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ANJE RIBERA
Lunes, 1 de noviembre 2010, 10:01
Patxi Zabaleta nació en Leitza un 20 de mayo. Tiene 63 años. Y se acuerda de lo ocurrido en casi todos ellos hasta el punto de desmentir, a modo de anécdota, que algunos de quienes hoy se erigen en representantes de la Mesa de Alsasua -y que el pasado viernes llamaron a crear un nuevo proyecto de izquierdas e independentista sin lugar para la violencia- estuvieran realmente en aquella cita de fuerzas abertzales surgida a la muerte de Franco. Sin embargo, cada vez que alguien habla a favor de las vías políticas confirma el discurso de este abogado, coordinador general de Aralar, convencido de que ETA sabe que no puede «impedir» ni «revertir» el camino de la paz, y de que «solo una minoría de la izquierda abertzale acepta hoy la lucha armada».
- En los últimos días se ha desatado cierta euforia política sobre un posible final de ETA, que ha llevado a algunos líderes y miembros del Gobierno a reclamar «prudencia». ¿Estamos realmente a las puertas de que acaben tantos años de violencia?
- Hay bases más fuertes que nunca, y exclusivamente de carácter ideológico y social, como para tener la esperanza, siempre con alguna reserva de duda, de que se consiga dar un paso adelante hacia una situación de paz y normalización política. Existen riesgos, y uno de ellos sería la creación de una especie de IRA Auténtico, pero estarían condenados a una cuestión marginal.
- ¿Pero es usted optimista respecto a una solución inminente?
- No me atrevo a darla. Se habla, la hemos escuchado, pero no tenemos que caer en el síndrome del reloj. La paz siempre llega tarde, aunque tenemos que hacer esfuerzos para que lo haga cuanto antes.
- Tras el atentado de la T-4 de Barajas que terminó con la anterior tregua, usted declaró que la palabra de ETA ya no valía nada. ¿Opina todavía lo mismo?
- Aquella reflexión la hice a los dos días del atentado. El activo fundamental de ETA durante muchos años había sido la credibilidad, su palabra, incluso reconocida por enemigos acérrimos como Mayor Oreja, que solía decir que ETA mata, pero no miente. Con la rotura de una tregua sin previo aviso, echó eso por la borda. Y como el concepto de tregua se basa en la credibilidad, ya no tenía valor y, por lo tanto, había que empezar a pedir un cese unilateral y definitivo, un término que sustento junto con otros como 'comprobable' o 'verificable'. Estos pasos que se dan son diferentes a todos los demás y, por lo tanto, mucho más creíbles y originadores de esperanza. No se debe, a mi juicio, caer nuevamente en la tentación de esperar contraprestaciones ni pasos paralelos, ni siquiera al diálogo. Lo que hay que hacer es seguir adelante.
- ¿Cómo se concreta esa condición de tregua verificable?
- Existen ejemplos. El cese del IRA fue verificado por personas de distinto origen internacional. Deben ser aceptadas por ETA, que reciban las armas y verifiquen con garantías de imparcialidad el cese definitivo. Todo eso ha de hacerse en un proceso de tiempo y tener también en cuenta todas las consecuencias que tantos años de lucha armada han originado. Se hace imprescindible y necesario un plazo de tiempo, que no tiene que ser necesariamente largo.
Lucha ideológica
- ¿Qué ha motivado el cambio en ETA? ¿Quizá su debilidad? ¿La pérdida del apoyo social?
- Creo que policialmente nunca se acaba con la insurgencia. En el siglo XXI los problemas políticos se solucionan por cauces políticos. La lucha ideológica es la única que sirve. Se origina un contexto en el que, evidentemente, las condiciones sociales mayoritarias imponen al final una solución. Eso es lo que ocurre dentro del conjunto de lo que es la izquierda abertzale. En ella, la expresión de los que aceptan la lucha armada, que es ETA, ya hoy es no solo una minoría, sino que además sabe que no cuenta con ninguna posibilidad de revertir esa situación. Ése es el camino. Ni la Policía, ni las Fuerzas Armadas, ni las soflamas políticas dichas solo con intereses electoralistas. El camino hacia la paz es irreversible.
- Muchos estiman que Zapatero ha remodelado su Gobierno, con el mayor peso de Alfredo Pérez Rubalcaba y la incorporación de Ramón Jáuregui, precisamente para encarar el final de ETA.
- El Gobierno de Zapatero es extremadamente débil, aunque ahora de alguna manera haya hecho alguna modificación de sus aptitudes. Es evidente que Rubalcaba y compañía tienen mucha capacidad dialéctica y de comunicación. Eso es cierto, pero es un Gobierno débil por el momento económico y en una situación en la que electoralmente tiene muchos riesgos. Esto se pone de manifiesto en hechos como que pacte a la vez con el PNV, que manifiestamente se pronuncia en contra de la ley de partidos, y en la misma semana presente junto con el PP una proposición para reformar la Ley de Partidos que pretende que sea, además, debatida por el método de urgencia. Es decir, está jugando a dos bandas, a tres y a cuatro. ¿Eso qué denota? Para empezar, debilidad e incoherencia. Está dando por lo menos tres mensajes: el del 'no' de Rubalcaba, que no comparto y me parece una verdadera aberración, pero que se entiende; el del 'sí' de Eguiguren, que comparto pero me parece un mensaje débil y hecho para cubrir sus propias convicciones; y después un tercero que quiere ser las dos cosas a la vez, que es el de Patxi López, que no se entiende.
- ¿Y la postura del PP?
