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FLORENCIO DOMÍNGUEZ
Martes, 6 de abril 2010, 11:33
El tipo que ahora manda en los comandos de ETA escribió hace dos años un texto contra tres de sus compañeros en la dirección de la banda terrorista. El escrito, que provocó una crisis, terminaba con los vivas rituales y con la expresión «revolución o muerte», el lema de 'iraultza ala hil' que adoptaron los de ETA-VI a principios de los setenta para diferenciarse de los de ETA-V con su 'askatasuna ala hil' (libertad o muerte).
Esa recuperación de la idea de revolución colocándola a la altura o por encima de la idea de la patria impregna a los actuales dirigentes de ETA que creen que Batasuna se ha aburguesado, se ha convertido en un partido clásico y burocratizado, plagado de cuadros liberados sin conexión con las bases sociales y que defieden la democracia burguesa. A quienes mandan ahora en ETA no les emociona una acumulación de fuerzas resultante del pacto entre dirigentes de Batasuna y Eusko Alkartasuna, sino que quieren que la acumulación de fuerzas salga de la lucha en los barrios y en los pueblos, no de la «politiquería» de las cúpulas de los partidos.
Entre quienes están ahora al frente de ETA se ha desarrollado el mismo sentimiento que hubo en las filas de la banda terrorista tras la ruptura de la tregua en el año 2000: un sentimiento de haber sido traicionados por los responsables de Batasuna que no defienden la violencia con convicción. «Da la impresión de que nadie defiende la lucha armada o al menos la legitimidad de todos los medios de lucha», escribía un miembro de ETA en el año 2000 refiriéndose a los dirigentes de Batasuna. Ahora se han escrito cosas parecidas porque consideran que Batasuna no hace lo suficiente para justificar la lucha armada.
ETA ha ratificado su voluntad de desarrollar una estrategia político-militar en la que la banda sigue ejerciendo la dirección política y considera que no es Batasuna quien tiene que decirle cómo se hacen las cosas.
Todo eso está en el fondo del rechazo expresado por ETA este domingo a la petición realizada por un grupo de mediadores internacionales, entre ellos cuatro premios Nobel, para que hiciera una tregua. Y a Batasuna le parece positiva la respuesta de ETA diciendo no a la declaración de Bruselas, que también le había parecido positiva. A Batasuna le parece bien que Brian Currin le pida a ETA una tregua que ellos no quieren o no se atreven a pedir, pero le parece igual de bien que la banda diga que no.
Este episodio demuestra la incapacidad real de Batasuna de distanciarse de ETA. Queda muy bien lo de Currin pidiendo una tregua, pero no es el mediador sudafricano el que tiene que hacer méritos para volver a la legalidad y poder presentarse a las elecciones. Es Batasuna la que tiene la tarea pendiente.
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