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La hosca leyenda cantó cavernosa y tocó guitarra, teclado y armónica . :: RAFA GUTIÉRREZ
Dylan agranda su leyenda
AZKENA

Dylan agranda su leyenda

La novena edición del festival vitoriano de rock cumple las expectativas artísticas y supera las de asistencia

ÓSCAR CUBILLO

Lunes, 28 de junio 2010, 04:39

El atractivo del Azkena Rock Festival es que apuesta por el rock clásico, preferentemente con actitud. Además su público -de récord este año- es conocedor de la materia y el sábado supo apreciar la calidad destellante de dos de sus participantes, dos clásicos del rock and roll: el eterno Bob Dylan y el creciente Chris Isaak.

De ellos escribiremos luego, pero antes rememoremos el posgusto dejado por el noveno ARF. Algunas de sus propuestas resultan tan clásicas que se pasan de canónicas (los proyectos rocabilescos de Imelda May y de los hermanitos Kitty, Daisy & Lewis) y a otras se les ha pasado el arroz (The Saints o el guitarrista Chris Spedding, escudero de nuestro admirado Robert Gordon, quien cantó clásicos del rock and roll). Varios combos de extensa trayectoria mantuvieron el tipo (NRBQ, The Damned), otros pugnaron por su nicho en la historia del rock (The Hives montando la fiesta de sábado noche) y pocos nombres aburrieron objetivamente (Gov't Mule lo esperado y Slash un poco más). Y así, los grandes triunfadores del IX ARF han sido: The Jim Jones Revue y Airbourne (jueves), El Vez y los incomparables Kiss (viernes), más Bob Dylan y Chris Isaak (sábado).

El sábado por la tarde no nos atrevíamos a poner la mano en el fuego por el ciclotímico, adusto y distante Dylan. Fans suyos de solera calificaban de patéticos sus conciertos y subrayaban su plausible falta de respeto hacia un público al que suele castigar con la indiferencia. Y otra queja común era que Dylan cambia hasta lo irreconocible sus clásicos, lo cual debería ser un plus.

Al final, nosotros tuvimos suerte y el mercurial Dylan un buen día. ¡Hasta sonrió! En Vitoria apareció puntualísimo y le dio tiempo a repasar trece temas en 92 minutos y en sexteto, con la banda trajeada tan elegantemente como secundarios de Tarantino y el mito ataviado con sombrero claro y levita de sepulturero. El hermético Bob Dylan (ni un gracias nos brindó), su guitarrista guaperas Charlie Sexton (¡vaya panoplia de instrumentos rechulos se colgó!) y el resto de sus profesionales enhebraron un bolo vivo, con canciones muy largas, sobre todo al principio, caso de 'Stuck Inside Of Mobile With The Memphis Blues Again'.

Pasándolas canutas

El público reaccionó como merecía la ocasión, coreando desde el primer tema ('Rainy Day Women') hasta el único del bis (el célebre 'Like A Rolling Stone'), aunque a veces se las pasó canutas para reconocer los títulos, por ejemplo en el ralentizado 'Don't Think Twice, It's All Right' o en el mutado a lo jamaicano 'Shelter From The Storm'. Sus repertorios de cada concierto varían y a veces Dylan se reunía en conciliábulos con sus escuderos para decidir el tema siguiente. Así se sacó del sombrero clásicos añejos que sonaron sin polvo, como el trágico 'Ballad Of A Thin Man' (con él hechizando mientras su sombra se proyectaba por la tarima en penumbra), el 'Highway 61 Revisited' (blues caminero en plan Canned Heat en comandita con John Lee Hooker) o el blues 'Blind Willie McTell' (con el muy hosco contoneándose y cantando con el deje cavernoso de Tom Waits).

Aparte Dylan aportó nuevas canciones que agrandan su leyenda y le apuntalan como contador de historias aspirante al Nobel. Por ejemplo las de 'High Water', dedicada al bluesman Charley Patton, y la mejor pieza de la velada, 'Thunder On The Mountain', agraciada con la velocidad del swing y con el respetable danzando como marionetas. Fenomenal Dylan, oigan.

Y lo de esa noche con Chris Isaak, el tercer aspirante al trono dejado por el Rey Elvis Presley participante en el IX ARF (los otros dos eran Robert Gordon y El Vez), fue de magia bajo la lluvia y sin pirotecnia. El californiano interpretó 23 temas en 82 minutos sobrados de clase (su tupé, su guitarra blanca de caja, su traje azul de cowboy... y su voz, claro) y reminiscentes de los primeros años del rock and roll (poses de cuarteto vocal o el 'Love Me Tender' de Elvis entonado abajo, en el pasillo de seguridad, protegido por un paraguas, «¡como Michael Jackson!», bromeó).

Chris Isaak se atrevió con más versiones dotadas de personalidad propia: 'I'll Go Crazy' de James Brown, 'Oh, Pretty Woman' de Roy Orbison -una influencia primordial suya, no sólo en los falsetes-, el corrido en castellano 'La tumba será el final', y el country de despedida 'Blues Stay Away From Me'. También suministró más devoción presleyana (el divertimento hawaiano 'Take My Heart'), el ritmo palúdico deluxe en la estela de la Creedence ('Dancin''), su fragilidad exangüe ('Wicked Game'), su disimulada carga sexual (el blues 'Big Wide Wonderful World') y otros éxitos como 'Blue Hotel' recreados con una alineación similar a la de Dylan: un quinteto de apoyo también uniformado, pero en el caso de los músicos de Isaak con menos glamour. Sin embargo, Chris se guaseó a menudo con sus escuderos y el respetable, algo que ni se le pasaría por la cabeza a Dylan.

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