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JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA
Domingo, 21 de febrero 2010, 04:25
Cuando la izquierda abertzale anuncia un cambio de estrategia hacia el fin de su complicidad con la violencia, la indiferencia, el escepticismo y la incredulidad están del todo justificados. Hasta el momento, el inmovilismo ha sido la nota que mejor ha definido la actitud del colectivo en este punto de sustancial importancia. Comprendo, por tanto, la frialdad con que la mayor parte del ámbito político y mediático ha recibido el documento 'Zutik Euskal Herria', en el que la citada formación abertzale recoge las conclusiones del debate que acaba de mantener en su seno. Con todo, y aun a riesgo de equivocarme, me atrevo a discrepar de esa gran mayoría que no ve nada nuevo en la estrategia recién aprobada y desecha el documento como si se tratara del enésimo intento de camuflar con bellas palabras las mismas malévolas intenciones.
A veces, cuando de interpretar un texto se trata, la mejor manera de acertar con el sentido que ha querido darle el autor consiste en leerlo teniendo en mente quién es su destinatario. En mi opinión, la hipótesis más verosímil es que el documento que nos ocupa está dirigido -si no sólo, sí sobre todo- a ETA. Habría que leerlo, por tanto, como si de una carta abierta se tratara que la izquierda abertzale civil remite a la Organización militar, exponiéndole, con notable claridad y crudeza, por cierto, cuál es la estrategia que ha decidido seguir en adelante.
Comienza la carta dejando claras la autoridad y la autonomía de los remitentes. No son éstos «unos pocos» directivos descontentos que se habrían reunido, como para conspirar, «en lugares ocultos». El debate se ha producido en «la gran sala de juntas que componen» los militantes. Ostentan, en consecuencia, sus autores la legitimidad que les confiere un «amplísimo apoyo en (su) base social». Concluye el preámbulo con un par de solemnes pronunciamientos. «Sólo a nosotros y a nosotras, y a nadie más, corresponde asumir la responsabilidad» de establecer la estrategia a seguir. «El Pueblo Vasco. La ciudadanía vasca. Los hombres y mujeres de esta tierra. Su sociedad. Esas son nuestras únicas referencias a la hora de dibujar nuestro proyecto político».
Resulta difícil no escuchar en estas palabras una respuesta contundente, hasta airada, a la reprimenda que ETA dirigiera hace todavía bien poco tiempo a la izquierda abertzale por haberse entrometido en temas de alta política que sólo a la Organización correspondería abordar. Estaríamos quizá, por tanto, ante la más clara declaración de autonomía respecto de la Organización armada que la izquierda abertzale civil haya hecho pública en toda su historia.
Dejado esto claro, la izquierda abertzale expone a continuación cuál va a ser la estrategia que ha decidido seguir. No es una estrategia «forzada por nada». Se trata de «una decisión propia», «unilateral» y sin contrapartidas, fruto del análisis de la realidad. Parte de una doble constatación. La primera es una especie de 'Yes, we can'. En efecto, «hoy en día... la opción de la independencia... es una opción real» y «la oportunidad de un cambio político verdadero... se encuentra abierta de par en par». La segunda pretende ser un halago a la Organización. Nada se nos ha regalado. Todo ha ocurrido «gracias a la lucha», «tras haber logrado frenar» los intentos de liquidación y habiendo tenido que soportar un «sufrimiento... terrible».
En cualquier caso, la izquierda abertzale sostiene que «hemos traído el proceso de liberación a la fase del cambio político». El viejo «ciclo estatutario» está agotado y se ha iniciado «otro nuevo aún por definir». Ciclos nuevos requieren nuevos instrumentos. Al viejo de la «negación» correspondía el instrumento de la «confrontación armada». En este nuevo de las «oportunidades abiertas de par en par», la izquierda abertzale ha de «llevar la confrontación al terreno donde los Estados son más débiles, esto es... al terreno político». En coherencia, «la conclusión del debate se ha decantado por situar todas las formas de actuación al servicio de... la acumulación de fuerzas... Por tanto, con el objetivo de la acumulación de fuerzas como horizonte, la lucha de masas, la lucha institucional y la lucha ideológica... serán los únicos instrumentos del proceso democrático», que ha de «desarrollarse en ausencia total de violencia y sin injerencias, rigiéndose... por los principios del senador Mitchell».
Nos encontramos, pues, ante una afirmación de autonomía y una declaración de principios que la izquierda abertzale remite a la Organización. No se trata además de una propuesta que se sometería a la consideración de un superior. Está, más bien, redactada como una comunicación enviada para mero conocimiento del destinatario. «La conclusión del debate se ha decantado por...» suena a una especie de 'te hago saber' que no admite matices ni corrección. Y, aunque muchas palabras y expresiones repiten lo dicho en diversos momentos del pasado, el tono general del escrito tiene algo de retador que no debería pasarse por alto.
Ahora bien, la izquierda abertzale es muy consciente de que, enviado el escrito, no puede desentenderse de las consecuencias que está llamado a tener en diversos ámbitos y direcciones. Las palabras comprometen, y estas concretas lo hacen tanto respecto del remitente como del destinatario.
Comencemos por este último. La Organización no se había encontrado antes con un pronunciamiento tan claro, público y solemne de su brazo civil, el cual versa además, no sobre una cosa cualquiera, sino precisamente sobre lo que constituye su propia razón de ser: la lucha armada y su sinsentido en la actual coyuntura. No podrá, pues, darse por satisfecha con un mero acuse de recibo. La carta espera respuesta. Y, por lo que a ésta respecta, nada augura que vaya a ser aquiescente. No hay más que ver en qué anda metida la Organización para aventurar cuál va a ser su contestación. Con todo, también cabe pensar que, si la izquierda abertzale se ha atrevido a dirigirse a la Organización en términos tan claros, es porque cree contar en aquella con apoyos suficientes para hacer valer su postura o, cuando menos, para crear en su seno una profunda disensión.
Viene luego cuál será la reacción de la propia izquierda abertzale si, una vez proclamado su «te hago saber», ETA vuelve a las andadas. Después de lo escrito, no podrá la izquierda abertzale desentenderse ni comportarse como si las acciones de la banda no fueran ya con ella. No basta, en efecto, esta declaración de autonomía para declararse automáticamente desvinculada de una historia compartida durante tantos años. La carga de la prueba sigue aún pesando sobre la formación radical y mucho más que palabras le hará falta para que la opinión pública -y la Justicia- la considere liberada de ella. Por de pronto, la «apuesta por las vías políticas en exclusiva» habrá de convertirse, para ser creíble, en repudio expreso y nominativo de quien siga ejerciendo violencia en nombre de ese mismo proyecto político aún compartido. Es lo menos que puede exigírsele a la izquierda abertzale como primer paso de una andadura que, aun cuando fuera sincera, tendría todavía ante sí un larguísimo trecho por recorrer antes de llegar a su esperado destino.
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