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POLÍTICA

Torpedos contra el Supremo

TONIA ETXARRI

Miércoles, 14 de abril 2010, 11:41

Tan ideologizada está la causa que abanderan los partidarios de que el juez Garzón no se siente en el banquillo que, por lo visto, no importa de qué se le acusa al magistrado sino quiénes se han atrevido a hacerlo. El foco de atención se centra en los acusadores «ultraderechistas» que, vaya por Dios, no están ilegalizados y, ahora que arrecia la tormenta, los sindicatos que claman por la «libertad y la democracia» en la España del 2011 se percatan de ello.

Pero como se da la circunstancia de que el juez Varela es un fundador de la asociación progresista Jueces para la Democracia, entonces los reparos se desvían hacia la inquina personal. Tiene, según ellos, una «enemistad manifiesta» contra el juez estrella quien sabe algo, por cierto, de rivalidades personales y venganzas intransferibles. Así se lo afeó la magistrada Margarita Robles, en su momento, al recordar que Garzón debió inhibirse cuando investigó a sus antiguos compañeros de gobierno en el caso GAL. El acto-mitin-fiesta de ayer en Madrid en el que compartieron escenario UGT, CC OO y el ex fiscal Jiménez Villarejo -y en donde se llegó a llamar «torturadores» a los magistrados del Tribunal Supremo- fue un auténtico torpedo en la linea de flotación del alto tribunal, además de una injusticia. Una institución que hasta ahora ha sido la diana de todas las iras de las fuerzas nacionalistas. Y que, desde ayer, se ha convertido en un icono de feria contra el que se pueden dar desde todos los sectores cabreados con la crisis, afectados por el 20% de paro, o tocados por la falta de crédito bancaria. El Tribunal Supremo es, de repente, para una parte de la clase política, como el doberman. Que vuelve la derecha, los fachas y los de la caverna. Un miedo que, atizado como el fuego, puede movilizar una llamarada de votos.

Pero se trata de un juego muy peligroso. Cuando para defender a un juez se intenta desacreditar uno de los pilares básicos del cuerpo judicial se está poniendo en riesgo el sistema constitucional. Tan ideologizada se encuentra esta causa que en algunos periódicos han abierto una sección fija en sus páginas interiores titulada 'el acoso al juez Garzón'. Por no hablar de recurrentes viñetas de humoristas de frágil memoria que tiran a dar al Supremo dibujando a sus integrantes como unos tipos siniestros y fachas. Nada que ver con la realidad. Plantear una batalla ideológica para defender a un juez de quien se trata de saber si prevaricó o no es un error, por tratarse de un debate falso. Garzón tiene quien le defienda, incluso hasta el propio presidente Zapatero, que ponderó, con razón, la trayectoria de este magistrado en la lucha contra ETA.

Pero se da la circunstancia de que a Garzón no se le juzga por su papel en la lucha antiterrorista, sino por investigar una causa prescrita para la que no tenía competencia. También por rechazar, en lugar de inhibirse, una querella contra un banco que financió sus conferencias. Manuel Chaves, cuando presidía la Junta de Andalucía, en 2003, declaró públicamente que «Garzón es una mala persona; lo era antes y lo es ahora». Hace poco ha dicho casi lo mismo del juez Varela. No existe precedente de un movimiento de presión tan brutal contra la más alta institución de la Justicia. Pero con tal de extraer réditos políticos, algunos son indiferentes a las consecuencias.

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