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CONFESIÓN. Riis, durante su declaración de ayer. / EFE
Riis, el verdugo de Induráin, confiesa que se dopó con EPO
CICLISMO

Riis, el verdugo de Induráin, confiesa que se dopó con EPO

Acosado por el escándalo del viejo Telekom, el danés admite que hizo trampa entre 1993 y 1998 «No soy digno de la victoria en el Tour», reconoce

J. G. P.

Sábado, 26 de mayo 2007, 05:18

Bjarne Riis, también. El vencedor del Tour de 1996, el danés que acabó con el reinado de Miguel Induráin, confesó ayer haberse dopado con EPO entre 1993 y 1998. Ya son seis los ciclistas del antiguo Telekom que han reconocido haber hecho trampa. Sólo Ullrich se resiste, quizá porque es el único envuelto en un proceso penal por fraude deportivo. La voz de Riis impactó contra los cimientos del actual modelo de ciclismo profesional. «He tomado sustancias prohibidas. He tomado EPO. Yo los compraba y me los administraba», aseguró en Copenhague. «Asumo totalmente la responsabilidad de mis acciones», añadió el actual director del CSC.

En 1998, cuando explotó el 'caso Festina', Riis fue el cabecilla del pelotón que evitó la paralización del Tour. Abortó la huelga y se alió a la dirección de la ronda gala. Se vistió de fundador de un nuevo estilo, de otro ciclismo. Luego, su líder Basso apareció en la 'Operación Puerto'. Y ahora, cercado por el escándalo del viejo Telekom, confiesa. Seis años nadando en EPO. Adulterando el deporte que iba a salvar. Otro campeón difunto.

«Al final son los ciclistas quienes tienen que asumir su responsabilidad», comentó ayer Riis con una década de retraso. Le preguntaron si se sentía merecedor del Tour 1996. «No, no soy digno de esa victoria. Mi maillot amarillo está en el garaje. Pueden venir a recogerlo cuando quieran», asumió.

Un día antes, Erik Zabel y Rolf Aldag habían reconocido el uso de EPO. Y como ellos, otros cuatro integrantes del Telekom: Dietz, Henn, Bolts y Holm. Todos clientes de la EPO, de la hormona que estimula la producción de glóbulos rojos y, por tanto, la oxigenación de la sangre. La EPO significa aumentar la resistencia y acelerar la recuperación. Hasta 2000 no fue detectable. Y aún hoy, como ha demostrado la 'Operación Puerto', sigue bombeando por las arterias de muchos deportistas. «Quiero dejar esta historia detrás de mí, para estar seguro de que los logros conseguidos con mi equipo no se vean empañados», declaró Riis, que confía en salvar de la hoguera al CSC.

El caso ha prescrito

«Cuando yo era corredor, éstas eran las condiciones», se justificó. El ciclismo era así. Durante su confesión, Riis entonó el 'mea culpa' sin renegar de sus proezas deportivas: «No estoy contento con lo que hice, pero lo estoy con lo que hago hoy en día. Estoy orgulloso de mis resultados como corredor. Trabajé duro», afirmó. No podrán quitarle su victoria en el Tour de 1996. Según el código de la Agencia Mundial Antidopaje, cuando no se abre un expediente los casos de dopaje prescriben al cumplir ocho años. Además, las clasificaciones no pertenecen al Tour, sino a la Unión Ciclista Internacional. Ese Tour es suyo. Lo ganó él y lo perdió el ciclismo. Para colmo, el segundo clasificado entonces fue Ullrich, tumbado por la 'Operación Puerto'. Y tercero acabó Virenque, tachado por el 'caso Festina'. Ciclismo increíble. Sin credibilidad. Tampoco es fácil confiar ahora en Riis. Un personaje.

Hace menos de un año, cuando su líder, Iván Basso, fue excluido del Tour por su relación con el médico Eufemiano Fuentes, criticó al corredor italiano: «Iván me ha decepcionado». El infractor vestido de policía. La historia habla en su contra. Durante su etapa como corredor, Riis estuvo ligado al médico italiano Luigi Cechini, mentor también de Bartoli, de Casagrande, de Ullrich... Amigo de Eufemiano Fuentes. El ahora confeso de dopaje se cruzó además con el otro gran gurú, Michele Ferrari, durante su etapa en el Gewiss, en aquel equipo arrasador de Ugrumov, Berzin, Argentin y Furlan.

Ferrari, que acabó condenado a once meses de inhabilitación y un año de cárcel por fraude deportivo, construyó un Gewiss imbatible. Luego se supo que sus corredores competían con tasas de hematocrito que a veces superaban el 60%, diez puntos por encima de lo hoy permitido. Con la sangre espesa. Cuentan que alguno incluso dormía con una alarma conectada al pulsómetro. Si los latidos bajaban en exceso había riesgo de trombosis. De muerte.

Algunos ciclistas de finales de los años ochenta y de los noventa pedaleaban sobre ese filo. El paso del tiempo empieza a cortarles: a Induráin le sucedieron Riis, Ullrich, el fallecido por sobredosis Pantani, Armstrong -hallaron restos de EPO en un análisis de 1999- y la testosterona de Landis. Ciclismo farmacológico. Enfermo.

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