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ÓSCAR B. DE OTÁLORA
Miércoles, 4 de agosto 2010, 12:41
Durante siete años y medio, el asesino del jefe de la Policía local de Andoain, Joseba Pagazaurtundua, ha compartido la calle con la familia de la víctima, sus amigos, sus compañeros, con los que le quisieron en vida. Se ha cruzado con ellos como un vecino más. Gurutz Agirresarobe, detenido ayer por la Ertzaintza, está acusado de haber asesinado el 8 de febrero de 2003 a 'Pagaza', como le llamaban sus amigos. Desde entonces había vivido con absoluta normalidad en Hernani, como un vendedor de extintores con conocidas vinculaciones con la izquierda abertzale. Hasta ayer, la impunidad le protegía.
La investigación de la Ertzaintza que ha llevado a su detención está centrada en la taza de café que el 8 de febrero bebió el asesino mientras vigilaba a su víctima. Aquella mañana, sobre las diez, Joseba Pagazaurtundua entró en el bar Daytona, como lo hacía todos los sábados, para leer los periódicos. Poco después, un hombre de unos 25 años y corpulento entró también en el local y pidió una consumición. Más tarde, los testigos dirían que llevaba peluca y no podían reconocerle. El asesino espero unos minutos mientras sorbía su café. Cuando creyó que había pocos clientes sacó una pistola y disparó en cuatro ocasiones a 'Pagaza'. La fuerte constitución del mando policial le permitió aguantar con vida nueve horas en el hospital Donostia. A las siete y media se certificó su muerte.
Los rastros de ADN que quedaron en el borde de porcelana de aquella taza han sido durante todos estos años el principal dato del asesino. En este tiempo, la huella genética sin nombre se ha cotejado con la de todos los etarras detenidos a ambos lados de la frontera. Sin ningún resultado. El crimen entró en la lista de los atentados sin autor conocido. La Ertzaintza tenía otra pista pero también conducía a un callejón sin salida. En 2001, dos años antes, la misma pistola empleada para matar al jefe de la Policía de Andoain sirvió para acabar con la vida del presidente del PP de Aragón, Manuel Giménez Abad. El dirigente popular fue asesinado cuando se dirigía junto con su hijo de corta edad al campo de fútbol de La Romareda para asistir a un encuentro entre el Numancia y el Zaragoza. El etarra era un hombre corpulento y con peluca. Las hipótesis policiales se centraron en un etarra 'legal' -no fichado- que se esforzaba por su ocultar su rostro. Además, ambos crímenes se cometieron en fin de semana, un indicio de que el asesino tenía algún tipo de actividad y actuaba en sus días de fiesta. No era un 'liberado' -un miembro a sueldo de la organización-. Pero todo eran hipótesis policiales.
Hasta que hace unos meses, en una investigación rutinaria de la Ertzaintza, aparecieron pistas sobre un sospechoso de Hernani. Los agentes de la División Antiterrorista, retomaron el hilo de la taza de café. Esta vez, tras siete años de silencio, el ADN dio positivo. Con ese dato, los expertos comenzaron a vigilar al principal sospechoso: Gurutz Agirresarobe. Se le conocían vínculos con la izquierda abertzale pero no actividades violentas. La Policía Científica extremó sus análisis. Los agentes de campo reconstruyeron la vida de Agirresarobe. En 2003 era novio de Aitziber Ezkerra, una joven que fue detenida ese mismo año acusada de haber actuado como colaboradora del 'comando Buruntza'. Esta licenciada en Derecho quedó en libertad bajo fianza por orden del juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón.
Bandera de los presos
Las vigilancias realizadas en los últimos meses no aportaron datos sobre actividades de Agirresarobe vinculadas a ETA. Vivía con una nueva pareja, que está embarazada. Los sábados quedaba con su cuadrilla y mantenía los vínculos con el equipo de rugby local, en el que militaba desde joven y con el había comenzado ya la pretemporada.
