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ARTÍCULOS

Guggenheim, Coca-Cola y otros combinados

Ante el nuevo proyecto de museo, ¿es conveniente volver a combinarse con la Fundación de Nueva York? Sería lo acertado

JUAN CARLOS URRUTXURTU

Domingo, 7 de febrero 2010, 04:08

Tomás Uribeetxebarria Maiztegi era diputado de Cultura de la Diputación Foral de Bizkaia cuando se empezó a hablar de los deseos de la Fundación Solomon R. Guggenheim, de Nueva York, de instalar un museo en Europa. Corrían los años finales de la década de los 80, era tiempo de sequía, la que más tarde se hiciera famosa más por recordada que por pertinaz. En aquellos años no había Internet y, para los profanos en materia de arte, como quien esto escribe, la Fundación Guggenheim era una absoluta desconocida; pero no para Tomás Uribeetxebarria, como pronto descubrirán los lectores pacientes.

Desde el principio él intuyó que el incipiente proyecto Guggenheim era algo más que una apuesta cultural; y por eso -durante todo el proceso de negociación entre el Gobierno vasco, la Diputación Foral de Bizkaia y la propia Fundación norteamericana- en todo momentó abogó por mantener un discreto protagonismo. Gracias a actitudes de este tipo, el proyecto fructificó.

Ahora, cuando algunas personas cuestionan la importancia que la marca Guggenheim ha tenido en el reconocido éxito del museo bilbaíno, no puedo dejar de recordar una conversación que por entonces mantuve con el diputado de Cultura. Seguramente tuvo lugar tras conocer algunas aceradas críticas, motivadas por el fuerte acento 'yanqui' que algunas personas creían percibir en el proyecto. Le pregunté a Tomás Uribeetxebarria las razones para no llamarle Museo Vasco de Arte Moderno y Contemporáneo de Bilbao, y sí Guggenheim Bilbao Museoa. Él no se demoró ni un segundo en su respuesta: «Ni hablar, Juan Carlos; eso sería como despreciar un acuerdo con la Coca-Cola». La marca Guggenheim era fundamental para el proyecto, y tenía que ocupar un primer plano. Años después, y con la perspectiva que da el paso del tiempo, no tengo duda alguna de que el diputado fue certero en su valoración, y creo que la mayoría de los lectores estará de acuerdo con mi apreciación.

Casi igual que ocurrió hace 20 años, con los mismos argumentos a favor y en contra, en estos momentos seguimos enfrascados en el debate sobre la idoneidad de una ampliación 'discontinua' del Museo Guggenheim Bilbao, con una nueva ubicación en Urdaibai. Ante el nuevo proyecto museístico, una vez más vuelven a resurgir cuestiones que ya creíamos superadas: ¿Es conveniente volver a combinarnos con la Coca-Cola? Yo sigo teniendo la certeza de que sí, de que eso sería lo acertado. Quizás porque tengo también el convencimiento de que, si en algún momento tengo dudas al respecto, no vacilaré en volver a plantearle la cuestión a Tomás Uribeetxebarria. Y estoy seguro de que me respondería lo mismo: «Oye, que estamos hablando de la Coca-Cola».

Renovarse o morir. Parece evidente que, 20 años después de aquello, sería conveniente actualizar e innovar el combinado. Y aunque es cierto que las bebidas carbónicas, una vez abiertas, pierden fuerza, también lo es que siempre se puede abrir otra botella, o una lata, que es más manejable y moderna. Además, ahora podemos acompañar a la Coca-Cola con un excelente txakoli que, por cierto, también lo hay en Urdaibai, y del bueno.

Hoy contamos con excelentes enólogos, y no menos afamados sumilleres, capaces de fusionar ambas bebidas y de obtener de ellas un producto de calidad que satisfaga el paladar de una mayoría. Otra cosa es que siempre habrá gente a quien le guste más el Kas, la gaseosa o el jariguay. Y aunque todo está dicho, sobre gustos no hay nada escrito.

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