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JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA
Domingo, 12 de septiembre 2010, 04:40
Los comunicados de ETA, por repetitivos e inanes que sean, tienen siempre la virtud de remover las aguas de la política. Guarda relación esta extraña capacidad con las ganas que tiene una inmensa mayoría de la sociedad de ver si por fin contienen, no importa cuán tenue, algún vislumbre de voluntad de autoliquidación por parte de la banda terrorista. Pero sus efectos se ven multiplicados, y no en pequeña medida, por los deseos de enredar que también anidan en esa otra parte residual de la ciudadanía que no se resigna a que la autodisolución se produzca sin ganancia alguna para sus intereses.
Son los representantes de esta minoría enredadora, que siempre cuenta además con el apoyo de un minúsculo grupo de despistados o bienintencionados, los que se encargan de rizar el rizo de la hermenéutica y hacer ver que los comunicados dicen lo que no dicen y que lo que se los fuerza a decir sin que lo digan es aquello que la inmensa mayoría social estaba ansiosa de escuchar.
Así, entre las ganas de esta gran mayoría y los deseos de aquella otra minoría residual, las palabras de ETA, pronunciadas de verdad o sólo imaginadas, adquieren una capacidad de remover las aguas que no tendrían si fueran analizadas sin voluntarismos interesados y con un mínimo de rigor hermenéutico.
El comunicado que ETA hizo público el domingo pasado es paradigmático de lo que acabo de decir. Analizado en sí mismo, resulta ser, no ya repetitivo, sino incluso regresivo respecto de otros que la banda ha emitido en el pasado más reciente. Yo me atrevería a decir que su planteamiento central -«disposición a acordar con el Gobierno los mínimos democráticos necesarios para emprender el proceso»- se retrotrae, desandando los pasos dados en el período intermedio, al que la banda ya formulara en su Alternativa Democrática de 1995.
Sin embargo, los eternos enredadores de la izquierda abertzale, conscientes de que este núcleo central del mensaje constituye una bofetada a su empeño de hacerse con la dirección del proceso, están tratando de desplazar la atención hacia algo que no deja de ser, en la estructura del comunicado, coyuntural, instrumental y táctico: la decisión, supuestamente tomada por la banda «hace ya algunos meses», de «no llevar a cabo acciones armadas ofensivas». De este modo, se intenta dar un giro de ciento ochenta grados al comunicado, de modo que lo que quería ser una afirmación de autoridad por parte de la organización militar ante su brazo civil se convierte en una oferta universal de paz que nadie de buena voluntad debería desdeñar.
No es de buen gusto citarse a uno mismo. Pero me tomaré la licencia por mor de hacer más claro mi razonamiento. En un artículo que publiqué en este mismo diario el pasado 21 de febrero, titulado 'Carta abierta a la Organización', decía que, a la hora de interpretar el sentido de un texto, es importante saber de antemano quién es su destinatario. Pues bien, si el texto que se analizaba en aquel artículo, titulado 'Zutik Euskal Herria', estaba dirigido por la izquierda abertzale a ETA para darle cuenta de la posición definitiva adoptada por su asamblea popular, este que ahora nos ocupa no es sino la respuesta que ETA devuelve a la izquierda abertzale con el fin de comunicarle el resultado de su propia deliberación.
Leído así, el presente comunicado de la banda armada ha de ser interpretado dentro de la dialéctica del tira y afloja en la que el sector militar y el sector civil del llamado MLNV han entrado a raíz de la ruptura de la última tregua y por la que se intenta dirimir a cuál de los dos corresponde el liderazgo a estas alturas del proceso de liberación nacional.
No sabemos cómo y cuándo se decantará esta dialéctica. Se darán todavía vaivenes en uno y otro sentido hasta que el péndulo se decida por fin a descansar en un punto de equilibrio. Pero lo que debería ser evidente para cualquiera es que, a día de hoy, el proceso no va con nadie que no pertenezca a uno de esos dos sectores en conflicto. ETA y la izquierda abertzale se hallan enzarzadas en una discusión a dos de la que es mejor quedarse al margen si no se quiere salir malparado. En este sentido, el cese de la actividad ofensiva que ETA dice haber decretado hace algunos meses ha de interpretarse como un intento de quitarse de encima la presión -y no arriesgar la cohesión- de su propia militancia civil y no como un gesto que anticipe voluntad alguna de abandonar el terrorismo. Nadie que no sea la izquierda abertzale debería, por tanto, darse por aludido.
También la manifestación que tenía que haberse celebrado ayer en Bilbao formaba, en un principio, parte de este diálogo interno. Su intención original era, con toda probabilidad, la de hacer visible a los ojos de ETA el apoyo social con que cuenta la posición que ha adoptado el brazo civil. Sin embargo, tras el comunicado de la banda, y la reinterpretación interesada a la que lo ha sometido la izquierda abertzale, el destinatario de la manifestación había cambiado. No era ya ETA, sino el Estado el que debería sentirse concernido por el inmenso clamor popular que habría suscitado la supuesta oferta de ETA. Así, al menos, parece haberlo interpretado, con razón o sin ella, la Audiencia Nacional con su prohibición. 'Dígaselo usted a ETA, porque con el Estado está ya todo dicho'.
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