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Los vampiros no madrugan
Los vampiros no madrugan
CICLISMO

Los vampiros no madrugan

Los comisarios de la UCI llegan tarde al control antidopaje en una etapa ganada por el alemán Forster

J. GÓMEZ PEÑA

Lunes, 11 de septiembre 2006, 02:00

Vampiro, murciélago nocturno. Al alba se vuelve a la cueva, a dormir. Le asusta la madrugada. Ayer era jornada de caza para el 'vampiro': dícese del técnico de la Unión Ciclista Internacional que chupa la sangre del ciclista y la paladea en busca de dopaje y trampa. Echó a volar hacia la Ciudad Encantada, arriba de Cuenca. El vampiro es ciego, tira de rádar. Las ondas le llevaron hasta un pequeño hotel en la carretera a Valdecabras. Olor a sangre. Fresca. ¿Uhmmmm! Afiló sus articulados colmillos. Pero hincó en hueco. Ya no estaban allí ni Kashechkin ni Vinokourov, que dormían plácidamente en el autobús camino de la salida, del perfume a azafrán de Motilla de Palancar. Chilló el vampiro. «¿Que vuelvan!», ordenó. Ya era tarde. Tuvo que conformarse con la sangre del resto del equipo Astaná, de los siete ciclistas que comenzaban a sentarse en los coches. Al vampiro no le gusta madrugar. Y no llega a tiempo. A los comisarios de la UCI les falla la puntería. Lo que faltaba. Ayer les atropelló el amanecer. «Es una falta de respeto», tronó Herminio Díaz Zabala, director del equipo kazajo. El vampiro es un mamífero gregario, de vida en grupo: una banda.

No es mal plan pasar la noche en la Ciudad Encantada. Entre pinos y sabinas. Ovejas ramoneando. Es una sierra con imaginación propia: ha usado el viento y el agua para disolver las calizas y dibujar rostros y figuras con la roca. Lugar hechizado. Allí rodó John Millius parte de 'Conan el Bárbaro'. Eligió este hueco de Cuenca para los dominios de la bruja. Vampiros. Al equipo Astaná lo mandaron hasta allá. A dormir. A madrugar; que las etapas dominicales arrancan a las diez de la mañana. Con la fresca. Los ciclistas tenían cita a las siete y media. Vestidos, planchados y desayunados. Listos. Vinokourov y Kashechkin dieron ejemplo: los primeros. Y decidieron subirse al 'bus'. Así prolongarían el sueño durante los más de 80 kilómetros hasta Motilla. El ronroneo del autobús que se iba coincidió con el aleteo de los vampiros que llegaban. Tarde.

Visita a Rabobank

Igual sucedió en el hotel del Rabobank. El nido estaba vacío cuando arribaron los murciélagos. Los ciclistas holandeses no quisieron bajarse del bus. Y a los dorsales del Ag2R hubo que sacarles de los automóviles para el mordisco. Había rabia en el gremio ciclista. «Lo mejor de la vida es aplastar enemigos, verles destrozados, oír el lamento de sus mujeres». Es una de las célebres frases de Conan. A más de un ciclista le hubiera gustado ser ayer un bárbaro. Aplastar vampiros. Afortunadamente, los corredores no vienen de Cimeria, la tierra salvaje del coloso de cómic. En 1982, el rodaje de 'Conan' se repartió entre la Ciudad Encantada y Almería. Como la Vuelta ahora. Hacia la playa va, para descansar hoy, aunque antes tuvo que parar ayer en una orilla de Valencia, en otra ciudad inventada: la factoría Ford, cuna que alumbra dos mil coches por día. A Conan le hubiera parecido cosa de brujería.

Mientras los vampiros regresaban a su caverna y se colgaban a dormitar boca abajo, la etapa se despertaba. Valverde, el líder de todos, templaba músculos. Sastre, Marchante y el dúo kazajo guardaban el brillo de sus espuelas para las montañas de Andalucía. Y los velocistas releían ávidos el libro de ruta. Para alguno de ellos era la última etapa, la previa al descanso de Almería, el momento justo para bajarse de la Vuelta y subirse el tren del Mundial. La Ford es un buen cruce para cambiar de vehículo. En 2004, aquí ganó Hamilton y Landis se vistió de líder. Himno americano en la factoría trasplantada de Estados Unidos. Fue un 11 de septiembre, el eco maldito de las 'Torres Gemelas'. Ahora, dos años después, los dos vencedores de entonces también se han desplomado. Hamilton por una transfusión, la primera detectada. Landis, por testosterona. Dos torres derruidas por el vuelo de los vampiros. Más certeros y madrugadores que ayer.

Llegada a Ford

Ford es una fábrica veloz: 450.000 coches por año. Un vehículo cada medio minuto de producción. Como rosquillas. Todo está programado. Robotizado. Así quisieron diseñar el sprint el Milram (Petacchi) y el Quick Step (Bettini). Primero cogieron a Jorge García, la huella dactilar del esfuerzo en solitario. Luego colocaron a sus lanzadores en un lateral del aire y alargaron el grupo con la meta al fondo. Pero la cabeza del pelotón comenzó a golpearse con los bordes de la carretera. Bandazos. Latigazos. Petacchi, de regreso, tuvo que pedalear con una mano para apartar a Corioni, lanzador de Napolitano. Éso por la orilla izquierda. Por la derecha, nadaba un alemán, Forster, el que ganó. Con 'F' de Ford.

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