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MERCEDES GALLEGO
Miércoles, 17 de febrero 2010, 09:45
La primera central nuclear que se construya en EE UU en 30 años llevará detrás el nombre de Barack Obama. El flamante Nobel de la Paz anunció ayer, en un apasionado discurso en defensa de la energía atómica, que su gobierno invertirá 8.330 millones de dólares en avalar los préstamos que echarán a andar dos reactores en la planta de Burke (Georgia).
«Y esto es sólo el principio», avisó. «Mi presupuesto propone triplicar las garantías bancarias que ofrecemos para financiar instalaciones nucleares limpias y seguras». Obama dice que hay que cogerle el paso a países como Francia y China. El primero genera el 76% de su electricidad en centrales nucleares, en comparación al 20% de EE UU, donde la construcción de nuevas plantas está paralizada desde 1979, cuando se produjo el accidente de Three Mile Island (Pennsylvania), seis años antes del de Chernobyl. Por su parte, China en este momento tiene 21 de los 56 reactores nucleares que se construyen en todo el mundo. «No os equivoquéis, tanto si es energía nuclear, solar o eólica, si fallamos en invertir hoy en esas tecnologías estaremos importándolas mañana, nos quedaremos atrás y producirán en ultramar los empleos que deberíamos tener en EE UU».
La generación de empleo es otra de las grandes excusas con las que Obama justifica su repentino apoyo a la energía nuclear, que siempre fue tibio. Con la planta de Georgia estima crear miles de empleos temporales y 800 permanentes. La realidad es que la construcción de plantas nucleares se ha demostrado tan cara que Wall Street no quiere financiarlas por contraer un riesgo de quedarse con el préstamo. Los inversores saltaron del barco en diciembre pasado en San Antonio, el primer proyecto iniciado en décadas. Los 5.800 millones proyectados se habían doblado a 13.000, y un estudio independiente proyectaba su costo en 22.000.
Los grupos medioambientales han puesto el grito en el cielo. No sólo porque Obama no proporciona solución para los residuos nucleares y mejorar la seguridad de las plantas, sino porque justifica su apoyo con la excusa de combatir el calentamiento global, cuando «las inversiones en energías eólicas o solares van siete o diez veces más lejos en desplazar la emisión de gases contaminantes», asegura Jim Riccio, de Greenpeace. «Vamos a convertir la vida de esta industria en un infierno», promete.
La revista 'Mother Jones' sostiene que la conversión de Obama a la energía nuclear tiene como objetivo ceder terreno ante los conservadores para lograr su apoyo en la ley que recorta las emisiones contaminantes, pero también por la creciente influencia de los lobbies nucleares en su campaña y en su gabinete de gobierno.
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