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John Pilmaier y Peter Isely, dos de las víctimas de Wisconsin, ayer en la plaza de San Pedro. :: AP
Acusan al Papa de proteger a un cura que abusó de 200 niños sordomudos en EE UU
Cuando era cardenal

Acusan al Papa de proteger a un cura que abusó de 200 niños sordomudos en EE UU

Los hechos tuvieron lugar entre 1950 y 1974 y fueron denunciados en 1996, cuando Benedicto XVI era prefecto de la Doctrina de la Fe

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL

Viernes, 26 de marzo 2010, 08:47

El cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, concedió a un sacerdote moribundo que había confesado abusos a más de 200 niños sordomudos de Wisconsin la paz de la que carecen sus víctimas. Todo apunta a que fue su mediación la que detuvo el proceso de defenestración que había pedido insistentemente el arzobispo de Milwaukee, Rembert Weakland.

El sacerdote Lawrence C. Murphy descansa bajo tierra desde 1998, pero ahora está arrastrando al Papa a otro escándalo de pederastia. La mayor parte de sus abusos se produjeron entre 1950 y 1974, lo que no impidió que el padre Lawrence siguiera trabajando con niños en colegios y reformatorios hasta el final de sus días. De hecho, fue enterrado con todos los honores de su hábito a los 72 años, gracias a una carta que escribió personalmente al entonces cardenal Ratzinger suplicándole clemencia: «Acabo de sufrir recientemente otra trombosis que me ha dejado en un estado muy débil. Me he arrepentido de cualquiera de mis transgresiones pasadas y he tenido una existencia pacífica en el norte de Wisconsin durante los últimos 24 años. Sólo quiero vivir el tiempo que me quede en la dignidad de mi sacerdocio. Solicito su amable asistencia en este propósito», le rogó.

Entre los documentos que dos abogados de las víctimas han proporcionado al diario ' The New York Times' no figura ninguna respuesta de Ratzinger, quien en aquella época era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sin embargo, el cardenal Tarcisio Bertone -entonces era el 'segundo' de este órgano colegiado, cuya función es custodiar la correcta doctrina católica en la Iglesia, y hoy es secretario de Estado del Vaticano- detuvo el juicio canónico.

«Un retiro espiritual»

En su lugar, recomendó un retiro espiritual para determinar la veracidad de su arrepentimiento y prohibirle oficiar misa pública fuera de su parroquia. En ningún momento se informó a la Policía, que en el pasado había desestimado varias denuncias.

El arzobispado de Milwaukee tardó dos décadas en trasladar el caso al Vaticano y tres años en obtener su atención. De hecho la oficina de Ratzinger no contestó a las dos cartas del arzobispo, por lo que Weakland decidió apelar a la Signatura Apostólica, equivalente a la corte suprema del Vaticano, informando de la urgencia de evitar un escándalo porque los abogados de las víctimas se preparaban para llevar el caso a los tribunales. Sólo entonces la oficina de Ratzinger instruyó al arzobispo de Wisconsin a comenzar en secreto un proceso disciplinario contra el prelado por haber utilizado el confesionario para pedir favores sexuales.

El juicio, que podría haber acabado con la expulsión de Lawrence C. Murphy del sacerdocio, se paró en el momento en que envió su misiva a Ratzinger para expresarle su arrepentimiento, informarle de su enfermedad y comunicarle su deseo de terminar sus días «con dignidad». Murió cuatro meses después.

Pero el confesonario no fue el único lugar donde se cometieron los abusos. Arthur Budzinski, una de las víctimas, recordaba ayer, a través de su hija Gigi, que interpretó sus señas para la Prensa, cómo se escondía llorando debajo de la cama «cuando el cura entraba en el dormitorio a buscarle. La primera vez que se lo llevó a un armario, le bajó los pantalones y lo masturbó, tenía 13 años. Sus padres no entendían el lenguaje de signos, por lo que no podía contárselo. El padre Murphy era su intérprete con el mundo. La gente le consideraba un santo».

Muchos de esos adolescentes, confundidos por su sonrisa amable, perpetuaron el infierno de su silencio al pensar que eran las únicas víctimas. Sin embargo, sólo en el Colegio St. John para sordomudos, que el padre Murphy llegó a dirigir, hay más de 200 y la cifra aumenta con su trayectoria. En 1993, cuando se empezaron a apilar las denuncias sobre su mesa, el arzobispo Weakland contrató a un asistente social especializado en el tema para evaluarlo. Tras cuatro días de entrevistas obtuvo la confesión del sacerdote, evaluado como «un pederasta típico sin señales de remordimiento».

«Por fin podemos llevar esto a donde pertenece, a los pies del Vaticano», suspiraba ayer aliviado Mark Salmon, también víctima de abusos sexuales en otra parroquia de Milwaukee.

Protesta en San Pedro

Un grupo de víctimas de estos abusos protestaron ayer delante de la Plaza San Pedro del Vaticano contra la Santa Sede por «ignorar las denuncias» contra los sacerdotes pederastas. Barbara Blaine, Peter Isely, John Pilmaier y Barbara Dorris, todos ellos miembros de la asociación americana Red de Supervivientes de Víctimas de Abusos de Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en ingles), acusaron al Papa Benedicto XVI de «ignorar las denuncias» que llegaron a su mesa de trabajo cuando dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe. «Es algo inaceptable y esa es la razón por la que estamos hoy aquí, porque estamos hablando de un fenómeno global, ya que existen 6.000 curas pedófilos sólo en los Estados Unidos», denunció Peter Isely.

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