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ISABEL IBÁÑEZ i.ibanez@diario-elcorreo.com
Miércoles, 25 de abril 2007, 05:26
El título del reportaje es una frase de Ramón Barea elegida entre muchas otras suyas para llamar la atención. Lejos de querer desprestigiar a los autores vascos -él mismo lo es-, resume una reivindicación secundada por la mayoría de la profesión: Euskadi necesita una Escuela Superior de Artes Escénicas. Su falta sólo puede seguir alargando la inseguridad que, a su juicio, sufren aquí. Porque el País Vasco de hoy dista mucho de ser la Francia del XVII, el siglo de oro para el teatro, y no precisamente por el 'progreso'. «Antes veíamos los 'Estudios 1' y los comentábamos al día siguiente; hoy de lo que se habla es de 'Corazón, corazón'», bromea él desde la perspectiva que otorga haber contribuido a mantener a flote la escena vasca durante casi cuatro décadas.
«Teníamos 20 años cuando creamos Cómicos de la Legua; ahora tenemos 60 y aquí estamos: a pesar de no haber parado como actor y director e, incluso, como profesor, seguimos teniendo la sensación de estar en precario», dice Barea. Considera que el teatro se ha menospreciado, que «no ha interesado como seña de identidad». Para explicarse, se acuerda de los intentos fallidos que ha habido en Vizcaya para sacar adelante un proyecto serio de escuela. «Todos se vinieron abajo porque se buscan resultados inmediatos y esto no funciona así. Aquí la gente ha trabajado por su voluntad de dedicarse a esto, por ser cabezones más que por el entorno, que es desfavorable. ¿Si ni siquiera está considerada como asignatura optativa!». Barea apuesta por un proyecto completo «desde abajo», que implique a la consejería de Cultura pero también a la de Educación en la creación de esa Escuela Superior que ya tienen otras comunidades autónomas. «Pero aquí nadie ha ido a Madrid o a Barcelona para tomar ejemplo de cómo hay que hacerlo. Hay una propuesta sobre la mesa, pero se ponen nerviosos y no se atreven a meterse con ello. Así, faltan siglos para que salga un Molière vasco», lamenta.
Lo cierto es que, por el momento, en el País Vasco hay tres posibilidades para convertirse en actor: ser autodidacta -el caso de Barea-; marchar a Madrid o a otra comunidad con un centro superior o escuelas de reconocido prestigio, como Marta Etura; o quedarse y elegir entre las de aquí. Por ejemplo, Unax Ugalde cursó dos años en la ya desaparecida Escuela de Basauri y salió muy satisfecho, pero Asier Etxeandia sufrió cinco en un centro de cuyo nombre no quiere acordarse.
AUTODIDACTA Y EN BILBAO
De vocación clara y temprana, a Ramón Barea (Bilbao, 1949) no le quedó más remedio que ser autodidacta y quedarse en Bilbao; es más, este caballero de triste figura forma parte ya del paisaje bilbaíno: «Toda mi generación aprendió trabajando. En los años 70 no había ni centro oficial, ni no oficial, ni escuelas... Y no me podía permitir el lujo de marchar a ningún sitio; Madrid y Barcelona eran inaccesibles. No es como ahora, las familias de entonces no tenían para eso». El poco dinero que conseguía lo invertía en viajar para ver teatro. Y empezó a hacer funciones con un club del Casco Viejo, hasta que fundó la mítica compañía Cómicos de la Legua.
Actuar y aprender a la vez. Le siguieron Karraka, Txalo, Kukubiltxo... hasta completar un curriculum como director, actor y autor de teatro y cine tan largo que no cabe en estas líneas. También ha sido profesor; es más, le gustaría impartir la asignatura de Interpretación ante la Cámara en caso de estar en ese hipotético centro superior. «¿Sería yo mejor actor si hubiese ido a una escuela? No, pero hubiera aprendido más rápido y más tranquilo. Yo no defiendo el autodidactismo, cuando era joven eché de menos tener maestros».