- El papel del PP es el mismo que el de UPN. En primer lugar, debe aparentar que no se lo cree, porque ésa es la única justificación frente a sus bases para mantener su inmovilismo. Y, sin embargo, ésa no es toda la verdad. Tendrá sus dudas. Todos tenemos algunas. Yo puedo tenerlas respecto a un 5%, pero ellos de un 95%. En segundo lugar, quiere aparentar la fortaleza de la intransigencia y, finalmente, se ha convertido en cautivo de sus propias fuerzas mediáticas, todo eso que en el argot diario solemos denominar la 'caverna'. No va a tener más remedio que cambiar. El PSOE ya ha empezado a hacerlo. Su discurso actual no es el mismo que el de hace cuatro meses.
- ¿Qué protagonismo puede tener el PNV en este proceso?
- El PNV ha mantenido siempre una coherencia. Siempre se ha manifestado contrario a la Ley de Partidos. También tiene una reclamación y una formulación de propuestas que no son las de Aralar. Pero ya he dicho que el texto del acuerdo de Gernika tiene un contenido que, aunque no utiliza la misma terminología en ocasiones, no contradice lo que predica el PNV. Estamos abiertos a que lo firme también el PNV en un momento dado. Es una obligación de todos los políticos, seguramente la primera, la de hacer lo que puedan por el logro de la paz, aun arriesgándose y perdiendo electoralmente.
- Usted aseguró que la palabra «condena» era inapropiada. Ahora incluso parece insuficiente.
- Soy abogado, aunque como dirían en Madrid, de provincias, y considero que la palabra «condena» se utiliza en política con absoluta falta de precisión. La condena en términos técnicos se refiere a personas, mientras que aquí se quiere utilizar para reprobar hechos y actitudes. Se ha vuelto, sin embargo, una especie de mito por haber sido objeto de discusión. Se ha convertido en tabú. Y marca líneas. Unos están por un lado y otros por otro. Lo importante es reprochar y rechazar el uso de la violencia. Lo importante es proclamar la única validez de los cauces exclusivamente políticos. Es una idea mantenida con coherencia por la otra sensibilidad de la izquierda abertzale, de la que nos separan otras cuestiones esenciales, pero en Aralar confesamos y reconocemos un acercamiento verdadero y positivo hacia nuestras posturas en este tema.
La coherencia de Otegi
- También dijo que Otegi era incapaz de liderar la metamorfosis de la izquierda abertzale, pero todavía es una figura reivindicada.
- Las últimas declaraciones de Otegi tienen un contenido que ratifica el acuerdo de Gernika y repite su adscripción al documento 'Zutik Euskal Herria'. Y, por lo tanto, al margen de diferencias que podamos tener con respecto a otros documentos -como el que suscribieron con EA, que no nos parece adecuado porque la proclama de la independencia no es la única base ideológica para estructurar una base de izquierda abertzale-, en este momento sus declaraciones son coherentes y su opción exclusiva por los cauces políticos y el rechazo de la utilización de la lucha armada con fines políticos es expresa. Y eso lo tenemos que reconocer. Lo de su capacidad o incapacidad, si en algún momento lo dije, es una afirmación de carácter personal.
- Si se legaliza la izquierda radical, ¿Aralar quedaría descolocada?
- Aunque fuésemos a quedar arrinconados, nosotros, que estamos en la política por la defensa de unos compromisos sociales, lucharíamos por las mismas ideas. Pero estamos convencidos de que no vamos a quedar descabalgados, sino todo lo contrario. En una situación de normalidad, incluso a corto plazo, nuestras opciones políticas son serenamente positivas. Ni en la izquierda abertzale tradicional ni en Herri Batasuna, donde yo he militado tantísimos años, nunca había sucedido lo que ocurre en el último año y medio. Que un personaje político de Aralar, concretamente Aintzane Ezenarro, en las encuestas repetidamente sea la política más valorada de la comunidad autónoma vasca, no había ocurrido nunca. Nos dan la razón muchos más de los que nos votan. Somos la segunda opción de muchas personas. Nuestras posibilidades son sensatamente, serenamente, positivas. En cualquier caso, dentro de lo que es el sector abertzale de la ciudadanía vasca tiene que haber también dos grandes espacios: un centro derecha y un sector de izquierdas plural. Nosotros trabajamos para hacer un camino en el que tiene que haber otros sumandos, llámese Batasuna, llámese Eusko Alkartasuna, llámese quizás Alternatiba u otros elementos que confluiremos ahí en algún momento.
- Parece que salen al encuentro de la izquierda abertzale. ¿No corren peligro de ser fagocitados?'
- Siempre es un riesgo que hay que correr con dignidad. Si alguien se coloca en la defensa de nuestras mismas ideas y con eso pretende ocupar nuestros mismos espacios políticos hace algo que es legítimo. Nosotros disputamos el voto a cualquiera, al PSOE, al PNV, a Izquierda Unida... Y otros nos lo pueden disputar a nosotros. Estamos abiertos a la confrontación y no vamos a dejar de defender nunca una idea, aunque quienes se beneficien de esa idea sean competidores.
- ¿Están las distintas corrientes de la izquierda abertzale condenadas a unirse en un futuro?
- No. Porque, por ejemplo, en el derecho a decidir nosotros consideramos que se requiere una propuesta política transversal, defendida por todos los demócratas. Es lo que nosotros proponemos frente a una reivindicación exclusivizada en la independencia, que es legítima pero que no es nuestra estrategia. Eso nos lleva a consideraciones como la de los ámbitos de decisión, y en eso no hemos llegado a ningún acuerdo. Tampoco en la valoración de las políticas de izquierda, que son para nosotros la preeminencia de nuestra opción política.
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