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OSKAR L. BELATEGUI o.belategui@diario-elcorreo.com
Domingo, 14 de noviembre 2010, 10:32
Su cabeza de patricio romano y su mirada azul «con zoom para las chicas» ya no bullían en los últimos años con su habitual sorna zumbona, no exenta de amargura. Luis García Berlanga se reconocía erotómano, misógino y libertario. Su lúcido escepticismo habría desdeñado los halagos de Álex de la Iglesia, presidente de la Academia que él fundó, que ayer lloraba la muerte del genio en su casa de Somosaguas, a los 89 años: «Es uno de los cineastas más importantes de nuestro tiempo, sino el que más. El cine español no se entiende sin él y sin Buñuel».
No falla. Suena el soniquete -«Os recibiiimos, americanos con alegríaaa»- y una sonrisa se dibuja en el rostro del espectador. Hace más de 50 años, Berlanga supo atrapar el espíritu de una nación sumida en la grisura de la posguerra. Imaginó, junto a Juan Antonio Bardem, un pueblo, Villar del Río, a la espera de los yanquis con un pan bajo el brazo. Para recibir las migajas transforman su geografía de ejemplar raigambre castellana en prototípico villorrio andaluz y se visten de faralaes. Los americanos, ya se sabe, conciben España como un gigantesco patio de Sevilla.
'Bienvenido, Mister Marshall' denunciaba, como quien no quiere, la cosa las falsas esperanzas y la pérdida de la inocencia de un pueblo. Y eso que nació como un encargo al servicio de la folclórica Lolita Sevilla. Después vinieron muchas más revisitaciones de la España de las maravillas en forma de esperpento coral. El tiempo, ese gran vindicador berlanguiano, demuestra que sus 17 largometrajes aparecen como el retrato al minuto más fiel, riguroso y aterrador de la incomunicabilidad en este país. En sus planos se agolpan veinte personajes con otros tantos discursos. Aislados. Estancos.
Solo unos pocos elegidos bautizan con su nombre un adjetivo. Berlanguiano suena a caótico y absurdo, a descarnado y tierno, a radical y piadoso. A un derroche de humor que administra crueldad con los poderosos y piedad para los débiles. A contradictorio, como el propio Berlanga, que jugó toda su vida a ser ácrata procediendo de una rica familia de la burguesía valenciana. Nació el 12 de junio de 1921, el mismo día del desastre de Annual. Hijo de un diputado de la Unión Republicana (Frente Popular), nieto de un senador con Sagasta, sufrió dos guerras y vistió tres uniformes sin pegar un solo tiro.
En la Batalla de Teruel, la mayor carnicería de la Guerra Civil, sujetaba el fusil bajo la bandera tricolor de la República. Luego vino la gracia de la División Azul, donde se enroló para salvar a su padre de una condena de muerte que fue conmutada. Pasó un frío inolvidable pero, al menos, conoció a Luis Ciges, un rostro pasmarote imprescindible en su cine. El colofón de dos años y pico de servicio militar rojigualda le curó de espanto en lo relativo a guerras y patriotismos. El autor de 'La vaquilla' sabía lo absurdo de las contiendas cainitas. Por eso Franco, cuando se tronchó con 'Bienvenido Mister Marshall', rebatió a los ministros que veían la mano de un bolchevique: «Berlanga no es un comunista. Mucho peor que eso: es un mal español».
Credo anárquico
El director de 'Plácido' presumía de vago. Se lamentaba de una presunta impericia técnica y de una pereza legendaria que su filmografía refuta a cada paso. En sus primeras películas -'Novio a la vista', 'Calabuch', 'Los jueves milagro'- la tristeza de la España de los 50 venía suavizada por la solidaridad de sus entrañables personajes. Pero desde que encuentra al guionista Rafael Azcona, los rescoldos ternuristas dejan paso al flagelador sarcasmo. Ya en los 60, 'Plácido' y 'El verdugo' le ponen en el punto de mira de la censura, pese a que él nunca apuntaba a la transgresión política. Su bilis procedía de la casposa España cotidiana.
El propio director recordaba a menudo cómo le prohibieron, por si acaso, un plano general de la Gran Vía. «Berlanga es capaz de mostrar a dos sacerdotes saliendo de Pasapoga». La batalla con los censores le lleva a rodar en Argentina 'La boutique' y en Francia 'Tamaño natural', donde da rienda suelta a sus obsesiones eróticas y fetichistas. Caundo Buñuel la vio, se salió a mitad de la proyección y regañó a Berlanga: «¿Cómo has podido hacer esto? Es una guarrada».
Ya en la España democrática, la trilogía de los Leguineche plasma en tono de farsa un país donde conviven las ansias de libertad y los dinosaurios del Antiguo Regimen. La idea de 'La escopeta nacional' nació de una anécdota: en una cacería organizada por Franco, Fraga le pegó un tiro en el culo a la hija del Caudillo. En sus memorias dictadas a Jess Franco, 'Bienvenido Mister Cagada', Berlanga se calificaba como «un gilipollas que sigue intentando ir por libre en un país donde eso de ser independiente es imposible». Ese credo anárquico propició su enfrentamiento con Pilar Miró en la etapa socialista, que le imponía horarios como a cualquier funcionario a la hora de fichar al frente de la Filmoteca Nacional. Descontento con una política cinematográfica que, a su juicio, supeditaba todo a las subvenciones, logró en 1985 su último gran éxito de crítica y público con 'La vaquilla', un guión escrito veintincinco años atrás.
'París-Tombuctú' supuso su despedida en 1999, otro acerado testimonio histórico de un tiempo y un país que rezumaba nihilismo y desesperación. En su último plano, aparece una pintada en un cartel que supone toda un declaración de intenciones: 'Tengo miedo'. A falta de productores, vinieron los premios: Príncipe de Asturias en 1986, el Nacional de Cinematografía, la Medalla de Oro de las Bellas Artes...
Tanto presumir de faldero y Luis García Berlanga se pasó la vida casado con la misma mujer; María Jesús, madre de sus cuatro hijos. El mayor palo lo recibió en 2002, cuando su hijo, el músico Carlos Berlanga, murió de cáncer. «Me he pasado la vida intentando dar a la gente sencilla algo que les ayudara a pasar un rato agradable, a hacerles sentir mejor en su piel durante unas horas: he hecho películas». Todavía queda un último Berlanga en una caja de seguridad del Instituto Cervantes: la arqueta 1.034 se abrirá el 12 de junio de 2021, cuando se cumpla el centenario del nacimiento del cineasta.
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