Respecto a las escuelas ya existentes, reconoce su gran labor: «La mayoría de los profesionales vascos proceden de ellas, y casi todos tienen una preparación superior a la nuestra. Pero son una generación estancada, sin salida: montan un obra pero no pueden vivir de ello. Lo que nos salva es que aquí hemos sido teatreros a pesar de la Administración».
LA FUGA A MADRID
No todos tienen la suerte de contar con unos padres que respalden la marcha del hijo a Madrid o Barcelona y su matriculación en una escuela privada, pero éste fue el caso de Marta Etura (San Sebastián, 1978), una enamorada de la serie 'Fama'. «Si hubieramos tenido en Euskadi un centro de arte dramático, me habría quedado, pero tuve que dejar San Sebastián porque yo necesitaba profesores, necesitaba estudiar», explica. «En Donostia yo estaba con un grupo, pero allí nadie te enseñaba y podía coger malos vicios. No es que no confíe en la gente que es autodidacta; nada más lejos de la realidad, porque hay a quien le va bien, y lo cierto es que cuando realmente aprendes es trabajando. Pero a mí no me servía», añade, insistiendo en que cada caso es distinto.
Descartó la Real Escuela Superior de Arte dramático -«no quería pasar examen previo»- y eligió la de Cristina Rota, en Madrid. «Allí me daban la oportunidad de hacer prácticas todas las semanas en un teatro de verdad». Cursó cuatro años y en seguida empezó a trabajar con los resultados que hoy se conocen: tres nominaciones a los Goya.
CONTENTO CON LA ESCUELA
Disfrazado de bola de chocolate en un supermercado, Unax Ugalde (Vitoria, 1978) sacó dinero para apuntarse a la antigua Escuela de Teatro de Basauri. «Iba todos los días a Bilbao en autobús para recibir seis horas de clase». En aquel tiempo aprendió incluso a manejarse con el florete, algo que, quién se lo iba a decir, le serviría mucho después para su papel en 'Alatriste'. «Cuando estaba en segundo curso, me llamaron para participar en la serie de ETB 'Entre dos fuegos', y ya después marché a Madrid».
Precisamente, Ugalde se refiere a la importante labor que, a su juicio, han llevado a cabo las televisiones autonómicas a la hora de formar actores: «Han creado buena cantera y han sido escuela para muchos de nosotros». Pero aquí Barea quiere puntualizar algo: «Yo quizás añadiría que ETB se ha surtido también de mano de obra barata para poder realizar sus series con costos más bajos».
Ugalde apoya la creación de la escuela superior: «Es increíble que aún no la tengamos. Este oficio merece profesores acreditados. El Gobierno vasco tiene que actuar, parece como si sólo necesitáramos empresarios».
PERO SI SE ELIGE MAL...
Asier Etxeandia (Bilbao, 1975) triunfa. Lo hizo con 'Cabaret' y ahora, con 'El sueño de una noche de verano'. A Madrid llegó hace diez años después de cinco en una escuela vizcaína de la que salió «muy descontento». Sólo habla bien de dos profesores, Eguzki Zubia y Juan Carlos Garaizabal. «Cuando tienes 19 años confías hasta el final en tus maestros y, a veces, no están cualificados sino necesitados de tu admiración. Creí en ellos y casi me vuelven loco. Juegan con cosas personales, es peligroso. Aprendí mucho de lo que no hay que hacer, de cómo no hay que comportarse en esta profesión». Se acuerda de una profesora que cortó el pelo a un chico porque no le gustó su actuación. «Nos tenían tan sorbido el seso que estábamos encantados con aquel ritual maravilloso».
Etxeandia recuerda que criticaban a los estudiantes que salían en la tele, que empezaban a trabajar, «algo que no ocurre en los centros serios». Detrás de esta mala experiencia, subyace la necesidad de evitar errores que acaben con la vocación. «Una escuela de verdad, con buenos profesores que saquen lo mejor de cada uno. Ojalá yo hubiera disfrutado de algo así...», suspira. A pesar de todo, comenzó a trabajar en televisión, en espectáculos... «Descubrí una profesión maravillosa».
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