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Un empleado de Alfa Arte retoca el 'Gran elefant dret' de Miquel Barceló. :: MIQUEL BARCELÓ
La fábrica de los artistas
CULTURA

La fábrica de los artistas

Los clientes de esta empresa son reconocidos artistas que llegan con sus modelos y salen con sus esculturas hechas a la escala deseada Barceló, Oteiza e Ibarrola han producido sus obras en Alfa Arte, el vínculo industrial con la imaginación

IÑAKI ESTEBAN

Domingo, 16 de mayo 2010, 04:48

Falta media hora para que los trabajadores terminen su jornada, a las cinco de la tarde, pero aún queda tiempo para fundir la última colada de bronce, sacar alguna pieza de las máquinas de moldeado y verter ácido sobre unas pequeñas planchas, cuya superficie adquiere unas tonalidades azuladas o verdosas al contacto con el líquido.

Es, en apariencia, una fábrica como otras de Eibar, los empleados en buzo, con guantes y caretas de soldadura. Sólo que un día antes estuvieron Agustín Ibarrola y Vicente Larrea. Y Miquel Barceló pasó una semana en sus naves hasta que finalizó en mayo del año pasado su 'Gran elefant dret', escultura en bronce de un elefante de ocho metros de altura y cinco toneladas de peso que se expone en la entrada del Caixaforum de Madrid hasta el 13 de junio. Al artista español vivo más cotizado, junto a Antonio López, le recuerdan estos trabajadores como una personal de lo más normal, que cuando paraban para comer se iba con ellos.

Alfa Arte es una de las empresas del grupo Alfa, la histórica marca de máquinas de coser, que desde 1992, cuando entró un grupo de nuevos accionistas, se dedica a materializar las ideas de los artistas a la escala que sea necesaria. Su antecedente se encuentra en un taller entre Azkoitia y Azpeitia, en el que un fundidor hacía las piezas de Jorge Oteiza y Néstor Basterretxea por un procedimiento como el que utiliza Alfa Arte, el fundido en bronce a la cera perdida.

Andrés Nagel, cliente de la fábrica, se la recomendó a Barceló, y por sus naves y entre sus máquinas también han pasado Txomin Badiola , Pello Irazu, Paco Aguilar, Jedd Novatt, Ángel Garraza, Andoni Euba, Dora Salazar, los mismos Oteiza y Basterretxea, y una familia vizcaína que tiene los derechos de reproducción de una escultura de Salvador Dalí, entre otros muchos.

La empresa recibe decenas de encargos al año, entre ellos los de hacer de 10 a 20 esculturas públicas de grandes dimensiones. Su facturación se sitúa entre los dos y los tres millones de euros, dependiendo del ejercicio, y cuenta con una plantilla de 25 personas.

La mayoría de los empleados tiene formación artística, como Iñaki Aceña, licenciado en Bellas Artes, que estaba haciendo el doctorado cuando se enteró por un amigo de que en la fábrica, recién inagurada, buscaban gente. «A la semana ya estaba trabajando», recuerda.

Aceña divide a los artistas en dos tipos. «Los que lo tienen claro desde el principio y van directos al resultado, y los que están abiertos al proceso. Barceló se ponía el buzo blanco y le gustaba mancharse, se notaba su pasión por la materia y tomaba algunas de sus decisiones según avanzaba el trabajo».

Saber escuchar es el requisito básico para relacionarse con los creadores. «Si un taller no está acostumbrado a tratar con artistas, seguramente habrá más problemas», señala Aceña.

Rueda de hormigón

Y además de escuchar, también proponen. Alfa Arte se dedica, dice el director gerente José Mari Armentia, a «traducir el lenguaje del autor a datos técnicos y a procesos tecnológicos. El artista nos plantea retos, y nosotros tratamos de solucionar sus problemas. Si no podemos, pedimos ayuda a otras divisiones de Alfa, o a otras fábricas del entorno».

