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Valverde, Horner y Beñat Intxausti, en el podio de Orio. :: JOSÉ MARI LÓPEZ
Intxausti se sube a la Vuelta de Horner
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Intxausti se sube a la Vuelta de Horner

El vizcaíno ilusiona al alcanzar el podio en la primera ronda vasca que se va a Estados Unidos

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 11 de abril 2010, 04:53

Antes de la contrarreloj de Orio, a Horner le llamó Armstrong. Tienen mucho en común: origen, equipo y edad. Van para 39 años. Armstrong, que le saca sólo un mes, le animó por teléfono: «Lance me dijo que yo iba a ganar». Atinó, aunque por sólo ocho segundos, los que le sacó a Valverde. El murciano no quiere ni ver los 'móviles'. No dejan de anunciarle desgracias: vetos del Tour, sanciones en Italia, sentencias contrarias... Mejor ni cogerlo. «Yo sólo hablo en la carretera, que es donde lo dejo todo bien claro», zanjó ayer tras ser segundo en los 22 kiómetros contrarreloj de Orio. En cambio, a Beñat Intxausti, quinto en la etapa, la alegría le llegó por teléfono. Así le comunicaron que iba a subir al podio de la ronda: tercero. Y, entre tanto 'móvil', se quedó sin palabras. Ese puesto le sitúa en línea con Horner, Valverde, Rodríguez, Samuel, Schleck, Gesink... Durante un minuto no supo qué decir. No hacía falta. Acababa de enviar su mensaje. Y dice: el ciclismo vasco tiene nuevo 'mesías'.

Intxausti es de Amorebieta, hijo de la Klasika Primavera, de la cuneta de Montecalvo. El viernes durmió intranquilo. Eléctrico. Sabía que en los 22 kilómetros de Orio podía recorrer una distancia enorme. Horner y Valverde estaban fuera de su alcance. Pero tenía a tiro a 'Purito' Rodríguez y a Peraud, el campeón de 'crono' francés. Notaba que ya está convirtiéndose en otro Intxausti, más poderoso. Se sentía a un centímetro del podio y, claro, sudaba. Duermevela. Que llegue por fin la etapa.

Así salió, sobre una mecha. A explotar. Subió la rampa de Aia con el sexto mejor tiempo: a 6 segundos del mejor, de Rodríguez, y un segundo por detrás de Peraud, sus rivales para el podio. Ahí, el reloj empezó a dejar de correr para los otros, y empezó a dar la hora del vizcaíno. Intxausti equilibró su nervios y puso su perfil, lineal, de silbido, al servicio del 'crono'. Acabó quinto, a 21 segundos de Horner y dos segundos mejor que Samuel, su líder. Entró boquiabierto, sin oxígeno a nivel del mar, junto a la playa de Orio. Un minuto boqueando. Entonces alguien, teléfono en mano, se lo dijo: «Podio, Beñat, podio». 'Purito' y Peraud flojeaban. El joven (24 años) corredor del Euskaltel no dijo nada. Como si necesitara un pellizco que le demostrara estar fuera de su mejor sueño. Lo estaba. En el podio, su destino ayer y mañana.

Arriba le saludó Valverde, segundo en la etapa y en la general. Se le resiste esta carrera. Por seis segundos la perdió en 2006 ante Marchante y por siete ayer frente a Horner. Valverde vive en plena guerra. Cada día, desde que en 2006 se destapó la 'Operación Puerto', escucha un bombardeo sobre su cabeza. Desde esa fecha, cualquier mañana puede ser la última. Ha visto cómo las bombas derrumbaban la carrera deportiva de muchos compañeros. Y sabe que el siguiente puede ser él, que la aguja del disco ciclista está rayada en la palabra 'escándalo'. Aun así, entre cada sentencia y cada recurso ante el juez, gana. La 'Lieja', la Vuelta a España... Casi todo el calendario lleva su nombre. Le persigue un terremoto y él como si nada. Antes era el 'imbatible'; ahora, el inmutable. Ayer, pese a salir de líder con un segundo y perder por sólo ocho, le echó una sonrisa a la derrota. «Yo he estado bien. Pero hay otro que se ha salido». El tal Horner. «Ahora iré a por las clásicas», anunció el murciano. A esquivar bombas.

La promesa de Horner

Allí irá también Horner. A Lieja, a la Flecha Valona. A donde haga falta. Es un tipo ambulante. De Oregón y nacido en una base militar estadounidense ubicada en Okinawa (Japón). Rapado, pecoso, feliz y cabezota. El año pasado se dejó una clavícula en Güeñes, en la cuarta etapa de la Vuelta al País Vasco, y se juró volver a cerrar esa herida. «Le puse una cruz en el calendario a esta carrera», confesó ayer. Con casi 39 años, un ciclista lo ha sido de muchos modos: primero lo fue metido en su autocaravana, de costa a costa de Estados Unidos. Comía hamburguesas, donuts, lo que pillaba. Luego se vino a Europa, fracasó y volvió a casa. Pero, como en Güeñes, no le gusta dejar cuentas pendientes. Así que regresó, con los colores del Saunier Duval. Allí le apodaron 'Chiquito de la Calzada'. Bromista. «En una etapa se cayó y cojeaba, andaba como 'Chiquito», recuerda.

Desde ese retorno ha estado al servicio de Evans, Contador y ahora Armstrong. Ha pagado sus deudas. La última, ayer, en Orio. «Sabía que si llegaba empatado con Valverde al tramo llano, le podía ganar. Mi bicicleta 'Trek' es más rápida en ese terreno», contó. Así le pudo. Cuando llegó a puerto el primer estadounidense que gana la ronda vasca, comenzaron a sonar los teléfonos. Armstrong quería hablar con Horner. Valverde, con nadie. E Intxausti, con el futuro.

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