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GERARDO ELORRIAGA
Viernes, 16 de julio 2010, 11:11
La presión de Organizaciones no Gubernamentales y partidos políticos obligó ayer a José Luis Rodríguez Zapatero a cambiar a última hora su agenda diplomática y anular la entrevista que tenía prevista con el presidente de Ruanda, Jean Paul Kagame, acusado de un presunto delito de genocidio. El jefe del Ejecutivo español había invitado a su homólogo africano a participar en una reunión preparatoria de la cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio que tendrá lugar hoy en Madrid. Sin embargo, el malestar expresado por las asociaciones humanitarias ha trastocado los planes originales. Al final, Zapatero recibirá en La Moncloa al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Sobre Kagame recae un auto de procesamiento firmado por Fernando Andreu, juez de la Audiencia Nacional, fechado en febrero de 2008. La orden implica al líder y otros treinta y nueve militares, y responde a una querella presentada por los familiares de nueve españoles asesinados en el país africano. Todos fueron testigos de los desmanes del Frente Patriótico Ruandés, la guerrilla tutsi que lo condujo al poder en 1994. Se trata de cuatro hermanos maristas y dos misioneros, uno de ellos pasaitarra, que conocían las masacres que cometieron los milicianos contra los refugiados hutus, mientras que los tres miembros de Médicos del Mundo pagaron con su vida el descubrimiento de varias fosas comunes, último destino de los ajusticiados por la venganza de los nuevos amos.
Estas acusaciones desmontan la imagen de un presunto libertador. Se supone que acabó con las matanzas de tutsis y detuvo a los criminales hutus que buscaban, machete en mano, a sus enemigos étnicos. Entonces, la opinión pública confió en sus buenas palabras de reconciliación y democracia, y Estados Unidos bendijo con apoyo económico y militar al nuevo hombre fuerte del país de las mil colinas.
Pero los héroes se modelan con barro. Otra querella presentada en Francia lo acusa de instigar el drama mediante una estrategia sibilina. La demanda asegura que fue suya la idea de derribar con cohetes el avión del presidente Juvenal Habyarimana, suceso que generó la violenta respuesta, con el objetivo de propiciar su entrada triunfal como pacificador. La tesis no ha sido probada, pero de lo que no cabe duda es que se vengó de los hutus con una brutalidad similar y que las matanzas colectivas se sucedieron tras su conquista política.
'Razzias' contra refugiados
Su revancha traspasó fronteras y promovió 'razzias' contra los refugiados en Congo. Apoyado por Washington y convertido en agente de las multinacionales anglosajonas, impulsó la inestabilidad en la región mediante el control de grupos afines, aparentemente interesados en acabar tanto con los asesinos huidos como en derrocar al gobierno de Kinshasha. Pero todo era una pantalla para esquilmar los recursos minerales de la zona, aun a costa de la vida de más de cuatro millones de sus habitantes.
Mientras tanto, en Kigali el hermanamiento de tutsis y hutus se ha realizado bajo el peso de la ley, las abrumadoras mayorías presidenciales y un eficaz servicio secreto. No lejos del drama de los Grandes Lagos, la nueva élite erige sus mansiones en el barrio de 'Merci Congo' y la disidencia es acosada. Faustin Nyamwasa, ex jefe del Alto Estado Mayor y también acusado del juez Andreu, rompió con Kagame y buscó refugio en Sudáfrica, donde sufrió un atentado mientras se celebraba el Mundial de fútbol. Hace menos de cuarenta y ocho horas fue hallado el cadáver descabezado del político opositor André Kagwa Rwisereka. Zapatero iba a hablar con Kagame de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en su calidad de coordinadores del grupo de expertos. Posiblemente, también de su común amigo americano, pero no de los delitos que se le imputan y que incluyen genocidio, crímenes de lesa humanidad contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, integración en organización terrorista y actos terroristas, acusaciones que la inmunidad presidencial deja sin efecto.
Zapatero sí le hubiese podido reprochar que un empresario burgalés haya estado detenido durante nueve meses en una cárcel ruandesa por no pagar los impuestos de importación de una partida de baldosas. De haberlo hecho, quizá hubiese mascullado en inglés, su idioma preferido, una cortés disculpa.
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