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Urgente Un conductor herido al volcar su coche en la carretera de Santo Domingo
Samuel Sánchez coge su bolsa de avituallamiento. :: EFE
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Avituallamiento personalizado

El Euskaltel confecciona con ayuda científica el perfil metabólico de cada corredor para acelerar la recuperación

J. G. P

Jueves, 15 de julio 2010, 05:13

Están avisados. El termómetro marca 27 grados a las diez de la mañana en Chambery, salida de la etapa. En las cafeterías, los lugareños siguen atentos el desfile militar que se cuadra en la televisión. Es la fiesta nacional francesa. Y el calor se ha sumado a la celebración. Dicen los fisiólogos que no hay nada peor que un ciclista alto y robusto subiendo un puerto largo y duro en un día tórrido. En esas condiciones, el gasto energético se dispara. Ahora todo se analiza: el efecto de la temperatura, del viento, de las vitaminas, de los aminoácidos, de los azúcares... Los equipos diseccionan a sus corredores.

Por la mañana, en ayunas, a cinco de los ciclistas del Euskaltel-Euskadi les quitan una pequeña gota de sangre. Y otra por la tarde, tras la etapa. Sangre seca que acaba en el laboratorio Genetadi, en el Parque Tecnológico de Vizcaya. Allí, un racimo de científicos coge su lupa y ve otra versión del Tour. Oculta en el organismo de los corredores. Comprueban cómo la carrera roe la resistencia del cuerpo, lo maltrata y lo consume. Y viendo en ese espejo la cara del enemigo, aprenden a luchar contra él. Para cada deportista confeccionan un perfil metabólico. Uno por barba. A medida. Así, el ciclista sabe qué aminoácidos, vitaminas, azúcares o sales precisa. «Ahora, hasta la bolsa de avituallamiento está personalizada», apunta Igor González de Galdeano, director de la escuadra. La firma Novodiet aporta 'barras' energéticas adaptadas a cada corredor.

El 'aguador' del Euskaltel-Euskadi tiene que tener buen ojo. Cada botellín que porta para sus líderes está etiquetado. A Samuel Sánchez, tercero en la general del Tour, le preparan una bebida con unas sales específicas para su organismo. Sufre con el calor. Suda. Sudar es la manera que tiene el cuerpo para refrescarse. En etapas de seis horas de brasa, como la del martes en La Madeleine, a Samuel le atacan los calambres. La rigidez muscular. La oxidación. Todo chirría. El esfuerzo del martes fue tal que el corredor ovetense ni así pudo sortear esa limitación. «Trabajamos en eso con el laboratorio y con Samuel para mejorarlo aún más», cuenta Galdeano.

Los más resistentes

El plan de estudio comenzó en el Tour 2009 y se desarrolla desde entonces. Se anota el efecto de los puertos, el calor, el frío, el paso de las etapas. El desgaste en la montaña, en el llano. El comportamiento metabólico de los más resistentes y los más explosivos. «Se ve, por ejemplo, que Samuel Sánchez recupera mejor que los demás. Eso es algo genético». O que hay corredores con un nivel bajo de aminoácidos -los ladrillos con los que se edifican las proteínas-. En total, se siguen los pasos a 70 parámetros, metidos todos en esa mínima gota de sangre disecada y sometida a un test de espectrometría de masas. «Hemos visto que cada corredor precisa una cantidad determinada de vitaminas». Nada de menú para todos.

Somos lo que comemos. No hace tanto que el ciclismo era casi artesanal: agua con glucosa para la carrera y un bocadillo para después. Alguno, incluso, para coger chispa le daba al carajillo, al café con coñac. Todos compartían método y costumbres. Ahora, tras la etapa espera un batido con sales y aminoácidos. «Sabe a rayos, pero es lo mejor». Y otra ronda de batido durante la cena. Ni siquiera los pasteles se libran de la lupa científica. Los que come en el Tour el Euskaltel se elaboran en la pastelería Lekuona, en Mungia. «Nos los hace para nosotros, con carbohidratos de más lenta absorción». No saben igual, pero corren más.

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