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IÑAKI UNZUETA
Viernes, 22 de octubre 2010, 05:06
El pasado 2 de octubre, el dirigente del PNV Joseba Egibar publicaba en las páginas de EL CORREO un artículo -'Batu gaitezen'- cuya lectura causa perplejidad, desasosiego y preocupación. Al parecer, el texto constituye el manifiesto con las referencias políticas e ideológicas que el PNV presenta a los guipuzcoanos y a los sectores independentistas del partido. El burukide Egibar no se anda por las ramas y comienza su artículo con una consigna: 'Batu gaitezen (Unámonos)'. Es decir, dividamos la sociedad en dos partes y juntémonos los auténticos vascos frente a todos los demás. Excavemos una profunda fosa en el perímetro de la nación. A Egibar le horroriza la ambivalencia, la indeterminación, la ambigüedad, la confusión interpretativa, la viscosidad, le repugna la posibilidad de una identidad plural. Añora la pureza, la claridad cognitiva, la oposición nítida entre 'ellos' y 'nosotros'. Lucha contra lo extraño y desconocido, contra los indeseables que no respetan las oposiciones. Egibar es un romancero de la pureza nacional.
'Batu gaitezen' propone una monopolización de los sentimientos de pertenencia al país. Limita las definiciones de pertenencia y añade elementos políticos e ideológicos que considera indispensables para la supervivencia de la nación. Es lo de siempre, como cuando Hitler ligaba el nacionalsocialismo con el destino de Alemania: «El destino de la comunidad del pueblo alemán está ligado a la existencia de este Movimiento, y el destino del Reich alemán depende de la fortaleza de la comunidad del pueblo alemán». Esto es, solamente los nazis podían ser los auténticos patriotas. De igual modo, 'Batu gaitezen' identifica su propuesta con la identidad vasca y con la continuidad de la nación. En el País Vasco -dicen-: «Estamos viviendo un momento político en el que se está produciendo ( ) una estrategia de Estado 'normalizadora' sustentada por la acción de un Gobierno vasco que no cree en el Pueblo que representa. Un Gobierno vasco que orienta su estrategia a la desfiguración de la identidad del Pueblo Vasco, de su autogobierno y de su sistema institucional».
La monopolización de los sentimientos de pertenencia lleva a una categorización de los ciudadanos entre auténticos e impuros excluidos del grupo nacional. El etiquetado tiene la función deslegitimadora de indicar que una persona no pertenece a la nación. La etiqueta 'español' significa que uno no pertenece al País Vasco, no lo ama y no se preocupa por su identidad y conservación. El no nacionalista es un impuro y constituye una amenaza para los valores y la identidad de la nación. Hitler se refería de este modo a las gentes que formaban la oposición: «Son los enemigos de nuestro pueblo en nuestra propia tierra, les conocemos desde los tiempos de la Gran Guerra ( ) desde el tiempo de nuestro colapso. Solamente ellos son los que no solo no desean encontrar el camino para nosotros, sino que nunca serán capaces de encontrarlo en el futuro y que entonces nosotros mismos renunciemos».
En 1912 Ferdinand Tönnies, con el objeto de hacer un diagnóstico del proceso de modernización social bajo el punto de vista de la progresiva disolución de la solidaridad, con las categorías de 'comunidad' y 'sociedad' distinguía dos tipos de integración social. Pocos años después, tanto en Francia como en Alemania procedieron a una politización del concepto de 'comunidad' que apuntaba a una utopía retrógrada generada orgánicamente, una suerte de unión social en la que los sujetos, como dice Axel Honneth, «en virtud de puntos en común generados históricamente o provistos biológicamente, mantienen entre sí unos lazos afectivos más fuertes que los habituales en las meras relaciones jurídicas». De ese modo, el concepto de 'comunidad' dejaba de ser una categoría sociológica contrapuesta al de 'sociedad' y se convertía en una utopía política que no tardaría en materializarse. A mi entender, también el manifiesto 'Batu gaitezen' procede a una politización retrógrada del concepto de 'comunidad', en el sentido de una 'comunidad del pueblo' desvinculada del Estado de Derecho.
Max Weber, en 'Economía y sociedad', señalaba que «por 'Estado' debe entenderse un 'instituto político' de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al 'monopolio legítimo' de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente». 'Batu gaitezen' niega al Estado el monopolio legítimo de la violencia y la compara con la de ETA: «En nuestro Pueblo, en su nombre y también para su control, se ha utilizado la violencia de ETA y la del Estado». Es muy peligrosa la distancia que los nacionalistas guipuzcoanos del PNV toman frente a los despectivamente llamados «constitucionalistas». Es sumamente irresponsable la equiparación de las dos violencias y su desdén hacia la Constitución. La evolución liberal en Estados Unidos del concepto de 'comunidad' tomó la forma de una unión social en la que los individuos participan en la vida democrática articulando valores y metas a los que se sienten vinculados colectiva e igualitariamente. En el País Vasco, la crítica cultural conservadora del nacionalismo étnico desecha esta vía y apunta hacia una 'comunidad del pueblo' desvinculada del Estado de Derecho y anudada por relaciones afectivas densas.
Antes los intentos de preservar la pureza de lo impuro y la inmutabilidad de lo histórico, hay que señalar que la sociedad vasca no es una totalidad cerrada e internamente coherente. Constituimos una comunidad de interdependencia sometidos al imperativo pragmático de entendernos. Constituimos una comunidad moral donde a través de procesos dialógicos nos responsabilizamos de los demás. El PNV debería dar el salto definitivo a un nacionalismo cívico que en un horizonte constitucional acepta la ambivalencia y la pluralidad. Ante la clausura de 'Batu gaitezen', apertura: 'Zabal gaitezen'.
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