogo se vertebra a través de los parlamentos, donde están representadas las opciones ideológicas respectivas, salvo, como no puede ser de otra manera, la de aquellos que van contra la propia esencia de los principios democráticos. Racionalizar este pensamiento legitima al terrorista al otorgarle una justificación a sus actos por los que consigue alcanzar un diálogo, mientras el resto hemos de someternos a los procedimientos, normas y respeto al imperio de la Ley. Estar presentes en un acto de este tipo es racionalizar lo que Jesús Eguiguren, inconscientemente quizás, expresó en el programa 'Salvados': «Nos hemos destrozado la vida en política&hellip», dijo. Es decir, ¿tú me la has destrozado a mí porque también tenías motivos? ¿Justificación? ¿Legitimidad? Admitir como propios estos argumentos es rematar por segunda vez a sus maridos asesinados.

¿Saben ustedes por qué nunca asisten los amigos de los terroristas a los actos de homenaje de sus víctimas? Precisamente porque saben que dichos actos reflejarían, no sólo la condena de sus acciones, sino la deslegitimación de sus argumentos a través de la efectividad del Estado democrático de Derecho, al que intentan sustraerse para imponer su ideología al resto de la sociedad y que se ve encarnado en el significado político de las víctimas del terrorismo, en las de sus maridos asesinados.

Un anuncio publicitario expuesto en nuestras marquesinas reza: 'La tecnología no es lo importante, lo importante es qué podemos hacer con ella'. Con la Paz a mí me ocurre lo mismo. Confundimos lo urgente con lo importante. La Paz es urgente, pero lo importante es qué podemos hacer con ella. Construir un relato veraz sobre lo sucedido es la tarea más importante a la que nos enfrentamos hoy en día. Si ETA desapareciera hoy, dentro de cien años no habrá sobre las calles del País Vasco ni un solo ciudadano que haya vivido con la amenaza terrorista. ¿Permitiremos que exista un relato legitimador de sus actividades?

¿Acaso pasaremos de la complicidad del espectador indiferente que denuncia Aurelio Arteta en su último libro, 'Mal consentido', a lo que yo denomino 'mal de muchos', la complicidad del espectador omnicomprensivo? Por ese camino vamos, si ya hasta las víctimas de ETA racionalizan como propio el argumentario terrorista, salvo que en un ego desmedido o en la ascendencia ideológica de las implicadas encontremos un sentido a sus actitudes.

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