La pasada semana, el titular del Juzgado Central de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional, Fernando Grande Marlaska, ordenó a la Ertzaintza la detención de Agirresarobe y de Ezkerra. La Policía vasca puso en marcha toda la maquinaria para llevar a cabo los arrestos.
Ayer, alrededor de las cuatro de la mañana, agentes de la unidad antiterrorista, con el apoyo de unidades antidisturbios de la Brigada Móvil, entraban de manera simultánea en las viviendas de Agirresarobe y de Ezkerra y procedían al arresto de ambos. En casa del primero de ellos, la banderola de apoyo a los presos de ETA ondeaba de una ventana. Un agente de la Policía vasca la retiró al finalizar el registro, que duró cuatro horas.
Hacia las nueve de la mañana, cuando los ertzainas se llevaban en un coche sin distintivos a Aitziber Ezkerra de su casa, un reducido grupo de personas le jaleó dando gritos de «aúpa Aitziber», «ánimo» y «jotake». Dos o tres personas golpearon las ventanas del coche policial, lo que provocó que los ertzainas tuvieran que intervenir para abrir paso.
La policía también efectuó registros en un par de lonjas relacionadas con los arrestados y condujo a Agirresarobe hasta el caserío de sus padres, en el barrio donostiarra de Añorga. El presunto etarra -vestido con vaqueros y una camiseta negra-, fue visto a cara descubierta y con las manos esposadas a la espalda. Los familiares del arrestados asistieron a las actividades de la Ertzaintza. Al finalizar los registros, los dos detenidos fueron trasladados a dependencias de la Policía vasca, donde permanecerán durante los próximos días antes de ser puestos a disposición judicial.
Los responsables de la investigación esperan que las pruebas que se practiquen a partir de ahora permitan establecer si Agirresarobe pudo intervenir en el asesinato del dirigente del PP de Aragón. Aguardan también al análisis de la documentación incautado a los detenidos, así como a los resultados de los interrogatorios. A la hora de cerrar esta edición, la Policía vasca no había encontrado ningún arma en los registros.
Comandos de la zona
Las tesis policiales, no obstante, descartan que el arrestado sea un terrorista solitario. Todos los indicios apuntan a que pudo haber sido captado por algunas de las tramas que, en el año 2000, crearon los miembros del 'comando Buruntza'. Esta célula era una de las puntas de lanza de la banda para causar el mayor daño posible tras la ruptura de la tregua de Lizarra. En aquellas fechas, los futuros dirigentes de ETA Ibón Fernández Iradi, 'Susper' y Ainhoa García Montero, 'Laia', captaron a decenas de colaboradores para poner en marcha una campaña de atentados. García Montero es natural de Hernani, el pueblo de Agirresarobe. En aquellos años, la fortaleza de la banda le permitía reconstruir una infraestructura como la del 'comando Donosti' en apenas medio año. Esa capacidad ha desaparecido en la actualidad.
Las fuerzas de seguridad sospechan que Agirresarobe pudo haber abandonado la actividad armada tras la detención de su novia. Posteriormente, se encuadró de una forma más activa en algunas actividades política de la izquierda abertzale. En este sentido, fuentes de la lucha antiterrorista consultadas ayer por este periódico se interrogaban sobre qué motivos habían llevado a Agirresarobe a vivir con absoluta normalidad en Hernani, sin ningún tipo de precaución. Según algunas fuentes, el activista tenían que haber llegado ya a la convicción de que no existían pruebas que le vinculasen con el atentado. En este sentido, el consejero de Interior, Rodolfo Ares, aseguró que el arrestado podría formar parte de una célula 'durmiente', es decir, dispuesta a volver a la acción si se lo reclamaba la dirección de la banda.
El caso es similar al del comando desmantelado por la Ertzaintza el pasado mes de enero en Ondarroa. Este grupo había perpetrado, entre otros, el ataque contra la comisaría de la Policía vasca de la localidad en septiembre de 2008, en la que varios ertzainas resultaron heridos por la explosión de un coche bomba. Posteriormente, el grupo quedó desvinculado de la banda, aunque mantenía intacto su arsenal, oculto en varios zulos.
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