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J. GÓMEZ PEÑA j.g.pena@diario-elcorreo.com
Viernes, 2 de junio 2006, 02:00
Entonces lo supo Tonti. Justo a 2 kilómetros de la meta. Los otros habían pasado revista en la escapada: Cárdenas, Samuel, Rodrigo García, Aitor Pérez Arrieta, Ferrío y un polaco, un tal Janiaczyk. Ah, y un italiano sin currículo, Andrea Tonti. Sin victorias. Sin pegada. Un italiano capado, sin espolones. Un caso raro. Ahí lo supo Tonti. Iba a ganar. Él también hizo recuento: vio al colombiano, al asturiano del Euskaltel, al guipuzcoano... hasta se fijó en el polaco. Se sintió feliz: no había ningún otro italiano. Ningún rival. El ciclista transalpino es canino por instinto. Ayer, en Ispaster sólo había uno: el que ganó.
Arriba, en el podio de la segunda etapa de la Euskal Bizikleta, los colmillos relucientes de un italiano. La cara de Tonti. Abajo, sin premio, los demás. Derrotados, crispados por una etapa a ritmo de rodeo. El Saunier Duval del líder boqueaba por la defensa del maillot que porta Koldo Gil. El Euskaltel, el Kaiku, el Barloworld, el Würth, el C.Valenciana, el Orbea, el Spiuk estrujaban los bidones de agua y se sostenían con la muleta de las vallas. No con cara de tontos, que tampoco es eso. Pero casi. Tonti, el rostro del ganador, brillaba sobre la desolación general. Era el resultado de un día en el que todos tuvieron prisa, pero en el que nadie se marchó. Al final, Tonti recogió los pedazos de sus rivales y esculpió el primer trofeo de su biografía.
La de ayer fue una etapa contra el Saunier Duval. Un vistazo a las piernas del líder, de Gil, eliminan dudas. Está a punto. En estado de gracia. Por eso, el Euskaltel de Herrero y Zubeldia, y el Kaiku de Castaño y Rodrigo García, sacaron el berbiquí. Había que agujerear la nave del más fuerte. A por el Saunier Duval. Antón (Euskaltel), Bru (Kaiku), Villegas (Orbea) y Elías (Relax) fustigaron la jornada. Los altos de Humaran, Santo Domingo, Sollube y el primer paso por Ereño les vieron con el látigo en la mano. Detrás, el Saunier resistía. Abrasaba sus dorsales, que poco a poco iban desprendiéndose. En ese punto, en Ereño, nadie pensaba en Tonti. Ni él siquiera.
El Euskaltel-Euskadi graduó la dureza de las rampas de Ereño. Verdugo las inclinó primero. Luego fue Samuel, que inició un derroche excesivo. Sin tanto descorche del asturiano a 50 kilómetros de la meta, Tonti quizá seguiría aún con el palmarés inmaculado. El Euskaltel y el Kaiku habían ordenado a sus dorsales poblar la cabeza del grupo, que se descosía. Por la cima pasó primero Villegas, tan ilusionado como sentenciado por el ritmo que le perseguía. Eso sí, justificó al Orbea, su digno equipo. Pero ya no era su etapa.
Etxebarria quiere repetir
Resultó un día de techo abierto. Azul playa. Con los árboles dándole forma al insistente viento. Con 130 ciclistas recordando su época amateur. A rebato. Locura, la sal que emociona el ciclismo. Tras subir a Natxitua, se comprobó que David Etxebarria era una abanderado. Portaba dos estandartes: buscaba repetir su victoria de 2003 en Ispaster y, al tiempo, reivindicar a su equipo, sacudido por la redada de la Guardia Civil contra el dopaje. Quería bautizar al patrocinador que no ha huido, al Würth. No pudo. Tenía demasiados ojos clavados en su rueda, entre ellos los de Zubeldia.
David también lo intentó luego, en el último cruce por Ereño. Y como él, Vicioso, otra vez Samuel, Cárdenas, Arreitunandia. Ramírez, Rodrigo García, el peligroso Castaño.... Todos. Hasta Herrero probó a su gran rival, a Gil. El líder, con el Saunier laminado, se bastó solo. Con un golpe seco ahuyentó dudas. Costará desbancarle.
Cuando se cerró esa batalla, la de erosionar al Saunier, empezó la otra, la de la victoria de etapa. Samuel, de nuevo, más Cárdenas, Rodrigo García y Pérez Arrieta desclavaron otra vez los tubulares del suelo. Encabritados en un mar de curvas. Oleaje de repechos. Caían ya hacia Ispaster, la meta, con media docena de segundos. Calibraban los esfuerzos realizados, la fatiga acumulada, cuando les cogieron Ferrío, un polaco y un italiano que, inmediatamente, buscó compatriotas. Nada. Ninguno. Y brilló el colmillo de Tonti.
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