En uno de los espacios del taller se encuentra Antonio Ranieri, un creador italiano que vive entre Roma y Bilbao, donde tiene su estudio. Ranieri trabaja en una escultura de ocho metros de altura, 'Gaia', un homenaje a diosa Tierra que se ubicará en el enlace de la Super Sur y la autovía del Cadagua.

De melena canosa, unos cincuenta años, Ranieri viene todos los días a Eibar y apura los últimos momentos de la jornada retocando una de las piezas, que luego se fundirá en metal y se unirá a otras hasta llegar a la altura de 'Gaia'. «La primera vez que vine aquí fue hace tres años con una pieza de cinco metros que tenía un montón de problemas de producción, y me los solucionaron todos. Investigan mucho con los materiales, experimentan y te proponen cosas de las que puedes beneficiarte. Además, me siento cómodo, hablo con los técnicos, ando de un lado a otro, me encuentro como en familia», confiesa el italiano.

En el mismo ambiente se mezclan los elementos fabriles, el fuego de los sopletes, los tornos, las puertas de aluminio, con los objetos que una vez salidos del taller se colocarán en las galerías y tomarán otro brillo, otro glamour. A unos metros de donde está Ranieri reposa una rueda de camión cubierta de silicona, de la que se hará un molde y luego pasará a ser de hormigón. Es una obra de Asier Mendizabal, artista guipuzcoano que aún no ha cumplido los cuarenta años y ya ha expuesto en museos importantes como el MACBA de Barcelona.

Cruzando la puerta se hallan tres modelos de las columnas encargadas por el diseñador Philippe Starck que hoy están en la entrada de Alhóndiga Bilbao a una dimensión muy superior. En la misma sala trabaja Lourdes Umerez, un mujer joven que estudió Magisterio pero que siempre quiso ser pintora, y que vez de ponerse delante de la clase para enseñar prefirió estudiar en la Escuela de Arte de Deba, como muchos de sus compañeros, para luego trabajar en esta fábrica. En su mesa tiene una pequeña escultura de un toro, y en el centro una igual, pero cien veces mayor.

Del ojo al escáner

El paso de una escala a otra lo ha llevado a ojo, de manera artesanal. Pero en Alfa Arte también tienen otros métodos para dar este salto, en el que los artistas piden mucha precisión. Se trata de un escáner, que maneja Iñaki Aceña, y reproduce en tres dimensiones, en una imagen de ordenador, el modelo que entrega el artista. A partir de ese momento un programa aumenta la escala hasta las dimensiones deseadas, siempre en la proporción y con los detalles exactos, para que el pequeño elefante que trajo Barceló alcance a los ocho metros y las cinco toneladas actuales, y sea idéntico en la forma al original, o con el acabado que le quiera dar el artista.

Armentia relata cómo la empresa empezó haciendo esculturas de pequeño tamaño en bronce, destinadas a las tiendas de regalo y galerías comerciales; luego pasaron a las piezas más grandes, adornos de jardines y parques, hasta que empezaron a hacerse un hueco enla agenda de los artistas contemporáneos.

En la galería que ellos mismos tienen en la parte superior del taller, las piezas de los ya clásicos como Oteiza -también algunos de sus prototipos, las llamadas 'tizas'- y Basterretxea se unen a las esculturas de José Ramón Anda y de José Zugasti, dos de los escultores con los que más trabajan.

En la sala, en la que también se propician los encuentros de los artistas con los clientes, hay obras de José Ángel Lasa, Gallo Bidegain y otros de generaciones posteriores, como José Ramón Amondarain y Naia del Castillo, y de artistas de amplio reconocimiento, como Miquel Navarro. También hay un segundo elefante de Barceló, que en verano viajará a a la localidad francesa de Aviñón.

A pesar de que las expectativas aumentan para Alfa Arte, a ellos también les ha afectado la crisis. «La demanda de escultura pública ha bajado, y ésa es una de nuestras principales actividades. Pero queremos seguir creciendo y hacerlo de los artistas de primer nivel», destaca Armentia.

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