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Ayer no fue un buen día para Armstrong.
La confesión de Landis acusa a Armstrong
CICLISMO

La confesión de Landis acusa a Armstrong

Admite ahora haberse 'dopado' desde 2002 y asegura que el siete veces ganador del Tour y Bruyneel fueron los inductores

J. GÓMEZ PEÑA

Viernes, 21 de mayo 2010, 09:25

Antes, el ciclismo pedaleaba hacia la meta. Ahora lo hace hacia su tumba. Siempre a vueltas sobre la palabra culpable: el dopaje. Metido en una ciénaga sin fondo de la que salen baldes y baldes de trampas farmacológicas. La última hornada lleva la voz de Floyd Landis, el vencedor del Tour 2006 luego desposeído por atajar con testosterona. Tras cuatro años proclamando su inocencia y después de arruinarse por gastar dos millones de dólares en juicios y abogados, el ciclista estadounidense acaba de confesar haber recurrido a sustancias ilegales desde 2002. Hecha la catarsis personal, acusa a otros ciclistas de seguir el mismo régimen dopante. Entre ellos, según publica el 'Wall Street Journal', está Lance Armstrong como inductor. ¿Verdad o venganza? ¿O ambas? Sea cual sea la respuesta, el resultado es el mismo: el ciclismo pedalea sobre lodo químico, llámese EPO, hormonas o sangre a granel.

Hace tiempo que este deporte no paga sus deudas al contado. Siempre a plazos. El escándalo que no termina. Landis creció en una familia ultrarreligiosa, sin colorantes ni conservantes. Todo puro. Y ha acabado sentado en el banquillo por fraude deportivo, por 'hackear' el ordenador del laboratorio que le descubrió, por inventar la patraña de que su positivo se debió a la ingesta de whisky y, para colmo, por chantajear a otro campeón americano, Greg Lemond, con desvelar que había sufrido abusos de pequeño si declaraba contra él en el juicio por dopaje.

¿Positivo de Armstrong?

«Ahora quiero limpiar mi conciencia», asegura el hoy corredor del equipo Bahati, de segunda división. Convertido, como él dice, en un «paria», Landis se confiesa en los correos electrónicos que envió a finales de abril a autoridades deportivas estadounidenses. En ellos, salpica a antiguos compañeros en el US Postal, como Armstrong, Hincapie, Leipheimer o Zabriskie, y al director Johan Bruyneel: «En 2002, Bruyneel me enseñó a usar parches de testosterona durante el Dauphiné Libéré. Después volé en helicóptero con Armstrong hasta Saint Moritz, donde me entregó personalmente, delante de su mujer, una caja de parches de 2,5 mg. Una semana después, el doctor Ferrari (médico entonces de Armstrong) me extrajo medio litro de sangre para usarla en una transfusión durante el Tour».

Landis va más allá. Asegura que Armstrong dio un positivo en la Vuelta a Suiza desmentido por la Unión Ciclista Internacional (UCI). «Armstrong me comentó que Ferrari le había recomendado no utilizar más la EPO porque era detectable, pero él siguió usándola. Después dio positivo en Suiza. Entonces, él y Bruyneel fueron a las oficinas de la UCI y llegaron a un acuerdo económico con Verbruggen (entonces presidente de la UCI) para ocultar el positivo».

El relato se fija luego en 2003. Cuando Landis era gregario de Armstrong en el US Postal y ambos compartían vecindario en Girona. Según Landis, le extrajeron un litro de sangre, a utilizar luego en el Tour. Las bolsas quedaron almacenadas en un frigorífico de la casa catalana de Armstrong, donde también se realizó la extracción. Landis aporta un detalle más: «Conservábamos la sangre en una pequeña nevera, junto con la de Armstrong y la de Hincapie, y como Lance pensaba irse a entrenar durante unas semanas, me pidió que me quedara en la casa y me asegurara de que no se iba la luz o de que no se estropeara la nevera». A conservar el oro rojo.

Las balas de Landis alcanzan también a Johan Bruyneel, director de Armstrong. Según el corredor de Pensilvania, el técnico belga le mostró el escaparate de venenos; le enseñó a usar la testosterona, las transfusiones... Curso completo. «Bruyneel estaba paranoico (2004) y volamos a Bélgica para hacer una transfusión en el piso de una persona a la que no conozco. La segunda transfusión la efectuamos en el autobús del equipo, en el trayecto entre la meta y el hotel. El conductor fingió una avería y paró en una remota carretera de montaña para que todo el equipo recibiera medio litro de sangre».

Ahora, tras cuatro años de mentiras, Landis jura decir la verdad. No quiere que nadie quede impune. Que paguen todos como paga él. Dice que los controles antidopaje son una «farsa» y colabora desde hace un mes con la Agencia Antidopaje de EE UU. Quiere abrir la ventana, la trastienda de la farmacia. El ciclismo 'yankee', que ya vio caer a Hamilton, ve ahora cómo sus maillots amarillos quedan en cuestión. Landis creció en una comunidad religiosa donde todos iban de negro. Él cambió. Fue más ambicioso y engañó para llegar a ser 'amarillo' del Tour de Francia. Ahora vuelve al negro. Al luto por su deporte.

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